José María Mezquita, nacido en 1982, es profesor de Economía en el IES Aliste de Alcañices. Vive a caballo entre San Juan del Rebollar y Zamora, el pueblo y la ciudad que en su opinión no tienen por qué ser contrapuestos. Preside la Coordinadora Rural de Zamora, que agrupa a asociaciones y colectivos de pueblos y comarcas, a personas que viven en los pueblos, creen en ellos y luchan por su futuro.

-La crisis del COVID 19 ha situado la mirada en el mundo rural como un espacio más saludable para vivir ¿cree que es una visión sincera o más bien oportunista?

-Esa es la clave, si realmente estamos mirando al mundo rural porque se está mejor, después de pensar durante décadas que lo ideal es la ciudad. En esta situación de pandemia, cuando te quedas aislado en la ciudad piensas ¿al final qué tengo?. Entonces surge ese valor del pueblo como lugar seguro y valor refugio. Llevamos un tiempo con el debate sobre lo rural y los pueblos, se habla, pero no se llegan a tomar medidas concretas.

-¿Quizás porque se mira más al pueblo como refugio de verano y fines de semana?

-Desde la Coordinadora Rural queremos poner en valor, no solo que ahora te puedas plantear ir al pueblo, sino el valor de la gente que está allí y lleva toda la vida. A veces tenemos un enfoque de pelear para que venga mucha gente porque luego tendremos muchas cosas. No. Por qué no peleamos para que la gente que está tenga los servicios básicos cubiertos y sus necesidades. Si los habitantes de los pueblos pueden vivir en buenas condiciones esa será la mejor atracción para que los de fuera piensen que es un buen lugar para vivir. Las administraciones se empeñan en promocionar que la gente se vaya a los pueblos, pero por qué no apuestan de verdad por dotar de recursos a las zonas que estadísticamente no salen tan rentables.

-La Coordinadora ha recorrido las comarcas zamoranas dando voz a la personas que viven en los pueblos, ¿cómo está el pulso en la Zamora rural?

-Han sido dos años recorriendo las comarcas y palpas un poco de todo. Por un lado somos conscientes de que la demografía es la que es, pero también es cierto que las asociaciones cuentan con gente muy activa que reivindica y apuesta por mantener la cultura y la tradición de sus pueblos

-¿Hay sensación de que es demasiado tarde para tomar medidas o el mundo rural está a tiempo de salvarse?

-Se palpa un poco de ilusión y esperanza en que todavía estamos a tiempo de intentar revertir la situación, siendo conscientes de que es un trabajo difícil, a largo plazo y de gota a gota. No trata de esperar a que llegue una, sino familias que poco a poco se vayan asentando con sus pequeños proyectos de emprendimiento. Si se quiere apostar, una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace, si realmente metes recursos o no. Me da un poco de pena cuando a nivel político se habla mucho de despoblación, se organizan foros, pero muchas veces la realidad es que se han hecho la foto y hasta ahí, no ves que nada de lo hablado se materialice. Se habla mucho de arriba abajo, pero de abajo a arriba no se permite tanto. Por eso nosotros hemos ido a las comarcas a hablar con la gente, porque queremos transmitir cómo lo ven, qué creen que se puede mejorar, las carencias o lo que hay que potenciar. Esa visión de abajo a arriba.

-¿Llegan señales desde arriba más allá de ese debate muchas veces espurio?

-El debate está, pero vemos pocas realidades. Tenemos el ejemplo claro de la sanidad; cuando llega una reforma sanitaria no se piensa en que el médico esté más tiempo en el pueblo sino en consultas telemáticas, a demanda. Es la sensación que tenemos, el debate está, pero no se termina de cuajar en nada concreto.

-¿Cree o más bien teme que el modelo a la demanda se pueda instalar en un mundo rural cada vez más despoblado?

-En Sanidad no sabemos cómo acabará todo, pero la idea va por la demanda. Al final si quitas prestaciones básicas, qué queda; en vez de haber servicios presenciales en los pueblos, si los profesionales solo vienen si llamas eso es quitar vida. Es el modelo de hacer números, aquí no nos sale rentable un servicio público pues vamos a quitarlo. Pero se supone que un servicio público no se presta porque sea o no rentable, si fuera rentable ya habría empresas interesadas. No hay que pensar en clave de rentabilidad porque luego hay otros intangibles que aporta el mundo rural como es control de fauna o los productos básicos primarios, imprescindibles como se ha visto ahora. Si hubiera desaparecido la producción agrícola y ganadera del país estaríamos como con las mascarillas, nos estarían vendiendo comida que no sabemos si sería la adecuada. La agricultura es un sector estratégico y no se puede dejar caer. Porque al final si las cosas vienen mal y lo básico es comer, estás en manos extrañas, has cedido tu soberanía a otra gente.

-Esta pandemia ha sacado a la luz fortalezas y debilidades, por ejemplo la posibilidad de teletrabajar que podría ser eficaz si Internet diera garantías.

