Ana Porcel Peláez tenía cuatro años cuando su abuelo de Manzanal de Arriba vendió las 12 ovejas que tenía. A esa edad Ana tenía claro que volvería al pueblo a vivir y a tener ovejas, una vida que disfrutaba durante las vacaciones. Desde Barcelona volvía todos los años por la época estival a estar con el abuelo, a los pies de la Sierra de la Culebra.

A los 28 años cumplió su vocación. Hace unos dos años se instaló en el pueblo materno con una explotación de 300 ovejas de raza castellana y merina. Lo dejó todo, un buen trabajo y la vida en una gran ciudad "en un mes ganaba lo que aquí en un año". Es técnico superior en Informática, dentro del área de seguridad informática. Por su profesión "no tenía horario, no tenía vida" ya que estaba expensas de cumplir su horario y reincorporarse en caso de alguna incidencia en alguna de las grandes empresas para las que trabajaba. Para su madre, Nica Peláez Iglesias, fue un disgusto. Para ella era volver a la vida de hace 40 años. Pero ahí está apoyando a su hija.

Su trabajo en el área de Informática "era para juntar el dinero necesario y venirme al pueblo", eso lo tenía claro aunque los niveles de estrés del trabajo incidieron en su salud "aun comiendo bien tenía anemia crónica". Mientras trabajaba entre ordenadores y redes, se preparaba, a falta de conocimientos heredados de las generaciones anteriores, para su otro trabajo. Estudió auxiliar veterinaria y adiestramiento y etología animal.

En 2014 comenzaron los EREs en la empresa y ante el despido de un compañero decidió cambiar y ser ella la despedida para mantener el puesto del otro trabajador.

Desde niña ya quedó definida su personalidad, decidida y sin límites. En el pueblo la recuerdan por una anécdota sobresaliente. A los doce años, estando en casa del abuelo le dijo que la cocina estaba anticuada y eso no podía ser, y que había que poner unos baldosines. Sin tener ni idea tiró la cocina y comenzó a reformarla ella sola. Su abuelo no tenía conocimientos de albañilería pero Ana se dedicaba a mirar todas las obras que se hacían en el pueblo y cómo se colocaban suelos o baldosines.

Cuando el fontanero se presentó en casa, porque yo le dije a mi abuelo que en lo de soldar tubos y cobre no me veía, preguntó quién era el albañil que iba a hacer la obra. La respuesta del abuelo fue "mi nieta", una niña con doce años. El fontanero desconfió y advirtió que el suelo tenía que quedar a nivel porque de lo contrario los sanitarios del baño no iban a quedar bien. Ana se lo tomó tan en serio que lo clavó a nivel. Cuando volvió el fontanero el comentario fue "que sepas que hay albañiles que no lo dejan a nivel como tú lo has dejado". Esta joven barcelonesa de ascendencia carballesa sigue con sus trabajos de albañilería en su casa, pero es otra historia.

"A casa" es la orden que Ana da al rebaño, casi a la puesta del sol. Las ovejas agrupadas en una pequeña tierra poblada de codesos y escobas, cerca de la iglesia, levantan la cabeza y miran el camino. Además de Ana están en la recogida su madre Nica Peláez Iglesias y la voluntaria de una asociación que colabora con la red de ganaderas. El perro de carea un border collie está atado para que no alborote al rebaño. Es un ejemplar de un año, que está en fase avanzada de aprendizaje.

Al verse suelto el animal pega unas carreras alrededor de las ovejas, provocando la competición en el rebaño. Acata las órdenes, en vasco por su origen, pero el problema es que a veces no oye porque de las 300 ovejas, 50 llevan cencerro para saber dónde están los animales. El problema no es ni la falta de pastores, ni la falta de perros -cuatro careas y cuatro mastines adultos y cinco cachorros de mastín. El problema es el abandono de las fincas y la falta de limpieza del monte bajo, con escobonales de hasta tres metros de altura que tapan a una persona y cuando menos a los animales.

En las labores de pastoreo procura que los animales no se disgreguen. Esta ganadera está pendiente de que la Junta publique las ayudas de planes silvopastorales para poder acogerse a las ayudas para el desbroce de matorral. En algunas zonas es tan espeso que con las máquinas de los ganaderos es complicada la limpieza, y son necesarios desbrozadoras de mayor capacidad. Las tierras hace más de 20 años que no se trabajan y las que no están pobladas de carballo están llenas de monte bajo.

Es muy costoso para "una persona que empieza hacer frente a ese gasto". Pese a la ayuda por incorporación a los jóvenes "ese dinero llega para comprar las ovejas. Es como si hubiera heredado un rebaño", pero las inversiones más fuertes son para corrales, naves, comederas y cercados.

Los vecinos del pueblo, unos 20 durante todo el año y en invierno, han tenido un buen recibimiento en general para esta joven que con 12 años marcó una de las anécdotas más sorprendentes en los anales del pueblo. "Hay vecinos que te dejan sus fincas para que las pastes, otros te traen berzas para los corderos o te echan una mano". La parte negativa es con algún ganadero por respetar el pastoreo de marra a marra de cada término local, dentro del municipio.

La sequía de los dos últimos años ha marcado un capítulo negativo por conseguir las zonas de abrevadero o bebedero que había y de las que no puede disponer. Uno de estos veranos tuvo que improvisar un bebedero con agua del caño de riego a una finca para evitar dejar a los animales sin beber.

Esta mujer llega al sector en un momento de crisis de precios y movilización masiva del sector primario. Los precios son irrisorios. El primer incremento es del ganadero al matadero. "A mí me pagan a 30 euros el cordero, y del matadero ya salen a 65 euros". En este caso hablamos de cordero IGP Castilla y León, reconocida para su explotación. Una calidad que compite con importaciones de otros países a los que no se les exigen los cánones sanitarios y de bienestar animal que se le exige a explotaciones como la suya. La lonja de Zamora "es una de las lonjas con los precios más bajos de Europa". A 60 kilómetros, la lonja de Salamanca llega a duplicar en un mismo periodo los precios, como las Navidades pasadas.

El papeleo es abundante con la Administración, pero reconoce que "nosotros estamos vendiendo alimentos y si se quiere seguir un control desde origen, es necesario". Desde la oficina de Puebla "me han ayudado mucho, me han explicado todo, me han facilitado la legislación. Yo no puedo hablar mal, pero sí es verdad que son muchos papeles" aunque ella está habituada y lo lleva todo organizado en una carpeta, desde nacimientos, a vacunas, piensos, censo y saneamiento, por fechas, lotes, etc.

El lobo, que no es de cuento y personaje principal que a veces sale a escena en las explotaciones de la Sierra, también tiene su protagonismo. Ana lleva el control del censo y en un año han desaparecido 19 ovejas y no por un mal manejo, sino que el lobo se ha ido cobrando su tributo, de poco en poco. Un día, un lobo se cruzó por la carretera de Manzanal al camping. Ana llamó rápidamente a una de las voluntarias para que recogiera rápidamente las ovejas. Recogidas y a salvo. Reconoce que sin los perros, ser ganadera en la Sierra de la Culebra sería imposible.