El periodista Denis Escudero, reportero del programa de Televisión Española “Aquí la tierra”, aporta una nueva reflexión en torno a territorio rural afectado por la despoblación. “La España que abandonamos” pone el acento en las personas que ocupan pueblos venidos a menos, “pero no vacíos”. La precisión permite entender el trasfondo de este nuevo libro sobre la España rural que pone voz a los que se han quedado, testigos de un éxodo que ha roto el equilibrio territorial, pero no la vida los pueblos. Desde el realismo, Denis Escudero huye de un planteamiento negativo o pesimista; “cuento lo que he visto y escuchado”.

–Un nuevo libro sobre despoblación que rastrea algunos pueblos “tocados” por el problema. Sorprende que no aparezca ninguno de Zamora, una de las provincias en la diana, entre las más despobladas de la Europa del sur.

–He estado con el programa en Zamora y algunos de sus pueblos, y es indudable que cuando se habla de despoblación en España, junto a Soria y Teruel aparece siempre Zamora. Algún pueblo por supuesto que podría estar, me he quedado con la gana de incluir ciertas zonas pero por falta de tiempo y capacidad no se ha podido abarcar. Lo que es seguro es que si hay un segundo libro sobre el tema ahí estará Zamora.

"He querido dar voz a los vecinos, que quizás han estado al margen a la hora de contar cómo fue vivir el éxodo rural"

Denis Escudero - Periodista, autor de "La España que abandonamos"

–"La España que abandonamos”. ¿Qué quiere aportar este nuevo trabajo del boom literario sobre la despoblación?

–Sobre despoblación se lleva hablando desde hace más de 20 años, aunque ha cobrado una fuerza especial en los últimos seis o siete. Hay mucha literatura, grandes libros, pero yo quería dar un poco más de voz a los vecinos. En la literatura que he podido leer no he encontrado demasiado espacio para las opiniones de la gente, a sus historias, cómo fue vivir el éxodo rural en los años 50 y 60, cómo fue el quedarse en el pueblo mientras la gente se marchaba y las casas se iban cerrando. Me interesaba esa evolución del pueblo, porque hay muchos vecinos que me contaban cómo una vez que la gente se iba, ese pueblo ya no volvía a ser el mismo. Hablamos de pueblos que llegaron a tener más de 800 vecinos y se han quedado en 40, como Portalrubio, en Cuenca. Una pérdida poblacional tremenda. Y aunque es verdad que hoy en día es cuando mejor están a nivel de infraestructuras y de servicios para vivir, sin embargo es cuando menos habitantes tienen.

–Habla de la España que abandonamos y es frecuente escuchar a muchos de los que protagonizaron ese éxodo, sobre todo en los 60, cómo sus padres les educaron para marcharse del pueblo. “Tú estudia y vete” era la frase que tenían clavada.

–Yo hablo de la España que abandonamos porque creo que el término de la España vacía o vaciada ha venido muy bien para poner un titular y una etiqueta al fenómeno, pero no me parece correcto. Es cierto que hoy en día cuando decimos la España vaciada todo el mundo sabe de lo que hablamos y desde luego es mucho mejor que la terminología de los pueblos fantasma de los 80, una etiqueta ha hecho mucho daño.

–En el prólogo cita a Cristina Gómez, geógrafa y escritora, que huye de ese término vaciada porque no lo está.

–Claro, y es así. Si algo está vacío es que no tiene nada y eso no es cierto, por lo menos todavía hay vida en muchos pueblos. Por eso prefiero hablar de la España que abandonamos porque los pueblos que aparecen en el libro todavía no están vacíos. Y vaciada, como decía la alcaldesa de un pueblo de Guadalajara, es poner el énfasis en la gente que se marchó, que fue mucha, pero estás olvidando a los que se quedaron y han mantenido en pie esos territorios.

–¿Entonces quizás se ha pecado de eso, de poner el foco en los que se marcharon ninguneando a quienes mantuvieron y están manteniendo la vida de muchos pueblos?

