A sus 73 años Cayo Temprano Gil representa la historia de la agricultura en el último medio siglo. Era un niño cuando vivió la mecanización del campo, el paso de la pareja de mulas al tractor; toda una revolución que alivió el sacrificado trabajo agrícola, a base de mano de obra, y mejoró la productividad.

Es fácil imaginar la curiosidad que despertó la llegada los primeros tractores en Manganeses de la Lampreana, allá por los años 60 del pasado siglo. Cayo tenía 12 años cuando su padre y sus tíos compraron el primero, un Steyr de fabricación austriaca que era la sensación del pueblo. Nunca olvidó este agricultor jubilado aquella fantástica máquina que araba las tierras a la velocidad de la luz y no ha parado hasta encontrar un modelo igual que enriqueciera su modesta colección de tractores antiguos. "El día que lo bajaron de la grúa me emocioné" confiesa.

"Me costó mucho trabajo dar con él, le seguí la pista hasta que lo vi por Internet y se lo compré a un gallego de Lugo hace tres años" explica orgulloso este agricultor terracampino. Fue el primer tractor de su padre, el que le metió el gusanillo del campo siendo un niño. "Yo estaba estudiando en Zamora y con la ilusión del tractor, lo dejé y me vine para el pueblo".

Es cuando Cayo se puso por primera vez al volante del segundo vehículo agrícola de su vida, un Ebro súper 55 que lo mismo araba las tierras que hacía de taxi en las fiestas de los pueblos, "sin cobrar" puntualiza. "En este tractor traje a 14 desde Villarrín una fiesta del Cristo, no es un farol; aquella fue muy sonada" recuerda. "Pero también me zurraron bien la badana; me acuerdo que mi madre me hizo unos brazos de una capa para que no pasara frío. Aunque en aquellos tiempos el tractor era el no va más, el Mercedes de la época".

Más llamativo aún porque en aquellos años de penurias no todo el mundo podía permitirse un vehículo para trabajar las tierras; "si hubiera habido dinero entonces para tractores, cuánto esfuerzo se hubiera ahorrado. La gente joven no sabe lo que supuso la maquinaria en el campo" explica Cayo Temprano mientras muestra con orgullo la colección de antiguallas. Se puede detener en todos los detalles porque se sabían nociones básicas del motor y los arreglos eran en la fragua del pueblo; "los mecánicos salieron de los herreros, que aprendieron mucho con los primeros tractores".

El nostálgico recorrido sigue por un Barreiros rojo, "la joya de la corona", que compraron "el año de la concentración parcelaria", en 1970. Un tractor más evolucionado, "con una bomba mejor, ya tenía para poner el sinfín o bascular con el remolque". Luego otro Ebro comprado en la provincia de Valladolid, otro en un pueblo de León o Soria. Con el Hanomag Barreiros sacó a San Isidro. "Iba yo más chulo?.".

Con la ayuda de sus hijos, Cayo rastrea por Internet con la ilusión de un niño. "Me gusta mucho la maquinaria antigua, representa todo lo que he sido, la historia de la agricultura desde que se mecanizó. Yo vengo a la nave, los veo y me voy para casa tan contento". De vez en cuando los arranca o da una vuelta para que se mantengan operativos.

La última vez que los tractores salieron de exposición fue en el Mercado Medieval del año pasado en Manganeses. Fue el principal atractivo, especialmente para los niños que hacían cola para montar y ponerse al volante. "Se volvían locos haciéndose fotos, no querían que nos fuéramos" evoca orgulloso. Y cuando se lo piden abre las puertas a curiosos y nostálgicos que, mirando a los tractores, recuerdan una época que ya es historia. "Esto no tiene precio, es una cosa sentimental, lo que fuimos" resume Cayo.