Siguiendo el curso del río Esla encontramos varios monasterios zamoranos. Santa María de Moreruela, San Pedro de la Nave, Tábara y Santa Marta de Tera, entre los destinos a conocer en las rutas programadas por la Fundación Santa María la Real, que ya se han reanudado siguiendo todas las medidas sanitarias y con grupos reducidos.

La iglesia visigoda de San Pedro de la Nave se encuentra en la localidad de El Campillo, término municipal de San Pedro de la Nave. Fue trasladada de su emplazamiento original debido a la construcción del pantano de Ricobayo en los años 30 del pasado siglo. Su fábrica es una simbiosis de elementos presentes en otros testimonios visigodos. De su origen monástico no parece haber duda y en los cuatro capiteles de su crucero se halla la escultura de mayor calidad que ha dado el arte visigótico, con piezas como el sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones.

No ha faltado tampoco la visita a algunos centros monásticos con una historia muy particular como Santa Marta de Tera, donde se produce el fenómeno de la luz equinoccial que se proyecta sobre el capitel más famoso del camino jacobeo mozárabe sanabrés. Con la llegada del otoño y la primavera, un rayo luminoso procedente del óculo del testero ilumina uno de los capiteles del arco triunfal, el que representa la Ascensión del alma identificada posiblemente con Cristo dentro de una mandorla sujeta por ángeles. La luz en las iglesias románicas forma parte de una cuidada escenografía que posibilitaba la lectura de los programas iconográficos de su pintura y escultura, sirviendo como un elemento más dentro de la puesta en escena de la liturgia cristiana.

Los asistentes a estas rutas también han podido adentrarse en San Salvador de Tábara para evocar el gran scriptorium medieval que alumbró joyas como los Beatos con ilustraciones mozárabes y pegados a la mítica Vía de la Plata casi donde el Esla se entrega al Duero. A pesar de haber llegado muy fragmentado a nuestros días se ha podido rescatar la autoría del Beato de Tábara ya que los responsables son inmortalizados en parte del texto. Así, sabemos que el maestro fue Magius, junto con sus discípulos Emeterio, Senior y la monja Ende que finalizarán el trabajo a su muerte.

Del esplendor del viejo scriptorium de Tábara a Santa María de Moreruela, el ejemplo del Císter por excelencia. Hoy ruina majestuosa, pero que aún guarda infinidad de historias, misterios, leyendas y secretos.