–Los pueblos han sufrido un abandono poblacional, sin duda. Seguramente porque estaba todo puesto para que se fuesen, los trabajos estaban en las ciudades, la nueva vida se concebía en los grandes núcleos. A ello se sumó la mecanización, empezaron a llegar las máquinas al campo y donde antes hacían falta 200 trabajadores con 20 lo tenían hecho. Eso se unió a la seducción por la ciudad, el dinero fácil y además se cambió el concepto de economía de subsistencia. Para sacar a las familias adelante te prometían una vida más próspera, más llevadera y con capacidad para ir progresando. Creo que fue el caldo de cultivo perfecto y tampoco se intentó incentivar que eso no pasara. Hablando con un alcalde de la provincia de Burgos, me decía que si lo políticos en su momento hubieran luchado contra esa idea de instalar todas las empresas en la ciudad y se hubieran repartido, pues sin duda se hubiera evitado la despoblación en muchas zonas. Se acumuló todo en las grandes ciudades, se olvidaron del resto y ahora estamos como estamos.

Denis Escudero, periodista, autor de “La España que abandonamos”. Pedro Rolán

“Con la pandemia se está viendo que mucha gente quiere llevar otro ritmo de vida”

–Entre otras cosas se ha producido un desequilibrio territorial con notorias consecuencias.

–En el último siglo ha habido tres grandes éxodos poblacionales en España: el de los 60 con la gran industrialización del país, otro fue el gran boom que llenó las universidades en los 80-90 y ahora estamos en el último éxodo. Aunque el motor económico de estos pueblos lo siguen manteniendo las personas que quedan, esa gente se hace mayor, se va muriendo y será cuando desaparezcan. Efectivamente las consecuencias del desequilibrio son evidentes.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo, ya sabemos todos lo que es Madrid, con problemas de contaminación tremendos, atascos, sobreprecios. Al final acumulas todo en no tantos kilómetros cuadrados, aunque no estamos tan mal si lo comparas con Tokio, donde la densidad de población por kilómetro cuadrado es el triple. Pero es difícil pensar que en esas condiciones se pueda vivir con un mínimo de calidad de vida tal y como la entendemos. El desequilibrio territorial es patente y ahora con la pandemia se está fomentando el teletrabajo y se está viendo que no es necesario estar, por lo menos no todos los días, donde tienes el trabajo. Mucha gente está prefiriendo otro tipo de vida, irse a sitios mucho menos poblados a llevar otro ritmo de vida mucho más saludable.

–¿Cree que esa tendencia ha venido para quedarse o por el contrario es flor de un día que pasará cuando desaparezca la emergencia sanitaria?

–Si se fomenta el teletrabajo, por supuesto que será posible. Hay mucha gente que está deseando tener la oportunidad de no vivir en la ciudad, ir a núcleos más pequeños con unas mínimas infraestructuras. Si se fomenta esa posibilidad y se quiere yo creo que desde luego no es para vaciar las capitales, pero sí para que se disperse un poco más la población y sea todo un poco más sostenible en todos los sentidos. Es que no hablamos solo de calidad de vida, hablamos de medio ambiente y adecuación del territorio.

–¿Esa mirada al medio rural entonces no es oportunista o de larga distancia, se estaba pensando en los pueblos antes de la crisis sanitaria?

–Es verdad que llevamos unos años oyendo bastante de despoblación y sí que había un pequeño goteo de personas que se queman en la ciudad y gracias a que se puede hacer teletrabajo o directamente porque lo dejan todo atrás se van al pueblo a iniciar una nueva vida. Pero era un goteo mínimo, de hecho en las grandes capitales cada vez hay más gente. Pienso que esto de hablar tanto de despoblación y este pequeño retorno no es una moda, porque las modas crecen muy rápido, cogen notoriedad pronto y en seguida caen otra vez y desaparecen. Yo comparo la despoblación con el cambio climático. En realidad llevaba mucho tiempo con nosotros, lo que pasa es que no lo hemos tomado en serio hasta hace relativamente poco. Espero que cada vez se le de más importancia. La situación es difícil porque han sido tantos años de un mirar para otro lado a nivel político, institucional, administrativo y de tomar pocas decisiones o no correctas que habría que poner mucho empeño y seguramente mucho dinero.

–¿Llegamos a tiempo de evitar el cerrojazo de muchos pueblos?

–Los pueblos que salen en el libro tienen menos de veinte vecinos, algunos con 8 ó 10 personas. A corto o medio plazo, si seguimos por este camino, desaparecen seguro. Y es duro saber que el lugar donde te has criado vaya a desaparecer. La gente mayor es la más negativa, y es lógico porque ha visto el pueblo con vida y cómo iba decayendo. Son pesimistas, la mayoría piensa que ya no hay nada que hacer. Luego está la gente más “joven”, de 40 ó 50 años, que como eso es lo que han conocido de siempre pues opinan que si se toman medidas, si se favorecen los cultivos, algunos innovadores porque no tiene por qué se los de toda la vida, pues ven esperanza. En realidad hay campo para trabajar, y hay otros que van apostando más por el turismo rural, según la zona y el núcleo donde estén.

