Las filas a la entrada de comercios y servicios administrativos fueron la imagen del día en Mombuey, el centro comercial de la Carballeda, que ayer estrenaba algo más permisividad dentro del confinamiento. La Zona Básica de Salud de la Carballeda desescalaba y entraba en fase 1 y mayoritariamente se ha impuesto la mascarilla y, algo menos, los guantes. La mayor parte del comercio comenzó a abrir el día 4 con cita previa.

Varios vecinos de distintos pueblos de la zona esperaban su turno a la entrada de la ferretería de Vicente Castro. Laudelino Prieto Ferrero de Santa Eulalia del Río Negro reconoce que "en los pueblos pequeños se lleva bien, en Santa Eulalia no se queja nadie". Vivir en los pueblos les han permitido "ir de aquí allí" y estar ahora a la faena de los huertos. A Eladio Alonso Bobillo de Cional la prohibición le sorprendió cuando estaba en pueblo para visitar a un familiar que tiene a su cargo en la residencia de Villardeciervos. Un centro que "lo hizo bien" y cortó todas las visitas a los residentes. Con alivio reconocen que en estos pueblos "no ha habido ningún caso", lo que ha dado cierta tranquilidad.

Un lunes de mucha actividad pero donde se echó en falta los bares abiertos, aunque hay previsión de que alguna de las terrazas abra a corto plazo. Los clientes son atendidos de uno en uno. Santiago Sánchez Álvarez se lamenta "estar en Mombuey y no poder tomar un café" mientras aguarda a la puerta de la gestoría. Reconoce que "dos meses encerrados es para volverse loco" pero lo ha llevado bien. La cuestión que plantea es que "las mascarillas sean para todos". Él la lleva puesta y la retira para seguir fumando.

En la gestoría de Concepción Blanco Castro ayer había más movimiento, aunque desde el día 4 atienden a sus clientes cita previa, con limitaciones por la prohibición de desplazarse. Para las gestorías en general "ha sido una locura y estamos un poco desbordados" por la numerosa normativa de estos dos meses y los constantes cambios y correcciones "hoy le decías una cosa al cliente y al día siguiente otra porque habían hecho rectificaciones". Más trabajo de cara a la Administración por las declaraciones de la renta, al tener que hacer todos los trámites telemáticamente.

Héctor Rabanillo López, en su tienda de electrodomésticos, reconoce que "mientras no abran en Madrid y que la gente de los pueblos pierda el miedo" la actividad estará floja. La clienta que en ese momento está ante el mostrador, Paula Méllez Míguez, reconoce que por las tardes "sales de paseo y no ves a nadie".

Por la mañana hay más movimiento con las personas que se han trasladado en transporte público para hacer gestiones, hacer las compras, ir al Centro de Salud o la farmacia. Emerenciana Martín Toribio es vecina de Anta de Rioconejos, espera a que el autobús vuelva para recogerlos y acercarla al pueblo. "Hemos estado en casa y no hemos salido, solo a lo que no te queda más remedio". En Anta habrá unas 30 personas pero "no te cruzas con nadie".

Con familiares en puntos como Benavente reconoce que "envidian no estar en el pueblo, con un patio delante y otro detrás". Todas las personas que esperan, llevan su mascarilla y respetan la distancia. "Estoy un poco obsesionada" reconoce Tere Blanco Fiz, en cuanto a la desinfección de su peluquería. Atiende a una clienta que vive en Otero de Bodas. Tere trabaja con mascarilla, pantalla, guantes, no le falta nada. Ha instalado un desinfectante de calzado a la entrada, hidrogel y tiene más trabajo organizando.