La Raya hispanolusa entre Aliste y Tras os Montes vivió ayer el 19 de marzo más atípico en siglos. Desde hace al menos 305 años -según testimonios escritos- alistanos y trasmontanos se dan cita cada día de san José n San Vitero para, con sus rezos, ofrendas y comercio, despedir el agonizante largo invierno y abrir las puertas de par en par a la cercana primavera. El "Cristo de marzo", única romería invernal, iniciaba un calendario romero transfronterizo que en 2020 no podrá celebrarse por el coronavirus y el estado de alarma.

Alistanos y trasmontanos eran ayer muy conscientes que dada la gravedad de la situación, a lo que se ha unido el cierre de fronteras este año, salvo un monumental giro de los acontecimientos y un auténtico milagro, no se celebrará ninguna de las romerías transfronterizas hispanolusas que en teoría, no en la práctica, deberían de continuar en abril con La Luz de Moveros y Constantim (día 26), en mayo con La Soledad de Trabazos (3), Fátima de Villarino Manzanas y Petisqueira (31) y La Riberinha de Quintanilha y San Martín del Pedroso y en julio con la Virgen de la Salud de Alcañices (día 2).

Tanto las autoridades civiles y religiosas y romeros de España y de Portugal dan por hecho que ni en un mes (abril), ni en dos (mayo) ni en tres (junio) podrán celebrarse concentraciones multitudinarias de gente, misas, mercados y procesiones, y menos aún cuando en muchos de los casos tienen lugar en territorio fronterizo donde un control sanitario mediante la dispersión obligada de los participantes sería algo imposible de conseguir.

Aunque la romería de este año se había retrasado al próximo sábado los devotos y romeros alistanos, mucho menos aún los vecinos de San Vitero, nadie olvidó que ayer era San José: el Cristo de Marzo. La ermita cerrada a cal y canto donde ni San José ni el Cristo tuvieron a quien les llevara en procesión, "la era" en más soledad que nunca sin vendedores ni compradores. Ni un alma allí donde cada día19 de marzo se contaban por miles. Bares y restaurantes cerrados y al otro lado del pueblo el recinto ferial añorando a las burras, garañones, burros y burresas, que durante dos décadas le dieron vida.

A parte del sentir más humano, el social y la tradición, pérdidas económicas incalculables tanto para los negocios locales como para los vendedores ambulantes. Obviamente todos lo entienden y los comprenden: "ahora más que nunca la salud es lo primero".

La principal compra y venta del Cristo de Marzo son las patatas de siembra. Los vendedores habituales de patatas sembraderas procedentes de pueblos como Sarracín y Fradellos no pudieron desarrollar su actividad, venderlas, ni las familias comprarlas. Las reservas se quedaron en sus almacenes. No habrá problema pues llegado el momento irán pueblo por pueblo con sus camiones para que cada vecino pueda comprar sus holgazanas. De momento a esperar a que se levante el Estado de Alarma para poder hacerlo y para que las familias puedan salir del confinamiento domiciliario que ahora prohíbe salir de casa, a la calle y obviamente a las huertas que deberán de esperar a poder ser labradas adecuadamente: la siembra se retrasará también.

La historia escrita del "Santísimo Cristo del Campo" de San Vitero se inició con una sencilla pluma de ave y sobre un pergamino un ya muy lejano 14 de septiembre de 1715. En el documento plasmó el escribiente las primeras ordenanzas de la nueva Hermandad de Clérigos y Legos de carácter comarcano, redactadas y aprobadas por los cofrades, en dicha fecha, a las que, tras ser enviadas al Arzobispado de Compostela (Catedral de Santiago Apóstol), les daba luz verde el vicario general de Aliste el de abril de 1716. Las memorias del Arzobispado de Compostela de 1607 ya hablan de la ermita de la Santa Cruz, cuya cofradía fue agregada a la hermandad del Santísimo Cristo del Campo en 1691 mediante bula pontificia del papa Inocencio XII con vistas a una "mayor veneración de tan milagroso señor, cumplir obras de misericordia y ganar las indulgencias y jubileos". Ayer el "Campo de Aliste" y su "Santísimo Cristo" vivieron sumidos en la soledad, convirtiendo en un pueblo fantasma a San Vitero.