Casi no le habían salido los dientes y el chiquillo ya andaba entre tornillos, ruedas y chatarra. Creció en el taller, viendo reparar coches, escuchando el ruido de los motores y embadurnado de grasa. Desde siempre quiso seguir los pasos de su padre; "fue quien me metió el gusanillo por la mecánica". Bien joven cumplió su sueño y a sus 38 años ha conseguido el título de segundo mejor mecánico de España. O lo que es lo mismo el segundo "más valioso profesional del taller 2019" como acredita un concurso nacional celebrado en el Circuito del Jarama, en Madrid. Una medalla de plata que sabe a gloria. "Es un orgullo haberme medido con gente de muchísimo nivel y haber llegado tan lejos desde un taller pequeñito y en una provincia en la que estamos como estamos" confiesa al pie del cañón, en su negocio de El Cubo del Vino.

En este pueblo su padre -originario de El Maderal al igual que su madre-, se ganó un nombre y un prestigio en el mundo del motor, ahora heredado con todos los honores por su hijo, Iván Martín Báez. "He salido fuera, me he estado formando, estuve en la Academia Militar estudiando mecánica de aeronaves, he podido irme a otros sitios pero adoro esto, el pueblo y el taller. No lo cambio por nada y además, si la gente no hace por quedarse estamos perdidos" asegura el joven mecánico todavía saboreando el inesperado éxito tras presentarse al concurso de forma casual. "Me gusta estar muy informado de las noticias del sector, me enteré de que se organizaba, luego me animó mi mujer y a última hora decidí apuntarme".

Y así, fue superando fases entre los aproximadamente 330 mecánicos de toda España que participaron en el concurso organizado por La Comunidad del Taller en colaboración con el centro de formación INTEA. Si quedar entre los 50 primeros ya fue un logro, clasificarse entre los diez mejores toda una proeza. En esa fase se formaron cinco parejas. A Iván le tocó por sorteo Pablo, un mecánico asturiano "muy bueno, nos entendimos enseguida". Mano a mano consiguieron superar todas las pruebas que consistían en diagnosticar la avería, resolverla y poner el coche en perfecto estado con un límite de tiempo de 45 minutos.

Quedaron los primeros y el último cartucho era la gran final entre los mejores: Iván y Pablo. "En cuando entré en la prueba me di cuenta de dónde estaba el problema, me puse al lío, tenía la avería localizada pero me traicionaron los nervios, no me dejaban ver" recuerda el zamorano asumiendo con encomiable deportividad la victoria de su rival. "Eran pruebas muy complejas y había mucho nivel, llegar a la final ya fue un premio. Así que el segundo puesto me sabe a gloria y además creo que mi compañero se merecía el título; es bueno, me gustó que lo ganara".

Salvo esa última jornada, "muy estresante", de la experiencia le quedan muy buenos recuerdos, nuevos amigos y fuerzas renovadas para continuar el trabajo en su taller. Un oficio que, como tantas cosas, ha cambiado mucho desde que empezó con su padre hace unos 20 años. "Antes arreglabas un coche a base de herramientas, destornilladores, llaves... ahora necesitas mucho más" explica Iván. Formación y un reciclaje continuo; "yo diariamente me tiro de 35 minutos a una hora repasando cursos. Porque de un día para otro van saliendo cosas nuevas. Ahora ya no somos mecánicos, somos técnicos, tenemos que controlar ordenadores, mucho software. Necesitamos invertir muchísimo en formación y en equipos porque en muchos aspectos hay que utilizar más la informática que la mecánica pura".

La exigencia de conocimientos es igual para un taller de una gran ciudad que para el negocio de Iván, en El Cubo del Vino. Y así a todos los niveles. Lo sabe quien ha optado por quedarse en el pueblo, y con mucho gusto, pero a la vez reivindica un trato más equitativo. "No es lógico que a un emprendedor en un municipio pequeñito se nos exija exactamente lo mismo que a un taller en un polígono industrial de Madrid. Que nos faciliten un poco las cosas porque nos asfixian".

Con una clientela mayoritaria de agricultores y ganaderos, este mecánico rural justifica que "la mano de obra es más barata aquí porque tampoco puedes apretar a la gente, pero los costes para nosotros son los mismos". Es una de las razones por las que Iván pide que "se piense en los pueblos a la hora de legislar. Se les llena la boca con la España vaciada pero que piensen de verdad en la gente que vive en el mundo rural, que cuenten con ellos. Pero, claro, somos menos y tenemos la batalla complicada".

Aún con todas las dificultades Iván se queda, tanto que está pensado asentarse en El Cubo (ahora vive en Zamora). "Aquí la tranquilidad y la calidad de vida es infinitamente mayor" expresa.

¿El futuro?. "En el oficio lo tenemos muy complicado, no se hasta qué punto se va a acelerar la crisis y nos va a llevar a muchos (talleres mecánicos) por delante. Hay ciertas tecnologías que a los pueblos pequeños les va a costar mucho entrar. Por ejemplo, si en un pueblo tienes un coche eléctrico y surge una emergencia, ¿tienes que esperar horas a que se cargue? Es un poco complicado".

Eso mañana. El día a día de Iván está en su taller, haciendo un trabajo que le apasiona. ¿Vacaciones? "Llevo sin ellas no se los años pero bueno... Es que llega un fin de semana y al tercer día estoy que me subo por las paredes. Es que me gusta esto".

Tampoco añora otro lugar. "Me tira mucho la tierra, he estado fuera, se lo que hay, pero yo quiero tirar de lo mío".