Un típico día de invierno recibió ayer a Pablo Rodrigo, el joven que el primer día del año ha tenido el privilegio de encarnar al Zangarrón en Montamarta. El frío y la niebla fueron los principales enemigos del diablillo en su infatigable recorrido por las calles de la localidad para pedir el aguinaldo. Un ritual que puso a prueba la capacidad y resistencia del joven, sin escatimar carreras y brincos para cumplir con la tradición.

Fue una mañana larga, desde que a las 6 horas comenzó el ritual de la vestimenta, muy laborioso, con la confección de los pantalones cosiendo dos toallas, calcetines y zapatillas para coronar con una colcha de cama como blusa.

Tras el recorrido por las calles, a media mañana el Zangarrón se dirigió a la ermita de Nuestra Señora del Castillo, este año por un recorrido excepcional al no poder pasar por la antigua calzada debido al agua que cubre la cola del embalse del Esla. La alternativa era la carretera, cruzando el puente, como todos los vecinos y curiosos que acudieron a contemplar la mascarada y se dirigieron hasta la ermita.

Durante la misa el Zangarrón se pudo dar un respiro sentado en el atrio del templo, mientras quintos, vecinos y autoridades, con el alcalde a la cabeza, asistían a la celebración. Como manda el ritual, el diablillo entró al final de la misa para hacer las reverencias y clavar las dos hogazas que después se repartieron entre el público.

De vuelta al pueblo de nuevo las carreras y persecuciones a los mozos con el tridente ante la mirada de los vecinos y espectadores que desafiaron a la fría mañana de invierno. El Zangarrón de Montamarta se repite el 6 de enero cuando un nuevo mozo, David Martín, tomará el testigo.