La comarca de Aliste en España y la región de Tras Os Montes, en Portugal, viven desde la noche de los tiempos, entre San Esteban Protomártir (25 de diciembre) y el Año Nuevo (1 de enero) las mascaradas de invierno. Son ancestrales tradiciones pasadas de generación tras generación, que se resisten a morir porque son ya parte de la vida y de la historia.

Juan Francisco Blanco González, un alistano de pura cepa, amante de su tierra y de su tradiciones, director del Museo de "Los Carochos", de Riofrío, y autor de "Los Carochos: Rito y Tradición en Aliste" es el mayor experto en mascaradas, porque lo ha vivido desde niño y lo ha estudiado durante toda su vida. Sus palabras son sentencias: "Amo los Carochos porque los han visto unos niños que fueron los abuelos de mis abuelo. Cuestión casi genética" afirma parafraseando a Gabriel Miro. En la "Universidad de la Vida Juan Francisco dice lo que piensa y piensa lo que dice: sobre antruejos verdades como templos.

Las "Tenazas de Escalera" son parte imprescindible de los Carochos y Diablos alistanos, como utensilio de agresión. "Están construidas preferentemente, de madera de negrillo, muchos más pesadas que las de chopo, pero que, sin embargo, producen un sonido más contundente al cerrarse" dice. En el caso concreto de Riofrío están compuestas por ocho y algunas veces hasta diez palos (listones) cruzados, de los cuales, los dos primeros del extremo inferior son de más longitud. De esta manera no golpean nunca las manos del diablo al cerrase. Su remate consiste en dos cuernos de cabrio que convergen hacia el interior al extenderse la tenazas. Los extremos, lo mismo que el centro de los vástagos, van unidos por "bilos" de madera de jara.

Carocha, término del vecino Portugal, es como se denominó siempre en Aliste a la máscara, algo derivado gracias a su cercanía a Tras Os Montes, región con la que se comparten orígenes y tradiciones. Y de Carocha tomaron su nombre los Carochos, pues son dos, grande y chiquito. "Se construye en su parte frontal con una placa de corcho obtenido de los sufreros (alcornoques que crecen en número muy limitado en la Sierra de la Culebra. Se obtiene la corcha de alguna colmena ya en desuso o en avanzado estado de deterioro".

A lo largo del perímetro de la carocha se le adhiere, "clavándola con calvos o tachuelas la zamarra de una cancina o cordero negro con el rabo blanco de oveja autóctona Castellana Roya". En Aliste, a dicha oveja se le conoce como"ribranca" o "rebitajada", en alusión a las dos tonalidades de su lana, frente a las variedades "blanca" y "negra". Los dientes, de hojalata, están franqueados por dos "caneros" (colmilos) de "Verrón" (cerdo viejo) que están pintados de blanco.

En las Tierras de Aliste un antiguo refrán identifica al diablo con el macho cabría: "Cuando el cabrero besa al chivo, besa al enemigo". Mucho más antigua es la creencia popular hebrea y cananea recogida en el Levítico sobre que Azabel, el demonio, vivía en el desierto y se le obsequiaba con un macho cabrío.

Las "cencerras" de uso agrícola y ganadero son otra parte unida a los demonios enmascarados alistanos: "Un instrumento ideófono que se cuelga del cuello de los animales de ganado vacuno, ovino y caprino para señalar su posición en la campiña durante el pastoreo extensivo y así evitar que se extravíen".

En Aliste aparte son protagonistas en los antruejos y en las "Cencerradas" que se hacían por las calles de los pueblos cuando los "viejos" se casaban con mozas (jóvenes) y si había matrimonios entre cónyuges viudos o en segundas nupcias.

El Diablo Grande suele portar entre cinco y siete "cencerros machos" (medianos y negros) dependiendo de la corpulencia del mozo y por tanto de su espalda. Los tipos cambian antaño la talla media era de 1.60 y hoy pocos baja n de1.80. el Diablo Chiquito porta entre 12 y 15 "cencerras hembras" conocidas como "claretas" o "llorinas".

Para Juan Francisco Blanco González: "Esta composición no es caprichosa o tomada al azar, sino perfectamente calculada para armonizar o conjuntar los sonidos, dándoles una composición coral; buscando el contraste de sones (seco y alegre) que los lugareños llamamos arremedar, como si las cencerras se contestarán unas a otras en un diálogo musical".

Los antiguos vaqueros y reveceros, pastores y zagales alistanos reconocen que "Las cencerras no eran solo algo decorativo. Cuando se nos perdía una res de vacuno, caprino o vacuno por el sonido sabíamos donde estaba y si era hembra o macho".

Su clasificación se hace por tamaños, en sentido descendente. La"Mediana" es la de mayor tamaño y con sonido más grueso, para las vacas. Luego está la "Recorta" de un tamaño medio (aproximadamente una cuarta) y la "Piqueta" que es la menor.

Así mismo tienen distinto género: la "cencerra" (hembra) es menor y un poco más ancha abajo que arriba. El "cencerro" (macho) es de mayor tamaño y por el contario más ancho arriba y más estrecho abajo. De esta manera el macho produce un sonido más seco (fúnebre) y la hembra más alegre.

Cree y así lo afirma Juan Francisco Blanco que "Los Carochos son una ceremonia viva, cambiante, que se va adaptando a cada época, que se transforma y bulle al ritmo del tiempo". Para sentir y entender la magia de los ancestrales Carochos de Riofrío no hay como presenciarla, vivirla, y ante tanto ritual a veces sembrado de dudas y preguntas las respuestas las tienen los vecinos y muy en particular las personas mayores y Juan Francisco. El mismo demonio (diablo) no deja de ser un elemento religioso, la contraposición a Dios.