La alerta sanitaria que llevamos padeciendo desde el 14 de marzo, ha traído consigo muertes de seres queridos, destrucción de puestos de trabajo, hambre y pobreza a muchos hogares, la ralentización de la vida cotidiana y el retraso de muchas actividades. Entre esos retrasos está la de la esquila de las ovejas, que por estas fechas ya estaba prácticamente realizada y que sin embargo es ahora, casi un mes después, cuando las ovejas empiezan a lucir su piel desnuda.

En los últimos años, cuadrillas de rumanos, ucranianos, polacos o portugueses se tiraban el mes de abril y parte de mayo esquilando ganados. Para ello se desplazaban en grandes furgonetas, que también usaban como lugar de descanso, de explotación en explotación, esquilando ganados enteros en una sola jornada. El cierre de fronteras a causa de la pandemia ha provocado que estos jornaleros no puedan desplazarse obligando a muchos ganaderos a tener que ser ellos mismos los encargados de esquilar sus propias ovejas, tal y como se hacía antiguamente. De ello da fe el empresario alistano Antonio Fernando Turiel Gallego "Nandy", de Agrocentro Turiel de Alcañices, que en estos días ya ha vendido varias máquinas eléctricas de esquilar o incluso ha tenido que arreglar viejas máquinas o reponer piezas deterioradas porque estaban aparcadas en los establos por falta de uso. Es más, también el propio "Nandy" reconoce que ha vuelto a vender tijeras para esquilar a mano, tal y como se hacía antiguamente, compradas por esos ganaderos que tienen como hobby pequeñas cantidades de cabezas de ganado lanar y que usan normalmente como cortacésped naturales para mantener limpias las cortinas.

Aparte de todo esto, varias empresas españolas se pusieron de acuerdo para contratar esquiladores procedentes de Uruguay. Para ello fletaron un avión con 260 esquiladores y se repartieron por España. Para las provincias de León y Zamora se encarga la empresa "Montañas de León", que tiene a su cargo 30 de esos esquiladores, que pernoctan en Villalpando y desde ahí recorren ambas provincias en cuadrillas de 3 y 4 esquiladores.

Hasta Alistecomo es el caso de la explotación del joven ganadero Juan José Faúndez Santiago, de Alcorcillo, que ha supuesto un alivio la llegada de esta cuadrilla, pues ya estaban pensando tanto él como su familia en esquilarlas ellos mismo como se hacía antiguamente. "Ya me veía yo, con mi padre y mis tíos, esquilando unas cuarenta al día, 10 por personas y tenerlas esquiladas para San Pedro", comenta entre risas Juanjo. "Es mucho trabajo y duro", sigue comentando el joven ganadero.

"Hay que reconocer que esta gente", por los uruguayos, "avanzan mucho", sigue comentando Juanjo, "pues tardan un minuto y medio por oveja y entre los cuatro hacen 100 ovejas a la hora y cada uno de ellos puede esquilar unas doscientas por jornada". Los uruguayos cobran 1,50 euros por oveja esquilada, además de darles la comida, almuerzo y merienda. La lana se la lleva una empresa de Sanabria y allí la lavan y posteriormente la envían a Extremadura y Huesca para su transformación. Casi no dan nada por ella, sigue diciendo Juanjo, pero por lo menos te la quitan de las naves, si no me tocaría a mí deshacerme de ella. Las cuadrillas de Ucrania, Rumanía y Polonia este año no han podido venir, que son los que siempre venían a Alcorcillo, en parte por el cierre de fronteras y también porque apenas habían conseguido gente, continua comentando Juanjo.

Tomás Castaño Fernández, de 94 años, también de Alcorcillo y que de mozo fue pastor, cuenta que a mediados de los años 40 (1944-1945) el kilo de lana lo pagaban a 16 duros (80 pesetas), o lo que es lo mismo a 48 céntimos de euro. Entonces era un dineral y las ovejas se tenían para "estercar" las tierras o para vender la lana. El día de esquila era un verdadero día de fiesta. Se juntaban varios ganaderos y cada día iban a esquilar las ovejas de uno de ellos.

Entonces los ganados eran pequeños y en una mañana las esquilaban todas; pero antes de ponerse manos a la obra lo primero era un buen almuerzo, después el esquileo y para terminar la comida a base de pollo guisado en el pote, bacalao desmigao en ensalada y de postre casi siempre arroz con leche, después el café y algún trago de aguardiente, que originaba más de una borrachera. La lana la compraban dos familias de Alistey a su vez ellos, la mayor cantidad, las enviaban a Béjar para su transformación en paños o a los telares de los pueblos para hacer jergas. La piel de la oveja también valía mucho dinero y eran estas familias las que también las compraban.

El nonagenario Tomás Castaño también dispone de un pequeño ganado de 30 ovejas que tiene en su finca particular situada en el paraje conocido como "Mariapinta", en Alcañices y que las tiene para que le mantengan limpia su parcela de cinco hectáreas. Recientemente también le vinieron a esquilar sus ovejas, concretamente un joven de San Martín del Pedroso, Ángel Lombo Rivas, que se dedica a la construcción y que los fines de semana cambia su paleta y maceta por la máquina de esquilar y se dedica a esquilar pequeños ganados como el de Tomás y que cada día abundan más en los pueblos para mantener sus fincas limpias.