Con incredulidad e insomnio. Así pasaron la noche del sábado los vecinos y veraneantes de Vime de Sanabria tras la llegada de más de un centenar de personas, para participar en una fiesta y una acampada ilegales en medio del monte. La llegada masiva comenzó el viernes por la tarde y a las dos y media de la mañana del sábado todavía trataban de llegar más jóvenes, algunos en vehículo y otros a pie, hasta el paraje del Gargallón, donde se desarrollaba la fiesta ilegal. Al no poder acceder, por el rechazo de algunos vecinos, se quedaron en las calles del pueblo, en La Plaza y El Reguero, protagonizando alguna discusión verbal con los vecinos, que les conminaban a marcharse.

Sobre las doce de la noche varias patrullas de la Guardia Civil se desplazaron desde diferentes puntos de la provincia tras la llamada de varios vecinos alarmados por el trasiego de vehículos. Calcularon que hasta medio centenar de coches habían accedido por el camino hacia los prados de El Gargallón en un trasiego incesante durante toda la tarde.

Si no lo ves no te lo crees

Los agentes en el lugar de los hechos trataron de identificar a los participantes que habían adornado el lugar de la fiesta con alguna pancarta antifascista. Hasta el lugar también se desplazaron gestores del coto de caza que calculaban que había unas doscientas personas que afirmaban “si no lo ves no te lo crees”. Señalizaron la entrada al camino con una flecha con espray e incluso colgaron de un árbol un indicador de parking.

Un grupo de vecinos de Vime ante un coche de la Guardia Civil A. S.

En algún momento se vivió algo de tensión cuando los agentes pidieron la identificación a los participantes, además de disuadirlos para que abandonaran el lugar. Llegaron incluso a “cercar con palos y ramas” el recinto de la fiesta, alrededor de la una de la mañana. En ese momento ya había bastantes participantes algo perjudicados por el alcohol y otras sustancias, lo que hubiera provocado una situación complicada.

Todo comenzó hace más de una semana cuando un joven de Madrid, que veranea en el pueblo, trajo a un grupo de amigos y comenzaron a acampar y organizar sus fiestas, como señalaron algunos de los vecinos que se percataron de la presencia de jóvenes que no eran del pueblo. Algunos de los jóvenes entraron en fincas a llevarse algunos palés de madera, con la consiguiente llamada de atención. Algunos iban a la fuente a coger agua en garrafas “desnudo integral”, otra con la teta fuera. “No pude dejar de mirar que una iba descalza. Todo muy hippie”, describía una de las vecinas.

Al parecer, a través de una red social, se convocó una quedada mayor para este fin de semana que atrajo a jóvenes de Galicia, León, Madrid y Valladolid. La quedada fue de tal calibre que además de coches, furgonetas y hasta una caravana cargada con tiendas de campaña, instalaron un generador para poner en marcha un equipo de sonido y de luces. Una discoteca en medio del monte

Al filo de las dos de la mañana, un pequeño grupo de vecinos se acercó hasta el lugar donde estaba la Guardia Civil, entre ellas la persona denunciante, para recriminar al joven del pueblo que había ocupado unos prados propiedad de tres vecinos y de hacer una acampada ilegal y una fiesta con más de 100 personas igual de ilegal, en medio de una pandemia. Los vecinos afectados reconocían su miedo a que provocaran un incendio, que se espantaran las yeguas que hay en la zona, además del riesgo de contagio por coronavirus “y toda la mierda que nos van a dejar”. Una vecina lamentaba “lo peor que nos van a dejar aquí después de haber estar confinados, de llevar mascarilla y que cuando ha venido la gente que a pasar el verano nos hemos respetado, sin acercarnos y sin saludarnos”.

La llegada de más gente a horas intempestivas ocasionó algún intercambio de descalificaciones y algún insultos precisamente por la actitud de los jóvenes que no llevaban mascarilla, llegando incluso a reconocer alguna de las jóvenes forasteras que había pasado el COVID. Lo que encendió aún más el malestar vecinal. Otro contestó “soy Frodo y tengo entrada” cuando la propietaria lo conminó a marcharse cuando accedía por el camino a la fiesta ilegal. La madrugada fue de insomnio en el pueblo y de vigilancia para los huertos y los coches, ante el rechazo vecinal a la presencia de este centenar de extraños que ni mascarillas, ni distancia social.