Al paso del cortejo de Visparras, Talanqueiras, Cura, Ciego, Filandorra, Calantroñas y Morenos vestidos de soldado, el pueblo de Vigo quedó casado y bien casado con la tradición del solsticio de invierno. Sin retraso la comitiva de la Visparra salió de la Ermita de Gracias hasta la iglesia parroquial, donde el cura vacacional de estos últimos cinco años, Francisco Gallego, preparaba nuevos esponsales, aunque con dificultad porque "tan buena mano he tenido con las parejas creadas, que ya no quedan solteros que no hayan sido elegidos" a ojos del padre "Paco". No quedan jóvenes a los que casar a corto plazo con tanta boda preparada.

"Los pobres que tienen cuelmo con los ricos de pizarra" para que quede claro que estos convenios de pareja no son interesados, sino interesantes. Álvaro que se prepare que "es un buen mozo con una de coche y bolso". A golpe de rima salieron liados José Aurelio, Eva, Diego, Oscar o Carlos, o el mismísimo Sergio.

Las rimas son más suaves que antaño, donde los noviazgos pronunciados desde el campanario terminaban en más que jarana, del contar del padre Paco "que tiraban a dar". Tras el paso por la iglesia la comitiva siguió de casa en casa para recoger el aguinaldo que entre todos se comparte como manda la costumbre. En el puente medieval de Vigo toda la comitiva adoptó la mejor postura para dejar la impronta en la decena de cámaras y teléfonos que inmortalizaron el cuadro escénico del invierno.

En cada puerta se cosechaba unos chorizos y algunos reales de a "euro" para el festejo. En fin "amigas y amigos que estáis o visitáis este pueblo tan querido, también lo que pretendemos es xixa para el garabito". Las talanqueiras envestían a todo el personal, con el futuro asegurado en el más joven, Martín, que se merece otro monumento junto a la Escuela por completar un recorrido más que largo pero que da visibilidad a todo el pueblo, desde el Barrio Alto al Barrio Bajo. Y a coro agradecieron a cada vecino su generosidad y buenos deseos "esta casa sí que es casa..." de aguinaldo y de postín. No faltó, junto a los chorizos, una caja de los famosos bombones.

Y con tanto correr la Visparra, el peor parado del recorrido, que no fue por caer al río, fue el ciego, que al cabo se vio arder entre sus estopas. En las escuelas, esperaba el hombre de escobas listo para arder de la mano de la Filandorra, maestra de ceremonias que cada año está más joven y más guapa. Y sin mucho frío tras el recorrido, el público disfrutó de un tentempié caliente de chocolate y churros.