"El recorrido por Sayago será el que da pie a reconocer una de las señaladas características de la Meseta Ibérica, esto es, un zócalo antiguo arrasado apenas recubierto por sedimentos recientes. Otra destacada característica de este territorio es la morfología de la red hidrográfica: los ríos -aquí el Duero y sus afluentes-, estimulados por la proximidad del nivel de base atlántico, ahondan su cauce y se encajan en inesperados y angostos 'tajos', cada vez más profundos hacia el oeste, sin que las divisorias entre ellos pierdan la horizontalidad. Esta fisonomía está aquí representada por los conocidos 'arribes' del Duero".

Así presentaba la comarca de Sayago Antonio Sastre Merlín, profesor titular de Geodinámica Externa de la Universidad de Alcalá de Henares, a un grupo de veinticinco personas, casi todos ellos profesionales de la enseñanza en la Comunidad de Madrid, del que él forma parte, antes de iniciar una serie de rutas, en bici o haciendo senderismo, por esta comarca del oeste zamorano.

-¿Cuándo y cómo se forma este grupo?

-Los integrantes de este grupo nos conocimos en 1996, en una convocatoria formal para reconocer en vivo y directo la plataforma de lo que luego ha sido la Vía Verde de la Jara (Toledo) como paso previo para materializar la idea de recuperar trazados de ferrocarril abandonados, susceptibles de ser reaprovechados como itinerarios ciclistas o senderistas. En los años siguientes seguimos saliendo episódicamente, hasta que en 2002 nos planteamos la posibilidad de organizar una excursión mensual para reconocer parajes singulares susceptibles de recorrer en bici o en modo senderista.

-En esta ocasión ¿por qué Sayago?

-Bueno, aunque ya habíamos estado en Los Arribes alguna vez, en noviembre pasado acudí a reconocer estos parajes del oeste mesetario y la manifestación en ellos de estas descargas de aguas subterráneas termales, constatando su magnífica adecuación para la práctica del excursionismo.

-Hablando de aguas: para el que viene de fuera, y a un experto en hidrología como usted, ¿qué impacto le causa la presa de Almendra, que anega tierras de Sayago, además de salmantinas?

-La presa de Almendra me supone una impresión contradictoria, en el sentido de que siendo una de las mayores presas de España, produce asombro la dimensión de la actuación y el ingenio derrochado para el máximo aprovechamiento energético de sus aguas. Pero los que trabajamos en estas cuestiones de valoración de impacto ambiental de infraestructuras „yo imparto esa asignatura a los estudiantes de Ciencias Ambientales de la universidad„ tratamos de no perder de vista que la superficie que las aguas embalsadas ocupan no es baladí, obligando incluso al abandono de aldeas y pueblos, como aquí ocurrió con la aldea de Argusino.

-¿Y no le parece que, siendo una presa descomunal, cuyo aprovechamiento hidroeléctrico está a unos cuantos kilómetros en Villarino de los Aires (Salamanca), no tiene la repercusión que se merece?

-Pues sí, claro. Lo que pasa es que este territorio tan poco frecuentado... Si esto estuviera a cien kilómetros de Madrid tendría mucho eco; pero estando en un sitio tan alejado de las vías de comunicación, el embalse es menos conocido. Precisamente, con nuestras salidas de grupo tratamos de poner el acento en estos parajes poco conocidos. Ver estas vaguadas suaves, verdes, o casi permanentemente verdes, es algo asombroso.

-En Sayago, a poco que salgas de las riberas y de las vaguadas, la vista hacia el norte alcanza la Sierra de la Culebra, y más allá los montes de León y Sanabria. ¿El visitante se imagina un espacio así en este territorio?

-Este paisaje tan llano, con un aire limpio, es otro detalle importante. Esa limpidez del aire da una profundidad de observación grande. Esa es un poco la idea: poner los pies en espacios poco conocidos, atractivos, y un poco rebelándonos contra la idea de hacer excursiones por los embalses de Madrid, la Pedriza de Manzanares, o la Sierra de Guadarrama, que siendo sitios valiosos, están en algunos momentos al borde del colapso por aglomeración de visitantes. Hay otros territorios a los que hay que dar la oportunidad de que sean observados y disfrutados, y, por supuesto a los que el turismo rural tranquilo les deje algún rendimiento económico.

