La psicóloga y forense, miembro del Grupo de Trabajo de Atención y Prevención de la Conducta Suicida del Colegio Oficial de Psicología Castilla y León (CopCyL), María José Díez Alonso, puso de relieve que "es urgente un plan nacional sobre el suicidio" que incluya la presencia y formación de profesionales en Atención Primaria.

El objetivo de la Organización Mundial de la Salud era reducir un 10% la tasa de suicidios en todo el mundo entre 2013 y 2030, aunque los datos indican que "lejos de reducirse, están ascendiendo".

Díez participó este sábado en curso de formación para laicos que se desarrolló en los salones parroquiales en Puebla de Sanabria, organizado por el Obispado de la Diócesis de Astorga.

Al acto asistieron participantes de diferentes parroquias de la comarca para dar visibilidad a este problema. Un problema grave pero que está considerado "tabú", al igual que las enfermedades mentales, tanto por la sociedad como por los medios de comunicación. La experta definió el suicidio como "el acto con resultado letal" de un sujeto con "voluntad de hacerse daño y causarse la muerte".

Es necesario "hablar" de este tema porque es la segunda causa de muerte, por detrás de los tumores, entre los jóvenes de 15 a 29 años, convertidos en un grupo de riesgo, por falta de valores y un aislamiento en aumento por el uso del teléfono móvil y "la tendencia a la resolución de conflictos a través de las redes".

Pesan diferentes factores, aunque el económico está presente en un 79% de los casos cuando hay una acusada pérdida de renta o un desempleo prolongado. En el periodo más agudo de la última crisis económica hubo gente que se suicidó pero "también fue una oportunidad para reinventarse".

De acuerdo a los datos de 2016 en España se registraron 3.569 muertes por suicidio, es la primera causa de muerte entre los hombres 11,7 por cada 100.000 habitantes; y es más baja entre las mujeres 3,8 casos por 100.000 habitantes.

Están estudiados factores de riesgo son la edad, el fácil acceso a los medios, señales de aviso previas, es un acto reflexivo y hay una mayor vulnerabilidad ante eventos vitales, hay casos de prevalencia de trastorno mental, como trastorno afectivo, abuso de sustancias, esquizofrenias, trastornos de personalidad o trastornos de ansiedad, y trastornos de conducta alimentaria.

Los indicadores de una conducta suicida son la pérdida del sentido de vivir, verbalizaciones sobre la muerte, disminución de las relaciones sociales, abandono de actividades gratificantes e indiferencia ante los elogios. También son indicadores los cambios en el aspecto físico, el uso de medicamentos, drogas, circunstancias vitales traumáticas, desprenderse de posesiones y despedidas.

La espiritualidad y la religión, en este caso dentro de la religión católica, son factores protectores, diferentes estudios desde el siglo XIX constatan que los creyentes tienen una tasa de suicidio inferior. La creencia estimulante en una trascendencia, la imagen de Dios, el propósito de vida y autoestima y el modelo que representa para actuar ante el estrés y crisis subyacen a los valores espirituales.