"Fue una de las peores decisiones de mi vida". Así resume Patricia Palmero su primer año como alcaldesa de Prado, uno de los municipios más pequeños de la provincia de Zamora, con 52 habitantes contados en su padrón y solo 39 viviendo de forma permanentemente en esta localidad de la tierra de Villalpando. Unas palabras impensables de pronunciar para Patricia hace solo 13 meses, cuando accedió al cargo poniendo cara -y firma- a una agrupación de electoras independientes que entró en el ayuntamiento "con muchas ganas de hacer pequeñas cosas para mejorar la calidad de vida de los pocos que vamos quedando en Prado".

Al contrario de lo que sucede en muchos otros ayuntamientos, ese equipo lleno de ilusión no se ha disgregado ni ha habido grandes enfrentamientos entre sus miembros. El equipo sigue unido, lo que ha cambiado es que están perdiendo toda la ilusión.

En la papeleta de la Agrupación de Electores de Prado había seis nombres de mujer -tres candidatas a edil y tres suplentes-, pero el grupo era mucho más grande, contaba con mujeres y hombres de todas las familias de Prado, todos aportaron y debatieron ideas para mejorar su pueblo, y en consecuencia arrasaron en las elecciones municipales de 2019 con cerca del 90% de los votos emitidos.

Sin embargo, un año después, prácticamente ninguna de esas ideas se ha hecho realidad. "Ni siquiera las más sencillas", apostilla la extenuada alcaldesa de Prado. "Hemos llamado a las puertas de todas las instituciones, pero la respuesta siempre es un no a todo. Y no culpo a ninguna institución en concreto ni a un partido político, me da la sensación de que la Administración está montada de tal manera que los pueblos pequeños estamos relegados a la cola para todo, hasta para lo más insignificante".

Entre la lista de agravios de los pradeños hay cosas como no haber conseguido unos badenes para la travesía de la carretera ZA-512. El pueblo es muy pequeño y algunos coches no se molestan en frenar al pasar por el corto tramo urbano de esta vía que une Villalpando con Valderas (León), que además hace curva dificultando la visibilidad para los peatones, por eso los vecinos pedían reductores de velocidad en la calzada para sentirse más seguros al cruzar la calle. "¿Cuánto cuestan unas bandas reductoras de velocidad?", se pregunta retóricamente Palmero. El Ayuntamiento tampoco podría adquirirlas por su cuenta para colocarlas en una carretera que no es de su titularidad.

Prado no exigía ni un gran polideportivo, ni un polígono industrial, ni otras infraestructuras que podrían quedar fuera de alcance para una población de medio centenar de habitantes. Solo cosas sencillas como un badén, pero las dificultades encontradas en el camino han ido disipando la ilusión que todos los miembros de la agrupación llevaban a las primeras reuniones con la idea de adecentar su pueblo. "Me sabe mal por ellos, porque hay mucha gente que ha puesto gratis su tiempo y su esfuerzo, y no solo las concejalas. Algunos pradeños que viven en Valladolid, en Madrid y en otras ciudades también ayudan, cada uno con lo que sabe. Necesitamos conseguir estas cosas como sea por todos ellos", explica Palmero.

Otra de las "grandes" reivindicaciones de este Gobierno municipal es un contendor para separar los plásticos y envases, los de color amarillo. Uno para todo el pueblo. "Nos dijeron que no se ponen contenedores de reciclaje en pueblos de menos de 100 habitantes porque no entran en la ruta, pero vemos cómo el camión atraviesa Prado para llegar a Villalobos, no tendría que desviarse ni un metro para vaciar nuestro contenedor si lo tuviéramos. ¿En qué despacho se deciden estas cosas? ¿Si vivo en un pueblo pequeño mi plástico no contamina?", ironiza la regidora.

Para ella estos son los dos casos más paradigmáticos del "abandono" en el que viven los pueblos más pequeños: "Si vamos a tener que ir a Villalpando hasta para tirar la basura, para eso cerramos el ayuntamiento, ¿para qué queremos un ayuntamiento en Prado? Que hagan ya la fusión de municipios y punto", asevera.

