Las ciudades de España y de buena parte del mundo están más silenciosas y vacías que nunca mientras millones de asiáticos, europeos y americanos permanecen confinados en sus viviendas tratando de frenar la expansión de la pandemia del COVID-19.

Mientras la gente está en sus casas, pasando más tiempo en internet que antes, si cabe, las redes sociales se llenan, entre otras cosas, de fotografías de animales silvestres que se pasean a gusto por unos entornos urbanos que las personas han abandonado de forma temporal. Pero, ¿son unas pocas semanas tiempo suficiente para que la fauna tome las ciudades y reclame para sí el terreno que han perdido a lo largo del último siglo?

El biólogo vallisoletano Miguel Delibes de Castro cree que este tipo de fenómenos virales sobre la fauna penetrando en las ciudades son en realidad "una exageración de un fenómeno que ya existía", y al que "ahora prestamos más atención" por diversos motivos.

Por un lado, paradójicamente, pese a estar menos tiempo en la calle, "mucha gente está prestando más atención a lo que pasa, aunque sea mirando por la ventana, y te das cuenta de que hay en tu entorno aves u otras especies, que ya estaban, pero en las que no habías reparado". Por otro lado, el biólogo cree que en las redes sociales "se están difundiendo imágenes de fauna en las ciudades que han sido tomadas con anterioridad a la pandemia y se están haciendo pasar por actuales".

En realidad, apunta Delibes, viene siendo "frecuente desde hace algunos años encontrar animales como jabalíes o zorros en determinadas zonas de las ciudades" -más aún en los pueblos- "especialmente a las afueras". Esto el biólogo lo considera "un fenómeno positivo" porque es una muestra de que "nuestra relación con la fauna está cambiando". Explica que "se caza menos porque se consume menos carne de monte", debido a la preocupación por sus condiciones sanitarias, y en consecuencia aumentan las poblaciones de algunos animales silvestres. Miguel Delibes, que durante 12 años dirigió la Estación Biológica de Doñana, puede asegurar que ese hecho ha permitido crecer a las poblaciones de ciervos o corzos en estos humedales andaluces, y así en muchas otras zonas de la geografía española con distintas especies silvestres.

Además de haber más jabalíes, han aumentado en muchas ciudades los comederos para gatos habitados por los amantes de los felinos en distintas ciudades, y que también pueden atraer a otras especies. "En Barcelona se ha estudiado y hay una relación directa entre las ubicaciones de esos comederos para gatos y los puntos de la ciudad donde se pueden avistar jabalíes". Otros sujetos prefieren buscar alimento en los contenedores de basura. "Los zorros ya venían a comer a los contenedores de las ciudades antes del coronavirus, si se topan con una persona, el humano se lleva un susto y el zorro se lleva otro susto más grande y huye", la diferencia en época de confinamiento es que "ese zorro tiene menos probabilidades de cruzarse con alguien y puede atreverse a desplazarse un poco más" por el entorno urbano. Delibes pone otro ejemplo más fácil, como son los pavos del parque de Campo Grande de Valladolid, que a menudo salen a las aceras de las calles cercanas. "Yo los he empujado hacia el parque infinidad de veces, si ahora no se topan con nadie porque estamos confinados, puede que en vez de 100 metros se alejen 500, y de lugar a alguna foto llamativa", pero en líneas generales descarta un avance de la fauna haca las ciudades tras solo 15 días de estado de alarma.

Algo similar puede suceder con los patos que habitan ríos como el Duero, a su paso por Zamora: "son animales que ya llevan mucho tiempo viviendo entre nosotros, son prácticamente domésticos", asevera. Este tipo de seres, que además pueden volar, pueden acabar en otras zonas húmedas de las ciudades siempre que no les espante el tráfico rodado, que ahora es menor. En la capital zamorana en los últimos días se puede ver a estos patos por algunas calles de los barrios más cercanos al río.

El biólogo zamorano Javier Morales también cree que la fauna fotografiada en los últimos días paseando tranquilamente por pueblos y ciudades ya acostumbraba a merodear por esas zonas, y que "es una cosa razonable, lógica y esperable" que si hay menos actividad humana, puedan andar más despreocupadamente y hacerse tan visibles. Sin embargo, huye de las afirmaciones que se pueden leer en redes sociales sobre otras especies aprovechando este respiro de los humanos para recuperar su terreno: "No es un proceso que se pueda dar en dos semanas", afirma.

"La mayoría de la fauna microscópica ha aprendido a lo largo de los milenios a huir de la silueta humana", explica el biólogo, lo cual no significa que no haya animales que habiten los alrededores de las poblaciones humanas, donde encuentran fuentes de alimento de fácil acceso como contenedores de basura, muy atractivos para los zorros, "que por lo general es un ser oportunista" los huertos de los que en ocasiones comen corzos, ciervos y otros herbívoros, en esos casos con consecuencias negativas para el que ha cuidado esa huerta. Sin embargo, "no debemos pensar que lo hacen por maldad, ellos no distinguen propiedades y van a comer el alimento al que tengan más fácil acceso".

Es un fenómeno que siempre se ha dado. "No hace falta que haya un confinamiento para que eso suceda, yo viví varios años en pueblo de La Carballeda, y si dabas una vuelta a la una de la mañana era muy habitual, lo más normal, encontrar a jabalíes no ya en las carreteras, sino caminando por las calles".

Esta presencia de la fauna en los alrededores de las poblaciones urbanas, o en el interior de los pueblos, en opinión del biólogo, no deben sorprendernos. "Se tiene la idea, sobre todo en las ciudades, de que no puede haber una transición entre la naturaleza y el mundo urbano, pero eso es imposible".

Una consecuencia que sí barajan los biólogos es que una disminución del tráfico rodado como consecuencia del confinamiento sí puede favorecer a las especies de pequeños animales que a menudo mueren atropellados en las carreteras, y que ahora deben hacerlo con menor frecuencia. Algo que se podrá constatar, si sucede, en verano, cuando finalice la época de cría.