La festividad de la Virgen del Carmen congregó este domingo a una treintena de personas en la ermita de Pedralba de la Pradería. La nueva normalidad no ha terminado con las fiestas locales y de más arraigo pero sí ha cambiado sustancialmente su celebración que se convierten en celebraciones recogidas y muy cercanas, pero sin multitudes no aglomeraciones.

Muchas de las festividades del verano se trasladan al fin de semana para permitir la participación de vecinos y familias, como ocurre en Pedralba donde tradicionalmente se relega al domingo.

Como reconocía el párroco, Fernando García García "no celebramos las fiestas como estamos acostumbrados, con la procesión y con nuestras familias" y deseaba recuperar la normalidad "lo más pronto posible".

En la homilía evocó que el Carmen o el Carmelo es una de las advocaciones "más entrañables para los vecinos de este pueblo. Es una advocación "muy querida para los pueblos hispanos" a la que definió como "Reina del Mar" y "faro que ilumina el camino". Un reducido grupo de vecinos, una treintena, asistieron a la misa de fiesta, respetando la separación social, las mascarillas y el hidrogel. Una celebración íntima pero muy intensa en el ámbito religioso.

Algún feligrés incluso sigue con la costumbre de acercarse a la pila del agua bendita para santiguarse y darse la paz aunque con un gesto de mano en el aire seguido de una sonrisa que se deduce tras las mascarillas. A la hora de comulgar, es el sacerdote quien pasa por los bancos para entregar la forma a los participantes de la Eucaristía sin que se muevan de su lugar en el templo. Fernando García depositó en la Virgen sus buenos deseos para toda la comunidad "que ella sea nuestra amparo y escudo contra esta pandemia que hace que todos andemos enmascarados. Y verse cara a cara sea posible para el próximo año".