La idea de suprimir los ayuntamientos más pequeños, propuesta en ocasiones por partidos como UPyD o Ciudadanos, levanta ampollas en el mundo rural y la alcaldesa de Prado lo sabe: "Creo que soy la única que piensa así, pero quizás conseguiríamos un poco más estando juntos". La munícipe recuerda que de los 50.000 euros que tiene teóricamente el ayuntamiento de presupuesto anual, más de 10.000 se destinan a pagar el sueldo de la secretaria y del juez de paz, "y aun así tenemos que pagar a una gestoría en Zamora porque a la secretaria no le da tiempo a hacer algunas cosas", por eso cree que con unos ayuntamientos más grandes no solo tendrían una voz más potente para luchar por el medio rural, sino que además ahorrarían dinero en gastos administrativos. "Eso sí, tendría que estar estipulado por ley cómo se reparte el dinero para inversiones, si no todo iría para la cabecera municipal", matiza.

A las dificultades propias de un municipio pequeño, Prado suma que tiene retenidas las aportaciones del Estado y de la Junta de Castilla y León porque el ayuntamiento no presenta las cuentas desde hace siete años. "Es normal, y la Diputación no nos las quita porque no quieren, supongo". Los municipios vecinos que comparten la Agrupación de Secretaría con Prado sufren el mismo problema. "Lidiar con el funcionariado municipal es otro quebradero de cabeza si tienes mala suerte, y es muy difícil cambiar de personal. No podemos ni tener un portal de transparencia, como muchísimos ayuntamientos de ciudades, porque para eso necesitaría que desde Secretaría me dieran las facturas para yo poderlas colgar en internet. Demasiado trabajo, pero los pradeños tienen derecho a saber en qué se gasta su dinero", defiende la alcaldesa. La web no es todavía una realidad a pesar de que hay vecinos dispuestos a diseñarla gratuitamente.

Un año tras el cual Patricia Palmero es un poco menos optimista sobre el futuro de la llamada "España Vaciada", y eso a pesar de que ella fue una de las personas que apostó por un pueblo. Nacida y criada en una ciudad como Sevilla, y licenciada en Periodismo, tras trabajar en León y Zamora decidió instalarse definitivamente en el pueblo de su abuelo, Prado, para dirigir junto a su hermano una explotación de ganado ovino en extensivo. Hace unos 20 años de aquello.

A esta alcaldesa, periodista y ganadera le encanta cuidar de sus ovejas. Su hermano y ella levantaron la explotación desde cero, "no teníamos nada y lo hacíamos todo a mano transportando las cosas en un carretillo que acabábamos de comprar, y ahora disfruta cuidando de y se le ilumina la mirada hablando de cuáles son las mejores madres de sus corderos mientras da ajo machacado a los recién nacidos -un antibiótico natural-. A pesar de ello siempre sobrevuela la idea de vender el ganado y buscar otro trabajo en una ciudad. "Los gastos cada vez son más grandes, y los corderos no dan más dinero. Vivir en un pueblo tiene su parte buena, pero también tiene cosas muy duras", afirma.

Entre ellas señala la sensación de soledad. "Los primeros otoños fueron muy duros, antes era yo la que me iba del pueblo cuando acababa el verano, pero llegó un momento en el que los demás se iban y era yo la que me quedaba aquí. Por entonces éramos 105 vecinos, dos décadas después solo 39, y el más joven ya tiene 18 años, ¿de verdad alguien cree que esto tiene arreglo?", lamenta. Añade que "Prado tiene una situación estratégica, desde aquí se tarda en llegar a León o a Valladolid a trabajar menos de lo que tardan muchos madrileños en ir de su casa a la empresa, pero ni siquiera los padreños deciden vivir aquí y hacer eso porque es más cómodo tener el colegio debajo de casa y el pediatra a dos calles".

El "hombro" sobre el que llora todas sus penas tiene decenas de dueñas: las chicas de "Ganaderas en Red". Hoy lo hace delante de la prensa para pedirle a la gente que apueste por los pueblos como Prado, empezando por mejorar cosas tan simples como un badén o un contenedor.