Lo dijo un niño tras salir a la calle después de mes y medio confinado en un piso de sesenta metros cuadrados: "Mamá, el jardín ha crecido, las flores han parido, la hierba tiene manos?". La naturaleza ha explotado y ha salpicado todo de manchitas de luz. Nosotros que creíamos que la negrura de la muerte se había tornado líquida inundando hasta las esquinas de sombra, nos hemos dado de bruces con una primavera excitada que ha rociado de verde hasta las piedras. Mes y medio han bastado a los caminos sin uso para llenarse de barbas desatadas, de color blanquirrojo, que hieren por su claridad los ojos gastados y nos llevan a la infancia de miserias y sueños. El mundo, que creíamos nuestro, se ha rebelado y en pocas semanas ha sacado a relucir su traje más brillante. La tierra vive, respira por sí sola y ha roto las lindes trazadas en los planos de los cajones. Todo es verdad, es la belleza de Gea realzada por un corpiño estrecho que no sirve para contener la vida. Creíamos que nos habían robado el mes de abril cuando lo que ha sucedido es que abril ha pasado de nosotros y se ha ido a pasear, por fin libre, poniendo sus razones sobre la mesa.

En el otro marco vivaquean los intereses más bajos y estrechos de quienes no son capaces de ver que a la inmensa mayoría de los humanos lo único que interesa es vivir su tiempo sin heridas ni sobresaltos. ¿Qué sucede en España para que seamos incapaces de ver que la cortina de humo espeso y mortal que nos han puesto delante solo se traspasa en fila y cogidos de la mano para hacer más fuerza y cerrar huecos? Partidos políticos y comunidades autónomas se han aliado con la irresponsabilidad y todos quieren sacar rédito de la lucha contra la pandemia aún a riesgo de colocarnos en la curva de caída de ese edificio donde aún vive el estado del bienestar.

Hagamos un ejercicio de cordura y no nos dejemos arrastrar por quienes tienen intereses partidistas. Hay que presionar y sacar a relucir esa fuerza que nos ha vuelto a demostrar la naturaleza. Saquemos la cabeza por la ventana y gritemos. A la vida no se le pueden cerrar las espitas del sentido común.