“La llegada al Congreso de Teruel Existe ha sido una buena noticia porque desde el Parlamento se pueden cambiar cosas”

–Entonces cree que hay luz al final del túnel.

–Claro que hay luz. Yo no he pretendido escribir un libro negativo ni pesimista, quería decir tal cual la realidad. Mi opinión es que todavía estamos a tiempo porque en realidad hay mucha más gente de la que nos creemos que está preocupada por la despoblación. Quizás habría que hacer muchísimo más ruido. La llegada al Congreso de Teruel Existe es una buenísima noticia porque al final donde se cambian las cosas y se hacen las leyes es en el Parlamento, y que haya un partido con representación nos indica que este problema interesa más que nunca y a más gente. Por lo menos es un altavoz para que se empiece a escuchar el problema. Creo que si los partidos se pusieran de acuerdo y realmente tomaran medidas efectivas, no electoralistas ni de cara a la galería, los pueblos tendrían oportunidades.

–¿Realmente cree que hay voluntad real por parte de los partidos de abordar el problema de la despoblación?

–Creo que la cuestión de la despoblación es una patata caliente para los partidos. Es algo que han heredado, viene de años atrás y querrían solucionarlo pero no encuentran como hacerlo. No saben por donde tirar.

"Ahora es muy impopular ir contra los territorios despoblados y eso es una ventaja para conseguir cosas"

–En los pueblos existe una sensación de desconexión de los políticos con la realidad, de que se toman decisiones desde un despacho sin pisar el terreno.

–Sí, también lo he percibido. Me decía un vecino que el problema de los políticos es que no han trabajado nunca el campo. Tenía sus dudas de que realmente hubiera voluntad de que los pueblos sigan adelante o quizás lo que quieren es que desaparezcan, que la gente se concentre en los grandes núcleos y desde ahí es mucho más fácil controlar y meterse en la dinámica de consumismo en la que vivimos. Si hubiera voluntad creo que estamos a tiempo de hacer cosas. También es verdad que para un partido decidir algo en contra del medio rural es muy impopular. De hecho, cuando Teruel Existe propuso la primera moción en el Parlamento por un plan urgente y un pacto para abordar la despoblación, fue aprobada con una amplia mayoría (todos los partidos a favor con la única abstención de Vox y ningún voto en contra). Como los territorios más despoblados tienen tanta razón en las demandas, es muy impopular estar en contra. Creo que también por ahí se puede intentar presionar y conseguir algo que durante años no se ha conseguido.

–Uno de los grandes desafíos el mantenimiento de servicios, ¿cómo sostener un medio rural tan fragmentado?

–Lo que no es sostenible es lo que ocurría hace 30 años, que se cerraba la escuela con 30 alumnos, como he comprobado en alguno de los pueblos. Hoy en día eso es impensable, ahora hay colegios con una ratio de tres alumnos por clase. Lo sostenible es que no desaparezcan los pueblos porque al final es de donde venimos y quizás es hacia donde vayamos, y tenemos que apostar por ellos. Hay que tener en cuenta que hay cosas que no se miden solo con dinero, si miramos solo a nivel económico está claro que a hay servicio que no son “rentables”. Aunque tuviesen que tomarse algunas decisiones a pérdida, el tiempo nos ha demostrado que a la larga interesa el equilibrio territorial porque además es un problema sobre el que se lleva haciendo muy poquito desde hace más de 60 años. No pasaría nada por apostar, es una inversión a largo plazo.

–Hay ejemplos del resurgimiento de zonas despobladas como en Laponia o las Tierras Altas de Escocia, donde en medio siglo ha aumentado la población rural un 22%, ¿por qué no va a ser posible aquí?

–Escocia es un ejemplo de que si se quiere se puede, pero hay que querer y ahora con la COVID estamos viendo que es posible. Por ejemplo la agricultura debería ser asignatura, no ya digo obligatoria pero al menos optativa porque es la base. Y un adolescente del medio rural tiene que tener las mismas oportunidades que el urbano. Es un proceso de ir sembrando para al final recoger y que los pueblos se vayan manteniendo para que no desaparezcan. Ahora es muy impopular estar en contra de los pueblos y eso es una ventaja. A mucha gente que le preocupa el tema, incluso que vive en las capitales, porque el modelo actual no es sostenible.