En 1986, la cadena que dividía Rihonor de Castilla, en la comarca zamorana de Sanabria, y Río de Onor, ya en la parte portuguesa, se rompió para dar paso a la realidad del espacio común europeo y de un pueblo único, mitad español y mitad luso. Ese movimiento de integración, para muchos irreversible, se verá alterado también por el omnipresente coronavirus, y por el celo de ambos países a la hora de controlar las entradas y salidas de su territorio. La prioridad ahora es evitar la propagación de la enfermedad.

Portugal dio el primer paso en ese sentido este domingo, al anunciar el cierre de su frontera con España. Así, los habitantes de Rihonor de Castilla amanecieron el lunes bajo la prohibición de cruzar al otro lado de un pueblo en el que la frontera se anuncia a través del cambio de calzada. Basta con mirar al suelo para distinguir dónde empieza Portugal.

Más complicado es encontrar, en estos días de confinamiento, a vecinos por la calle. La mayoría cumple a rajatabla con la imposición del Gobierno y se cobija en casa. Desde allí, a través de la ventana, una de las vecinas del lado zamorano reconoce estar al tanto del cambio fronterizo y se muestra expectante ante la ausencia de información: "Estamos esperando", explica, mientras por la radio portuguesa empieza a difundirse la noticia sobre los nueve puntos que se establecerán para controlar entradas y salidas. Como cabía esperar, Rihonor no estará entre ellos.

Aun así, los vecinos de la parte portuguesa alertan: "Si cruzas hasta el otro lado y te paran, te pueden multar". El hombre que lanza la advertencia es mayor, se refiere a la Guardia Civil como "la gendarmería española", lo cual delata un pasado en Francia, y reclama distancia. El miedo al contagio es patente y se incrementa ante la presencia de extraños en la zona.

Cerca de allí, otra pareja de personas mayores atiende un huerto situado al pie del río, cerca de su vivienda. Sin dejar su tarea, los dos portugueses comentan el cierre de la frontera y apuntan que las fuerzas de seguridad de ambos lados se habían encargado de informar de la situación a los vecinos. Ahora bien, estos ciudadanos de Río de Onor se encogen de hombros al ser cuestionados por los efectos prácticos de esta medida para ellos.

En el pueblo, la mayor parte de la gente evita ir más allá de la puerta de su casa, y tampoco se prevé un mayor castigo por pasar de un lado a otro de la frontera, si se diera el caso. La convivencia entre españoles y portugueses es total aquí, pero se ha visto claramente limitada por el cierre del bar situado en el lado portugués y que constituye, en tiempos de normalidad, el principal foco de contacto entre ellos.

En la puerta del establecimiento, un cartel reza lo siguiente en portugués: "Por motivos de salud pública (coronavirus), estaremos cerrados por un tiempo indeterminado". Este cartel no es el único que alerta de la preocupación por la enfermedad. En la parte zamorana de Rihonor de Castilla, los contenedores aparecen decorados con consejos sobre cómo protegerse "del nuevo coronavirus" y viñetas explicativas para lavarse bien las manos. Además, un bando municipal también da instrucciones sobre el tema, entre ellas la de la cuarentena para los madrileños llegados al pueblo.

Así discurre la vida en un lugar al que no llegan muchos servicios, pero sí el miedo a una enfermedad que también condiciona la existencia de sus vecinos y que vuelve a poner una línea divisoria entre dos localidades que pronto volverán a ser una.