-Es un hecho. Yo soy profesor en Alcañices y hay días que te cuesta muchísimo dar las clases porque hay pueblos donde la conexión no funciona. La última vez la falta de cobertura ha durado día y medio. En una ciudad ese día y medio desconectados sería impensable. Pero a la vez tenemos la ventaja de que las clases son de pocos alumnos y se gestionan muy bien.

-Ahora, cuando la pandemia impone distancia, vemos los problemas de las aglomeraciones, ¿eso puede hacer que se mire a los pueblos como una alternativa posible?

-Seguramente mucha gente se plantee en esta situación venir al pueblo. Igual es la alternativa más económica y más ecológica. El pueblo te permite tener tu esparcimiento y llevar a cabo una vida más sana.

-¿Defiende una discriminación positiva para los habitantes del mundo rural?

-Creo que sí y en el ámbito económico debe haber facilidades para llevar a cabo actividades empresariales o al menos que la normativa pueda ser un poco más flexible. Porque hacer rentable un negocio en un pueblo con los potenciales clientes que puedes tener es muy difícil. No solo hay que pensar en agricultura y ganadería sino también en otros proyectos de emprendimiento y un entorno rural cuidado genera muchos beneficios medioambientales. No tiene sentido dejar morir a las zonas rurales en ningún aspecto, ni en el ambiental, ni en el económico ni en el social, incluso en el cultural.

-Con el declive de los pueblos corre peligro toda una cultura popular y un patrimonio etnográfico valiosísimo.

-Es un legado que se puede perder. Hay pueblos que funcionan como una piña y eso lo cuidan muy bien y hay donde se está abandonando más. Es una pena que toda es cultura esté en peligro y sobre todo que las administraciones lo estén viendo pasar y no reaccionen. Aunque tampoco se puede echar la culpa de todo a la administración, es algo que todos debemos cuidar.

-¿Qué responsabilidad tenemos los ciudadanos en la deriva que tomen los pueblos?

-Hay muchas decisiones; por ejemplo, en las compras parece que se empiezan a ver los beneficios del comercio local, pero en igualdad de condiciones preferimos irnos a las grandes superficies. O en vez de tener a tus niños en el colegio más cercano optas por la ciudad. O prefieres vivir en peores condiciones en una ciudad que en un pueblo. Hay que empezar por dar alternativas de ocio, de comercio, de un modo de vida distinto, más sostenible. Luego cada uno decidirá lo que quiera, pero que no sea una obligación salir del pueblo porque no hay otro modo de vida. Son pequeñas decisiones que muchas veces las tomamos inconscientemente, pero igual deberíamos ser más reflexivos e intentar fomentar la economía y la cultura rural.

-¿Cómo vislumbra este verano, cree que vendrá mucha gente a los pueblos?

-Ahora mismo cambia tanto la situación de un día para otro que parece que hablamos del verano como si fuera dentro de tres años. Todo va a depender de los estados en los que estemos en cada zona y cómo se permitan las movilidades. Creo que en condiciones normales, gente que antes dividía sus vacaciones entre la playa u otro destino y el pueblo, pues ahora igual están todo el tiempo en el pueblo. Porque es un refugio que conocen, saben que van a estar bien y a gusto. En todo caso tenemos que ser responsables, los de fuera y los de los pueblos. Y si está permitido desplazarse, la gente tiene derecho de moverse y venir; tampoco es cuestión de mirar con recelo a quien venga de fuera. Sobre todo, me preocupa que se pueda generar ese conflicto entre la gente del pueblo y la de fuera. No se trata de la huida de Madrid que protagonizaron algunos al principio, es una responsabilidad personal enorme. Hay que intentar alterar lo mínimo posible.

-Y en un horizonte más amplio, ¿cómo adivina el futuro de los pueblos?

-No es fácil definirlo, pero desde la Coordinadora Rural vamos a trabajar para que ese futuro exista y que sea lo mejor posible. Creo que va a ser un futuro quizás un poco más heterogéneo desde el punto de vista positivo, con gente vinculada al territorio natural y por otro lado profesionales que prefieren el pueblo y aprovechan sus ventajas. Con esa ilusión trabajamos, no vamos con una mentalidad pesimista, creemos que todavía hay tiempo y margen para que las cosas mejoren. También una visión más moderna porque si hay buenas conexiones a Internet y buenas comunicaciones, en el pueblo se pueden llevar a cabo proyectos interesantes. La base de todo es generar oportunidades en las zonas rurales y que la gente libremente decida, si quiere quedarse o irse.

-Los padres nos educaron en el mensaje de "estudia y vete" porque no se veía futuro ¿sigue tan presente esa invitación a marcharse del pueblo?

-Todavía perdura esa visión, pero la Coordinadora intenta cambiar ese aspecto psicológico. No se puede generar la sensación de que quien se queda en el pueblo es porque ha fracasado o porque no ha tenido otra oportunidad. Ahora cada vez vemos más gente que decide venirse y establecerse en los pueblos. Se puede ser un trabajador y profesionalmente tener éxito estando en el pueblo. Y hay que valorar a las asociaciones que con nada de recursos dinamizan y hacen una labor impresionante. Tener esa visión de que no estamos derrotados porque hay tiempo y margen para cambiar las cosas.