-Normalm ente habla de aguas en términos generales, ¿qué significa, para un experto como usted encontrar en este espacio las aguas medicinales de Almeida?

-Es una cuestión muy singular. Este sustrato fundamentalmente granítico es un roquedo cabezonamente impermeable, su vocación es la de carecer de agua subterránea en su seno. Y sin embargo, como ha sufrido una serie de vicisitudes tectónicas en tiempos pretéritos -fundamentalmente en la orogenia hercínica y después en la orogenia alpina-, éstas hacen que tal sustrato impermeable adquiera una cierta permeabilidad de la mano de la fracturación sufrida, que permite al agua infiltrarse en las zonas elevadas -en entornos como el de la ermita de Gracia- y que luego aflore tranquila y suavemente en las vaguadas, incluso en momentos del año donde pareciera que lo suyo sería que todo estuviera seco....; todo menos en esas vaguadas, donde surge el agua que se infiltró en los altozanos. Eso tiene un valor interesante, porque esa interpretación, esa observación del ciclo del agua tan singular en estos espacios graníticos en principio impermeables ha condicionado la dinámica de la ocupación del territorio. Es el caso del desplazamiento del ganado, de los bajíos a los altozanos, según la estación, acudiendo al bajío cuando los pastos de las zonas mas elevadas se han agostado y luego volver a remontar cuando estos se encharcan......Es decir, un conocimiento adquirido de forma empírica. Y yo creo que eso es un tema atractivo que vale la pena divulgarlo.

-Por los restos arqueológicos que hay alrededor de estas aguas medicinales -ejemplo del dolmen del Casal del Gato-, sabemos que desde hace milenios el ser humano ha estado presente en la zona. Hay, pues, un conocimiento y un uso prolongado de ellas. No es de extrañar que ya fueron estudiadas en el siglo XVIII por un fraile de la botica del convento de los Jerónimos de Zamora, ¿qué le dice eso al experto?

-Que ese saber, basado en la experiencia y en el sentido común, significa que vale la pena estudiarlo, conocerlo y aplicarlo a la mejora de la vida de la ciudadanía. Yo creo que esa es un poco la cuestión. Porque, lo que también ocurre en estos lugares de descarga de agua subterránea es que se produce un microclima singular, dado que la vegetación natural, los árboles que hay en la zona, están transpirando agua durante la primavera y el verano, evaporando, gastando agua subterránea. Pero esos árboles, de la mano de esa evapotranspiración -les explicamos a nuestros alumnos en las aulas-, están enviando a la atmósfera casi 600 calorías por cada gramo de agua evapotranspirado. Se configura así un mecanismo "natural" de aire acondicionado. Esas trasferencias de energía asociadas al ciclo del agua hacen que en estos parajes se pueda estar mucho mejor en los meses de verano cuando hace mucho calor. Otro tema muy interesante es el efecto que supone la tranquilidad, el pasear, el disfrutar de un clima agradable, de un régimen alimenticio adecuado, al facilitar hablar con las personas allegadas, con otras personas... Yo creo que eso introduce un valor añadido que a veces puede ser tan importante como disfrutar de las aguas sulfurosas. Afortunadamente, aquí no hay neones, ni discotecas, ni casas de apuestas. Todo eso hace que uno se centre en uno mismo y en las personas que rodean tu vida y en disfrutar de estar vivo.

-Por último. ¿Qué le dice este paisaje de peñas, encinas, robles, sequedad...?

-Este tipo de rocas, con este clima frío y con poca disponibilidad de agua para producir meteorización del roquedo subyacente, hace que los suelos sean poco adecuados para el cultivo, adecuándose la cubierta vegetal a esas condiciones. Entonces la única cosa que cabe decir es preservemos este paisaje, porque ese encinar, ese robledal, es lo que el suelo puede mantener, puede soportar. Porque otra cosa no tiene. Esa es la belleza del paisaje. Cuando se viaja a Europa es difícil encontrar paisajes tan abiertos, con tan escasa presencia humana, en tan buen estado de conservación y con los pueblos adaptados a las características del territorio. Ello conforma un patrimonio natural y cultural que vale su peso en oro porque además de interesante, se mantiene casi solo desde el punto de vista económico.