Todo empieza con un garabato, intentando educar la mano, con la mente dispuesta, relajada. “La caligrafía no es escribir bien, es un arte. Puedes escribir una carta con una letra desastrosa, pero cuando haces caligrafía y te pones frente al papel en blanco con la pluma, llega el momento de la precisión”.

Jesús Santiago Panero, docente jubilado, coleccionista, poeta pintor, director de teatro… Ahora también maestro de caligrafía. Una aventura en la que ha embarcado a una docena de alumnas y alumnos en Bermillo de Sayago y que ahora recoge sus frutos a través de la exposición “El arte de la buena letra”.

Toda una proeza en tiempos de pandemia. El curso comenzó cuando la vida era normal, en clases presenciales de viernes y sábado. De pronto todo cambió, llegó el confinamiento y desde casa los alumnos siguieron con sus trabajos, dirigidos por su maestro. “Nos comunicábamos por Whatsapp, yo les ponía los ejercicios, ellos hacían el trabajo, me lo mandaban y corregía lo que fuera necesario. Han hecho un gran esfuerzo en estas condiciones tan especiales, había que hacer correcciones, lo normal porque llevábamos dos meses. Pero para ser unos principiantes han hecho un trabajo extraordinario” reconoce Jesús Santiago.

La asociación cultural “La Mayuela” de Bermillo de Sayago ha suspendido todo el programa, debido a la evolución que está tomando el COVID 19; solo se ha salvado la exposición sobre caligrafía, que permanecerá abierta todo el mes en el edificio del Ministerio de Trabajo de Bermillo, en horario de 19.00 a 21.00 horas pero con unas estrictas medidas de seguridad. Un pequeño oasis en medio del desierto cultural al que condena el virus.

La receta

La muestra del trabajo realizado revela la creatividad de los alumnos con sus pequeñas obras de arte. Porque de eso se trata, de escribir con una letra bella, correctamente formada, artística, con un rasgo delicado que da un toque personal. “La caligrafía es arte. Se trata de dar forma a las letras, de cultivar una relación entre el espacio físico y lo que quieres escribir, de dar ligereza a la pluma” describe Jesús Santiago.

Un ejercicio que, como explica el maestro, requiere un proceso en el que el alumno debe procurar primero que haya luz, a ser posible natural. Agua, tinta, pluma, un asiento cómodo, relajación de la espalda, posición natural. Y entonces, una vez concentrado, “la pluma se encarga de unir cuerpo y mente. La pluma debe estar en calma antes de que la poses sobre el papel, sin agarrarla con demasiada fuerza ni dejarla demasiado suelta”. En la receta del maestro, el último paso es “olvidarse del entorno, desconectar del mundo exterior, porque la concentración y la atención hay que cultivarlas”.

Una meditación caligráfica que depura cuerpo y alma. Desde hace años Jesús Santiago escribe una palabra cada día. ¿Qué le aporta esta forma de expresión artística?. “Me relaja, me aíslo por completo, ya se puede caer la casa que no me entero” expresa.

Evolución

Además de las creaciones de los alumnos, la exposición explica la evolución de la caligrafía a lo largo del tiempo. Desde el xisto, placas grabadas en el cementerio para identificar a los difuntos, hacia la más precisa letra romana, la más creativa gótica, el estilo manuelino de Portugal, rotundo, chancilleresco o la caligrafía bastarda. El arte del trazo a lo largo de civilizaciones, la forma de expresión más universal a través de las letras.

El arte de la escritura que trasciende hasta lo más liviano de la vida. La caligrafía como reclamo publicitario en bebidas y comidas con letra cursiva gótica, bastarda o romana. Detalles que se pueden observar en la exposición ideada por Santiago Panera, donde muestra su colección de plumas o tinteros; cajas de cerillas convertidas en verdaderas obras de arte o libros escritos con el cuidado detalle caligráfico. Todo ello se puede contemplar en la exposición sobre “El arte de la buena letra” que pretende tener continuidad el próximo verano.