Ferreras de Arriba, en la Carballeda, lleva una fase de ventaja en el desconfinamiento, respecto a sus vecinos de territorio, porque sanitariamente dependen de la Zona Básica de Tábara.

"No ha venido nadie. Ha sido como si cerraran el pueblo y estuviéramos en una residencia". Son las palabras descriptivas de Marifé Ferreras Andrés, propietaria de la tienda del pueblo. En esta fase 1 tampoco abrieron los bares.

A estas alturas de la primavera, Ferreras atrae a descendientes que residen en las ciudades. Narcy Pino es de las contadas personas que, aunque reside en Barcelona, pasa largas temporadas con su marido en el pueblo. Regresa de la tienda acompañada de su madre. Su casa está alejada del centro urbano, lo que le brinda un largo paseo de vuelta. En enero dejaron la ciudad para volver al pueblo porque "en febrero teníamos una excursión". Su confinamiento ha tenido vistas Sierra.

Las tres casas de turismo rural de Ferreras se han resentido gravemente. Todo anulado y a la espera de ver la evolución de junio y el verano. El invierno y la primavera son buenas temporadas, como bien saben José Sardá Villar y María Isabel Sardá Andrés, titular del negocio familiar desde hace 16 años. La falta de movilidad entre provincias condiciona el futuro, aunque hay esperanzas en el turismo interior. Sus clientes proceden de Zamora, Salamanca, Valladolid y extranjeros.

En dos meses se anuló todo: fines de semana, puentes, fiesta de la Comunidad, Semana Santa. Se han acogido a las ayudas que "es una pequeña cantidad. Mejor eso que nada". Las perspectivas tienen que mejorar mucho "casi doy por perdido el año" comenta José que solo ha tenido una llamada para agosto. Su establecimiento es para 12 personas.

María Ángeles Cabezas Moreno, titular de otras dos casas rurales en Ferreras de 20 y 9 plazas respectivamente, tenía para junio una reserva de un grupo de turistas belgas, ahora anulada. Sus clientes principalmente son de Galicia, Madrid y extranjeros. Para este turismo "el invierno no pasa factura" y tras este cierre obligado, está pendiente de alguna reserva que tiene para junio. Confía que entre junio y agosto la actividad remonte porque el turismo rural tiene aceptación entre las familias. Ya ha preparado el establecimiento con carteles donde recoge las normas sanitarias que tendrán que cumplir los clientes, además de instalar dispensadores de gel hidroalcohólico y repasar la limpieza cuando cierre fechas.