“Tenemos un tesoro”. Una de las acepciones de la RAE define “tesoro” como “Persona o cosa, o conjunto o suma de cosas, de mucho precio o muy dignas de estimación”. En este caso la referencia es un molino, considerado como un tesoro etnográfico. Así lo reconocen los vecinos y veraneantes de Santa Eulalia del Río Negro que durante dos veranos han reconstruido uno de los molinos que durante años cumplió su cometido con el agua del río Negro.

Con tristeza recibieron la noticia de la caída de uno de los molinos antiguos de Villamor de Cadozos pero trasmiten un mensaje positivo de la recuperación de su molino en el río Negro. Los vecinos señalan que en Santa Eulalia existieron entre 12 y 14 molinos repartidos por la ribera, de los que solo se conservan dos. “Era un pueblo grande, con muchas casas” y los molinos de uso comunitario marcaban los días de molienda “un día, medio día o unas horas” según la aportación que cada vecino hubiera hecho a su construcción o sostenimiento.

Dos vecinos de Santa Eulalia del río Negro miran la tremuela, grúa y tambor que alberga las piedras del molino. |

Uno de estos molinos, en el Camino del Molino, está en buen estado de conservación gracias al trabajo colectivo de veraneantes y vecinos. Los dos últimos veranos han colaborado en la recuperación del edificio que conservaba íntegramente todo el engranaje. A última reconstrucción fue en 1921, hace casi un siglo. Entre 18 y 20 casas tenía derecho de molienda en este edificio, comentan los residentes.

Aún queda otro ejercicio de reconocimiento importante, aprender los nombre las diferentes partes del molino: la muela que es la piedra circular que muele; la antimoya o tremoya, el armazón de madera en forma de pirámide invertida donde se vuelca el grano; las cambas, el marco de madera en forma de aro que impide que la harina se caiga por los lados.

Un vecino observa una piedra de molienda expuestas en el exterior. | A. S.

La pieza más llamativa es la grúa, que se empleaba para mover las piedras de un considerable peso para picarlas o cambiarlas. Los guías locales de esta visita por la etnografía refrescan las palabras en desuso por falta de molineros.

Segurel, rodezno, palas, guillón son las palabras para designar diferentes partes del mecanismo con variantes dialectales entre Carballeda, Sanabria y Cabrera.

Un segundo molino pegado al que se ha reconstruido, del que solo quedan vestigios de su planta cuadrada y una de las piedras de moler, trabajaba con el agua de la misma presa y compartiendo el mismo canal. La caliente, el canal por el que sale el agua después de moler reintegra el agua al río. Aguas abajo aún se levantaba otro molino “maragato”.

Las crecidas del río han sido sus grandes azotes al golpear la corriente contra los muros, precisamente la pared norte era la más afectada. Señalan la altura a la que llega el agua cuando el río Negro crece, casi dos metros, inundando de agua el edificio, aunque su engranaje ha logrado sobrevivir. La única innovación es una sencilla instalación eléctrica que permite encender dos focos. En la década de los 90 todavía estuvo en uso este tesoro del patrimonio etnográfico, como recuerdan algunos de los veraneantes que participaron en su reconstrucción y que recuerdan la necesidad de conservar este legado. Al parecer, el molino todavía mantiene los derechos de concesión sobre el caudal del río.