Dicen por ahí -y algunos también por aquí­­- que los zamoranos somos victimistas y que las lágrimas no nos dejan ver el futuro. ¡Cómo para no serlo¡ Somos sufridos pero no tontos y cuando nos pinchan - o sea permanentemente- nos quejamos, por supuesto, aunque no nos movamos del sitio. Y es que cada estadística sobre esta provincia es un dolor. La última del INE sitúa a Zamora a la cabeza en pérdida de población de la España Jodida. Otros 2.002 habitantes menos en el último año, 22.000 en la década, ¿hasta cuándo van a seguir olvidándonos? Ya, ya sé que la culpa es nuestra, pero que alguien se apiade de nosotros, ¡por Dios! Sé que en el conjunto del país no somos nada y que a nadie le va a importar que Zamora desaparezca como entidad territorial, pero, por favor, un poco de respeto por nuestro pasado, una pizca de caridad con nuestros hijos.

Al Gobierno, desde luego, le importamos tres narices. Ya nadie habla del pacto contra la despoblación. Llegó el coronavirus y mando parar. Por cierto, maldición parece que Castilla y León, con 26 habitantes por kilómetro cuadrado, sea una de las comunidades del país más afectadas por la pandemia, ¡pero si nos repartimos por el territorio, uno a uno, y aunque gritemos como locos no nos oímos! Bueno, pues ahora resulta que en el reparto del Fondo Extraordinario no reembolsable para hacer frente a la situación generada por el covid-19 lo que tiene en cuenta el Gobierno no es el grado de afección de la enfermedad, qué va, ¡es el número de habitantes¡ Tócate eso.

Propongo que por cada vecino que perdamos en los censos municipales al año pongamos un trapo negro en los campanarios, en los consistorios, en los edificios, que llenemos la provincia de jirones, a ver si a alguno se le cae la cara de vergüenza. ¡Y todavía hay quienes, como vascos y catalanes, no dejan de atornillar al Estado pidiendo más y más; ellos, los buenos, los modernos, los democráticos, los beneficiados por el régimen franquista...! De vergüenza en vergüenza hasta la derrota final.