"Una de las joyas del bordado carbajalino es el manteo, que se elabora con paños de Béjar y en cuyo bordado se suelen emplear una media de 960 horas". Guardo en mi memoria estas palabras que son auténticas sentencias de las señoras Maruja, Josefa, Remedios, Laura, Antonia, María y Soledad en un encuentro en su templo de la calle "Oro" hace ya alrededor de veintisiete años. De ellas aprendía que el paño del manteo mide 3,20 metros, es de paño de lana y tiene alternativas en colores: muy en particular los amarillos, aunque también los hay en rojo y en negro.

Los casamientos eran el día más importante para la mujer y moza albarina y en este caso se optaba por el manteo negro de raso y para cubrir la cabeza se utilizaba la mantilla que como el mandil eran bordados sobe terciopelo negro. Era día grande y como joyas estaban el tradicional colar de varias vueltas, bollagras con el Cristo barrigón, medalla de plata, -de oro la utilizaban las mujeres nobles del condado-, botones, gargantillas y gemelos. Tras el manteo de exterior está la precisa y a la vez preciosa "gabacha" que se borda en seda, sobre la que se cosen a mano, una a una , las lentejuelas preferentemente en dos formas: flores y grecas. Aunque lo normal es llevar el "dengue" en ocasiones se llevaba en su sustitución el llamado "pañuelo de hombros". El contraste da realce y belleza por eso desde la antigüedad había y hay unas premisas: Si la gabacha es negra el manteo habrá de ser rojo o amarillo y si el manteo es negro la gabacha sea amarilla o roja.

Mención especial merece la blanca camisa que en este caso es similar a las de Aliste, elaborada con tela de lino tejida en los propios telares artesanos. Esta prenda lleva bordados en azul los cuellos y puños, para los días de fiesta, y en negro, cuando moría algún familiar y se había que guardar luto.

En cuanto a los mandiles bordados con lentejuelas solían ser negros para realzar los contrastes con los manteos (nunca ambos de un mismo color). Bajo el mandil va el "bantal" o "avantal", utilizado antaño para guardar el pañuelo, la llave de la casa o el propio dinero. Atadas a la cintura y cayendo hacia atrás, de ahí su nombre, van las "caídas" unas veces de seda a secas y otras bordadas.