Es época de vendimia en Piedrahíta de Castro, un pueblo ubicado a 20 minutos de Zamora, la provincia más envejecida de España, en Castilla y León, la Comunidad Autónoma que más población pierde. Aquí el calendario gira en torno a la siembra y la cosecha de los diferentes tipos de cultivo, y la bicicleta se usa tanto o más que el coche. Mientras los madrileños vuelven a estar confinados en sus casas por la pandemia del coronavirus, los vecinos de Piedrahíta caminan entre las viñas, pisan la uva o toman el vermut en la terraza del único bar del pueblo.

La crisis sanitaria que ha cambiado el mundo y ha trastocado la economía internacional se ha convertido en una nueva oportunidad para este rincón de la “España vacía”: el padrón municipal ha crecido por primera vez en décadas, pasando de los 87 habitantes que había censados cuando se celebraron las últimas elecciones municipales –mayo de 2019 a 103 vecinos en octubre de 2020. Solo 16 empadronamientos, que en un pueblo como Piedrahíta de Castro se celebran como si fueran 16.000. No solo por el asentamiento de algunas familias con hijos que “rejuvenecen” la localidad, sino también porque además el municipio vuelve a superar el centenar de habitantes, una barrera psicológica que permite a los piedrahitenses recuperar el optimismo y plantar cara a los pronósticos que vaticinan la desaparición de estos pueblos en pocas décadas.

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Piedrahíta de Castro: la España que se vuelve a llenar

Algunos de los nuevos empadronamientos se produjeron justo después del confinamiento que mantuvo a millones de familias españolas encerradas dentro de sus pisos en las ciudades, con un minúsculo balcón –cuando lo había– como única parcela donde tomar contacto con el aire fresco y la luz solar.

Fue el caso de la familia Hernández Escudero, que ha cambiado su piso de Zamora por una casa con un buen patio y corral en Piedrahíta de Castro. Aunque no descienden de este pueblo, adquirieron la vivienda hace unos 17 años para utilizarla como segunda residencia. Sin embargo, los meses de confinamiento los tuvieron que pasar en su domicilio habitual en la capital de la provincia. “Aunque ya nos gustaba bastante el pueblo, durante esos días lo echamos de menos más que nunca._No es lo mismo estar en un piso que aquí, que aunque no puedas salir de casa tienes tu patio para tomar el sol, y tengo el corral con mis perros, que me encanta”, explica Diego, el hijo mayor de esta familia de cuatro miembros, que ya están empadronados en Piedrahíta y han convertido la casa de verano en su domicilio habitual. “La segunda ola no nos vuelve a pillar en la ciudad”, asegura el joven.

Piedrahíta de Castro. Nico Rodríguez

Diego tiene 19 años y le encanta el campo, es estudiante de Gestión Forestal y del Medio Natural y aspira a poder trabajar en el medio rural, también es aficionado a la caza y socio del coto de su pueblo. Su mayoría de edad también animó a sus padres, Miguel Ángel y Agustina, a tomar la decisión de trasladar la familia al pueblo, pues ya son tres personas en casa con carné de conducir si se necesita traer algo de la ciudad o llevar a la hija menor, Patricia. Piedrahíta carece de comercios y hay que viajar a menudo a Zamora, “pero estamos a 20 minutos , es un paseo”, es la coletilla que repiten todos los vecinos si les preguntan por las distancias.

Hace casi 25 años que bajó la trapa para siempre la última tienda que hubo en Piedrahíta de Castro, hoy su población depende del coche o de los comercios ambulantes que pasan por la plaza casi a diario con todo tipo de comestibles. La escuela está en Villarrín de Campos, igual que el centro de salud, y el instituto lo tienen en Zamora. Aun así, cada vez más jóvenes se quieren quedar en el pueblo a vivir. ¿Por qué? “Piedrahíta tiene algo que te atrapa, algo que no tienen otros pueblos, y yo creo que es la gente, aquí nadie es forastero, somos un pueblo muy acogedor”, afirma Carmen Calles, que es doctora en_Veterinaria y trabaja en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, formando a los médicos del futuro, pero no cambiaría su pueblo de Zamora por la capital de España, “ni por ningún otro lugar”.

Piedrahíta de Castro. Nico Rodríguez

Las clases a distancia permiten que últimamente su familia pase más tiempo en el pueblo. Su marido, Jesús Manuel González, forma a cirujanos, y los fines de semana cambia el robot médico Da Vinci por el tractor para ayudar a su padre en las tierras de labranza. El hijo de ambos es estudiante de Medicina, y el pasado mes de junio se examinó del primer curso a distancia desde Piedrahíta de Castro. “Hay algo que sí podría mejorar, y es la conexión a internet, con el_ADSL_te apañas, pero necesitamos fibra óptica en los pueblos, ahora que tanta gente teletrabaja es esencial que el mundo rural esté bien conectado”, reivindica la profesora.

Pero no solo los oriundos se quieren quedar en Piedrahíta. Otra de las familias empadronadas en los últimos meses, y que ayudó a dar ese salto por encima de los 100 habitantes llegó a esta localidad hace solo dos años para “pasar las vacaciones y los puentes”, pero pronto se sintieron “como en casa” entre los lugareños, comenzaron a participar en la asociación cultural y a finales de 2019 optaron por mudarse desde Zamora a esta localidad.

La hospitalidad de los piedrahitanos no es algo nuevo de la última generación. La vecina de mayor edad del pueblo llegó a esta localidad a trabajar cuando tenía 17 años, y allí sigue hoy, domingo 11 de octubre, en el día de su 99 cumpleaños. “Mira si es buena la gente de Piedrahíta, que yo vine para un rato y me casé, y aquí estoy, yo los quiero mucho a todos los de este pueblo”, cuenta desde el portal de su casa Plácida Cadenas, que ya tiene diez bisnietos y es la abuela entrañable de la familia más numerosa del pueblo. “No estamos todos empadronados porque estamos repartidos entre Asturias y Madrid, pero estamos pensando en hacerlo, porque aquí durante las fiestas nos juntamos más de 25, y somos la casa que más agua gasta en verano”, bromean las hijas de Plácida.

Piedrahíta de Castro. Nico Rodríguez

De esta forma, el Gobierno Local espera que el censo del municipio siga creciendo. El joven Francisco Salvador Santiago es alcalde desde junio de 2019, y desde que entró en el ayuntamiento comenzó una campaña, yendo casa por casa, para convencer a todos los que pasan mucho tiempo allí pero no están empadronados de que tienen que “ayudar al pueblo” poniendo a Piedrahíta de Castro en sus DNI. “Tenemos un presupuesto municipal pequeño y todo euro cuenta, muchas ayudas a los municipios se reparten en función de la población, y cuantos más seamos los empadronados más vamos a recibir y más cosas podremos hacer para todos. Haber recuperado los 100 habitantes es muy importante porque nos permite optar a algunas subvenciones que excluyen los municipios más pequeños”, afirma el regidor.

Y si más familias quieren probar la hospitalidad piedrahitense y las ventajas de la vida rural, “que busquen al alcalde, que en el pueblo se venden muchas casas y podemos buscar sitio para todos”, añade Francisco entre los libros que llenarán la futura biblioteca municipal, el próximo servicio que abrirá este pueblo de Zamora para mejorar la calidad de vida de todos sus vecinos, los actuales y los que estén por llegar.