Chany Sebastián

Riofrío de Aliste dio ayer la bienvenida al Año Nuevo, manteniendo su más ancestral costumbre, la mascarada de "Los Carochos", declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 2002 por la Junta de Castilla y León.

Nadie quiso perderse ni se perdió la cita con la tradición y así disfrutaron a lo grande bajo el tronar de las cencerras y tenazas de escalera, entre luchas y peticiones de aguinaldos. Antiguamente la salida tenía lugar con los primeros rayos del alba, lloviese, nevase o hubiese una helada de mil demonios". Ahora se pospone hacia el medio día. tras la misa, si la hay, que hasta los curas rurales están ya en grave peligro de extinción.

La mascarada de los Carochos consta de 12 personajes, de ellos uno es una efigie de un niño y los once restantes reales (vivos) divididos en tres grupos diferentes bien definidos según su estatus o ritual: Carochos (Diablo Grande y Diablo Chiquito), Guapos (Madama, Galán, Cerrón y Tamboril) y los Ciegos (Molacillo, Ciego, Gitano y Filandorra). El del Lino, muy peculiar, suele ir por libre y no se le adscribe a ningún grupo: "La condición de pobre que pide limosna podría a favorecer la idea de integrarlo con los otros limosneros, gitanos y ciegos".

El ritual comienza vendándole la cabeza y muy en particular la nariz al Diablo Grande para evitar que le roce la máscara y pueda lastimarse, impidiendo que la carocha se mueva y le dificulte la visión o entorpezca la carrera.

Las "Fajas" (Diablo Grande) y las "Lías" (Diablo Chiquito) que fajan al Carocho en el pecho y la espalda habrán se apretaron bien para evitar que las cencerras varíen su estática posición y se golpeen entre sí, perdiendo el sonido característico y se hagan inservibles". Con mucho cuidado se pintaron de negro los rostros y manos de los dos diablos y se le ajustaron las botas con correas de cuero, mientras un experto revisó uno a uno los "Bilos" (de madera de jara) que engazan las tenazas de escalera que se abrirían una y mil veces a lo largo de la jornada. Hasta se comprueba el sonido de las cencerras que su "música" son melodía para los diablos.

El ritual de los Carochos se inició con el lanzamiento del cohete. El Diablo Grande y el Diablo Chiquito abrieron la celebración con su espectacular salida. El Grande siguiendo por la calle Fonda y el Chiquito se fue por otra adyacente para reencontrarse tras bordear la manzana de la antigua Casa Cuartel y ya continuas juntos hasta la casa del cura.

Desde la asociación cultural "Amanecer de Aliste" de Riofrío entidad organizadora de los carochos se señala que " nada es lo que parece en este rito. Detrás de las máscaras, inspiradas en animales, detrás de los estrafalarios personajes, de sus chascarrillos, crítica o irreverencias improvisadas, aparecen propuestas y lenguajes cargados de simbología y componentes mágicos que se remontan al pasado prerromano".

Y se incide en que "en medio del aparente desorden, los cencerros que cargan los dos diablos haciéndolos sonar durante toda la jornada, hay todo un recurso purificador de los males de la comunidad y posee un destacado interés antropológico". Un rito pagano que forma parte de las fiestas del Solsticio de Invierno o "ciclo de los doce días" que va desde Navidad a Reyes.

La principal amenaza para las mascaradas, en todos los pueblos, sigue estando en una preocupante y galopante despoblación rural que hace tambalearse el presente y no hace sino aventurar un incierto futuro. Tras años durmiendo el sueño de los justos (década de los sesenta) "Los Carochos" resurgieron del olvido y de su cenizas como el Ave Fénix en las fiestas de octubre de 1973 y desde entonces se han mantenido ininterrumpidamente. Tampoco se celebraron en 1937, 1938 y 1939 (Guerra Civil) y resurgieron en 1940 manteniéndose vivos en los años cuarenta y cincuenta.

Riofrío se prepara ya para conmemorar en 2023 tal hecho y rendir homenaje a quienes hace ya 46 años lograron hacer renacer los Carochos. Con vistas a este año uno de los objetivos es abrir al publico permanentemente en julio y agosto la Casa Museo de los Carochos.