Javier Blanco llevaba varias noches haciendo guardia en la furgoneta, al lado del rebaño. Dos meses de continuados ataques del lobo en explotaciones del Bajo Sayago -al sur del Duero donde es una especie estrictamente protegida según la Directiva Hábitat de la UE- son razón suficiente para sacrificar la comodidad de su casa por largas e inquietantes noches de vigilancia. No había pasado nada hasta que la madrugada del lunes al martes, sobre las 3.30 horas, observó que las ovejas se movían asustadas hacia lado. "Encendí la luz de la furgoneta y en un momento se la cargó".

Esta vez solo cayó una oveja, "pero si no llegó a estar allí la prepara buena" cuenta el ganadero de la Dehesa de Pelazas, en el término del Villar del Buey y a la vera del embalse de Almendra. "Yo me puse en un lado, el lobo vino por el contrario y en un momento la agorjó y la sacó las tripas, di cuatro voces, luego las ovejas se asentaron y cuando empezó a clarear ahí estaba el pobre animal".

Una nueva baja en el rebaño de raza castellana de producción extensiva. Es el sistema tradicional de Sayago, comarca ganadera de ovino por excelencia de Castilla y León, y de las más importantes de España. Un valor que estos días cotiza a la baja, con los ganaderos en vilo por la presencia del temido depredador. "En Sayago o las ovejas o el lobo, el pastoreo es el sistema de toda la vida y así tiene los días contados porque es imposible estar de día y de noche mirando para el rebaño, tenemos otras cosas que hacer" apunta Octavio Martín, productor de ovejas churras, raza autóctona y de puro campo, como la castellana.

La alternativa de encerrarlas para evitar el acecho del lobo puede ser el rejón de muerte para estas razas; "si hacemos eso, no las mata el lobo, pero las matamos nosotros porque estos animales son de estar el campo; en verano, como hace tanto calor, están enseñadas a comer de noche y de día están echadas a la sombra de las encinas y los robles". Este ganadero de Muga de Sayago es otro de los afectados por las lobadas de los últimos dos meses. "¿Cómo vamos a estar?, fastidiados. Me queda un año y dos meses para jubilarme y es fácil que no aguante. Me encantan las ovejas, me crié entre ellas, he vivido de ellas pero si está el lobo no las puedo cuidar" argumenta Octavio.

Como él, Alejandro Hernández todavía se duele del último ataque del lobo, hace apenas unos días, también en Muga de Sayago. ¿Qué solución tiene esto? "Ellos quieren que se mantenga el lobo y nosotros a buscarnos la vida como podamos; van a hacer el turismo de la desescalada con el lobo porque quieren que la gente venga a verlo, que salgan por un camino y digan ¡ostras, lo vi!".

A sus 60 años y después de toda una vida trabajando en el campo Alejandro es más que escéptico con los discursos que ponen en un altar el medio rural y el sector primario. "Mucha propaganda y mucha chorrada, pero eso no va a ninguna parte, nosotros lo que decimos es que el lobo no puede estar aquí porque se carga nuestro medio de vida". Al igual que otros compañeros, el temor al depredador le obliga a cambiar el hábito de vida. "Es llegar a casa por la noche y ya empiezas a pensar cómo te lo montas; te quedas a dormir, las metes en las cañizas. Y si te vas a la cama piensas, qué pasará esta noche. La intranquilidad es total".

De momento Alejandro Hernández ya ha tomado medidas acercando las ovejas al pueblo, para intentar evitar la exposición del rebaño en pleno monte, y metiéndolas en las cañizas.

Hay noches que ha hecho guardia hasta "las cuatro o las cinco de la mañana y luego te vas un rato a dormir, porque en el coche nada de nada".

"Donde ha comido, el lobo se acuerda y vuelve -sostiene Octavio- y por aquí llevamos cinco días seguidos". Tudera, Muga, Palazuelo, la Dehesa de Pelazas, pueblos todos eminentemente ganaderos, a pesar de la progresiva desaparición de las explotaciones en la comarca.

La cadena intranquiliza a productores como María Rosario Villar, titular de una explotación de ovejas churras de leche. "Al final tendremos que dejar el ganado por aburrimiento; el día del ataque tuvimos que parar la máquina porque no había quien las ordeñara" confiesa al lado de una oveja herida. Han pasado cinco días desde el ataque al rebaño y todavía encuentran cadáveres por el monte. El depredador mató 9 ovejas, dejó diez heridas y 9 ayer aún estaban sin localizar.

"¿Es que estas imágenes de las ovejas destrozadas no les duelen a esos que denuncian el maltrato animal?" se pregunta Alejandro Hernández. "No estoy en contra del lobo, pero en Sayago no puede estar. Si viniera y se comiera una oveja vale, pero es que el daño es tremendo, las que no se mueren quedan estresadas y tardan en recuperarse" intercede Octavio Martín.

A diferencia de otros ganaderos, Octavio tiene perros para proteger al rebaño, pero se muestra escéptico con la eficacia, a pesar de que desde Europa, las administraciones y organizaciones ecologistas se apunta a los mastines como los grandes aliados del ganadero. "En régimen extensivo es muy difícil controlar el rebaño y si están en una zona, el lobo te la juega por la otra". Apuntan además los conflictos de convivencia que generan los perros cuando atacan a viandantes o personas que van por los caminos en bicicleta. "Es otro quebradero de cabeza para nosotros".

Conscientes de la protección del lobo, reglamentada desde Europa, los ganaderos apelan a la importancia del sistema extensivo que "aprovecha los recursos naturales y hace una función importantísima en la limpieza del monte", apuntan. "Luego vienen con la parafernalia de los incendios y no se dan cuenta de que el ganado previene muchos" apunta Alejandro Hernández. "Andan pagando en la sierra de Madrid para que vaya gente con ovejas a limpiar aquello y aquí lo contrario, a machacar".

¿Solución? "Lo único que veo es estar al pie de las ovejas o retirarlas, otra cosa no porque el lobo va a seguir ahí y lo protegen por encima de todo" argumenta Javier Blanco. Con 55 años este ganadero de la Dehesa de Pelazas se cuestiona si merece la pena seguir con el negocio. "Es, o el lobo o nosotros, y está claro que los que perdemos somos los ganaderos".