Sobre las seis y media de la madrugada, no hay un alma en las calles de Sanzoles. La noche y la niebla son el decorado en la plaza de la iglesia, donde dentro de unas horas no cabrá un alfiler. La actividad, sin embargo, late en dos lugares concretos: la bodega de los quintos, con un trajín incesante de jóvenes y mayores, y la otra bodega, la que "vestirá" al Zangarrón para una larga y emocionante jornada. Es 26 de diciembre, día de fiesta y tradición.

Allí dentro ?buena lumbre, buen espacio? alguno que otro de los congregados se salta el protocolo por milímetros. José Javier Sánchez, que actúa desde hace años como guardián de la celebración sanzolana, lanza una primera advertencia: "La tradición dice que ha de hacerse en silencio". No hará falta ninguna llamada de atención más. Porque todo a partir de entonces va a girar en torno a Diego Salvador, el joven llamado al protagonismo de la fiesta.

Mientras las cámaras de este diario registraban el ritual, Sánchez narraba los avatares preparatorios. Antiguamente, narraba, el Zangarrón se vestía con la manta de una mula. "No había posibles para confeccionar un traje", justificaba. No solo eso, sino que el improvisado traje se retiraba de la mula unas horas antes de la celebración y volvía a lomos del animal poco después.

A José Javier la afición le vino por un tío suyo, Casimiro, secretario del Ayuntamiento, que se encargaba de recoger los enseres del Zangarrón y custodiarlos cada año: la vara, la careta... Cuando tenía 17 años, recibió de su familiar el encargo de hacer lo propio. Hoy tiene 56 y habla con absoluta devoción de la celebración de Tierra del Vino. En estos años se ha creado una asociación para proteger la preciada herencia y un museo da la bienvenida al visitante que ha oído hablar de ese extraño personaje, protagonista dos veces al año.

Entretanto, las labores en torno al joven elegido avanzan, el traje será único: José Javier, con la ayuda de Antonio Domingo Prada, adaptarán, coserán... puntada a puntada la vestimenta con la que el Zangarrón sudará en una esforzada jornada, donde el ritual se cumplirá al milímetro. "Tienes que ser de aquí, tienes que haber nacido aquí, para comprender lo emocionante que es vivir esto", explican. A Diego Salvador le van colocando cada elemento, sin prisa, sin pausa, en torno al fuego que parece no consumir las brasas y nadie respira.

Esta vez, el Zangarrón ha tenido una visita muy especial. El tamborilero zamorano Luis Antonio Pedraza, presente durante el acto, ha querido dedicar la composición de su próximo disco dedicada a las mascaradas, "Winter Mask", a todo Sanzoles. Diego Salvador se pone la careta y todos escuchan. El Zangarrón, rostro hierático, permanece inmóvil. Ante el rítmico golpeo del tambor y los tonos agudos de la flauta, da la impresión de que quiere echar a correr, a hacer sonar los cencerros... Pero el aplauso pone el punto y final... de momento. Las sopas de ajo esperan.