Teo Nieto Vicente nació en Zamora capital, donde curso sus estudios en el instituto Maestro Haedo, para finalizarlos en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ordenado sacerdote fue destinado a Aliste donde ya es toda una institución como cura y como persona, un alistano más. Como sacerdote atiende a 15 pueblos de las unidades de acción pastoral de Rabanales y San Juan del Rebolla. Es además profesor de religión en el Instituto Aliste de Alcañices. Hoy, a través de La Opinión-El Correo de Zamora, nos hace una reflexión sobre la reapertura de templos tras 73 días cerrados a causa de la crisis sanitaria global originada por la pandemia del coronavirus:

"En Aliste-Alba hemos comenzado a abrir los “templos”, pero conscientes de que el “templo de Dios” que es cada persona, cada familia, cada casa, nunca ha estado cerrado porque las gentes de estos pueblos han mantenido su fe a pesar de las circunstancias. La fe va más allá de las paredes de un templo…Y en Aliste siempre se ha sabido rezar alrededor de la lumbre, en familia.Esta reapertura la hemos hecho desde la necesidad de dar pasos hacia adelante (es importante que aprendamos a convivir con la COVID-19, porque este virus está, probablemente, llamado a quedarse mucho tiempo con nosotros), pero también desde la convicción de que estos pasos han de darse con prudencia y paciencia y para ello es necesario tener un “sano miedo”. Muchas veces demonizamos el miedo como si fuese algo negativo y, aunque nos produce malestar sentirlo, no podemos olvidar que el miedo es un mecanismo de supervivencia necesario. El miedo es, por tanto, el farol que nos ayuda a caminar por la senda de la prudencia y la paciencia.El problema surge cuando el miedo nos desborda y nos empuja hacia caminos como la rabia y la sospecha que nos hacen buscar culpables de la situación que vivimos (es lo que se llama la búsqueda de un “chivo expiatorio”, de ahí el origen de muchos bulos que circulan por internet) o la obsesión que nos paraliza y nos provoca quedarnos sin saber qué hacer o hacia dónde ir… Por eso, un pequeño consejo que he ido dando (y que seguiré haciendo a medida que vaya recorriendo los pueblos) es que, para evitar que el miedo nos lleve a la sospecha o a la obsesión debemos intentar abandonar el pensamiento de que alguien me puede contagiar para llenarme del pensamiento de que soy YO quien puede contagiar a los demás… Lo cual significa apelar a la responsabilidad social, al cuidado del otro.En estos pueblos tenemos que ser muy cuidadosos porque estamos en una zona especialmente vulnerable y la poca incidencia que ha tenido (de momento) la enfermedad puede generarnos una sensación de invulnerabilidad que traerá precisamente el efecto de hacernos más vulnerables. No podemos bajar la guardia. Nuestros mayores se merecen que seamos cuidadosos por eso los responsables de la pastoral del Arciprestazgo de Aliste-Alba hemos decidido comenzar poco a poco extremando las precauciones y siguiendo en todo momento lo prescrito por las autoridades sanitarias (limitación de aforo, lo cual en esta zona no es un problema, uso obligatorio de las mascarillas, gel hidroalcohólico a la entrada de las iglesias, etc.).De momento, la respuesta a la reapertura de las iglesias ha sido, tal y como esperábamos, muy tímida… Y no podía ser de otra manera. En general la gente tiene miedo (ese “sano miedo” del que hablábamos hace un momento) y las personas que se han atrevido a dar el paso lo han hecho de manera muy responsable, siguiendo las indicaciones dadas y, una vez más haciendo uso del talante alistano, aguantando la adversidad de tener que llevar la mascarilla, conscientes de que es incómoda pero necesaria.Tendremos que cambiar muchos esquemas mentales, muchas actitudes, pero la vida sigue y debemos afrontarla con, insisto, prudencia y paciencia."