Un 28 de octubre de 1920 nació en Fuentesaúco Francisco Puente Alba, más conocido popularmente como “Puentín”. Por tanto, pertenece a esa generación “muda” de hombres y mujeres que dieron todo y engrandecieron pueblo y país sin recibir “nada” a cambio mostrando unas Puente cualidades basadas en el trabajo, la privación, el sacrifico y el compromiso que los han definido como referente convivencial.

Este Cronista tiene el deber, pero también el gran honor, de homenajear a este convecino mediante estas sencillas y entrañables letras. Sus fructíferos cien años le han permitido ser testigo de los acontecimientos más relevantes del país y, sobre todo, de su pueblo.

Recuerda con gran nitidez cómo vio llegar a la villa saucana la gran tormenta del año 1927 estando arando con las mulas de su padre en “La Quintera”: la oscuridad que se cernió sobre el pueblo, el granizo como puños, los destrozos de viviendas; pero sobre todo la angustia y el lamento de las gentes.

Paco sirvió durante la Guerra Civil en el frente de Cataluña y al finalizar la contienda y disolverse su compañía se une al paisano Llanito y ambos retornan al pueblo “con lo puesto”. ¡Qué grandeza la de este hombre después de estar en un frente bélico!

Toda la generación de Puentín tiene un denominador común cual es la escasa asistencia escolar (don Cesáreo el maestro le enseñó lo básico), lo que hace más meritorio el desarrollo de unos valores por intuición y educación familiar.

En 1947 se casa con Ramira Iglesias Aribayos, matrimonio que todavía hoy perdura. Y con gracejo me cuenta que tuvo que dejarse ganar a las cartas para obtener el beneplácito de su suegro, no porque dependiera de naipes el futuro de novios sino por su talante personal, su conducta, que trascendió como metáfora vital, más allá del chascarrillo existencial. Es decir, ¡Perder para ganar!

Este talante conciliador lo ha seguido manteniendo como modelo a lo largo de toda su vida. Primero desde la plataforma de labrador serio y madrugador fue justamente un gran “puente” para unir posiciones dispares, en la vida y también en la política. Recorrió la agricultura para llegar a la ganadería. Con los años abandonó la manta labriega y pasó a la pelliza de pana —“ya de mocito”— además de la boina calificada por él de “perragordera”, compradas en la tienda del señor Emigdio. Y en la política, fue miembro de la coalición U.C.D. (Unión de Centro Democrático) entrando como concejal municipal de la mano de su convecino Ginés Mangas en las primeras elecciones democráticas. Encarnando una compostura y moderación para evitar “porfías” consistoriales.

Aún con los años no ha perdido un fino sentido del humor que manifiesta al narrar una anécdota ocurrida en su bodega. Me cuenta que un amigo al bajar a buscar vino y abrir la canilla, oyó balar una oveja que allí se había precipitado por la zarcera, y al oirla (¡beee!) se asustó y salió corriendo mientras la espita quedaba abierta perdiéndose tan rica bebida.

Hoy día nuestro Paco “Puentín” disfruta de buena salud y de la compañía de sus tres hijos Francisco, Julián y Milagros y cónyuges; más seis nietos y cinco biznietos. Mi enhorabuena a la familia y felicidades a todos.