La repetida y doliente imagen de barcazas repletas de personas cruzando el Mediterráneo o cargando con su vida en una maleta hacia países prósperos, esconde una historia personal. Tras la gelidez del dato hay un ser humano que añora una existencia digna.

El relato no es nuevo. Entre finales del siglo XIX y principios del XX muchos zamoranos abandonaron su hogar en busca de mejores oportunidades. El destino, una emergente América con generosa mano de obra. Argentina fue el lugar elegido por la gran mayoría de los 75 sayagueses -48 hombres y 27 mujeres- que entre 1899 y 1912 emigraron desde Fariza.

Lo constata la investigación llevada a cabo por Eduardo Velasco y expuesta en el XII Congreso de la Asociación de Demografía Histórica celebrado el pasado mes de septiembre en Oporto. Un trabajo que huye de las siempre recurrentes series estadísticas para hurgar en el aspecto humano con el ánimo de "tratar de abrir un poco los ojos ante la corriente xenófoba que inunda en general toda Europa y en particular nuestro país, a pesar de que hemos sido y seguimos siendo un país de emigrante" explica el historiador zamorano.

Por eso, el estudio sobre la emigración transoceánica en los albores del siglo XX enfatiza en el protagonismo de los individuos desde una escala local. En este caso un pueblo de Sayago y una fuente "inédita, preciosa y se puede decir que casi única en Zamora" como es el padrón de emigrantes que elaboró el párroco de Fariza en el año 1913 con una relación de todos los vecinos que emigraron entre 1899 y 1912. El estudio se ha enriquecido con la documentación de los libros sacramentales y las matrículas parroquiales, así como los protocolos notariales de la Escribanía de Bermillo de Sayago, a donde acudían habitualmente los vecinos de Fariza.

La comarca sayaguesa de ese periodo se caracteriza por un colectivismo agrario en un terreno pobre y de poca superficie, con la ganadería como principal sustento y un sector industrial testimonial. Este escenario de penuria explica el movimiento migratorio que "no se puede circunscribir a las décadas finales del siglo XIX e iniciales del siglo XX, sino que es una constante en Fariza" precisa Eduardo Velasco.

Como constata la investigación, la estructura de edades en el año1914 en Fariza revela la huella que deja la emigración en este pueblo sayagués, con un importante desequilibrio en favor de la mujer, especialmente en edades productivas, entre los 20 y 40 años. Tal es la razón de "un incremento importante en el número de hijos de madres solteras".

El perfil del emigrante que sale de Fariza a finales del siglo XIX responde a un patrón general, mayormente masculino, el 64% frente al 36% de mujeres y también en su mayoría solteros, (33 hombres y 18 mujeres).

En solitario lo hacen 10 hombres con edades comprendidas entre los 17 y 35 años, y 6 mujeres de 12 a 35. En general los emigrantes realizaban las largas travesías ultramarinas de forma conjunta, aunque procedieran de diferentes familias, "lo que explicaría que la adolescente Francisca Arribas Peña pudiera viajar a la edad de 12 años aunque desconocemos en compañía de quien" precisa la investigación de Eduardo Velasco.

Las anotaciones en el padrón de emigrantes elaborado por el párroco de Fariza en 1913 muestra también cómo hubo familias donde la emigración se produjo de forma escalonada. Es el caso de los hermanos Baltasar, Francisco y Catalina de Inés Alejo, y el hospiciano Eleuterio de la Iglesia, que parten entre 1909 y 1912. O los hermanos Ramos Pascual o los Calvo Ramos, siguiendo la misma dinámica de embarque en busca de mejores oportunidades.

Durante el periodo estudiado viajan también a América siete hombres casados junto a sus esposas y en dos casos parten padre e hijo. La investigación, en forma de crónica personal, identifica a las dos mujeres viudas que embarcan hacia Argentina, Jacoba Seisdedos (59 años y natural de Fermoselle) y Jacinta Matos Sendín, igualmente fermosellana que partió con sus 7 vástagos, 23 años el mayor (Vicente) y 11 la menor (Leonor). "Aunque no disponemos de datos fehacientes, es probable que ambas mujeres acudieran a partir del efecto llamada de otros familiares fermosellanos que les precedieron en el tiempo" sostiene Velasco.

Parece evidente que unos familiares abren camino a otros en la travesía desde los puertos gallegos y que, "en general, tiene carácter endogámico". En una población de 454 habitantes, según el padrón de 1912 en Fariza, repartidos entre 134 núcleos familiares, el contingente de emigrantes procede de 42 familias diferentes a lo largo de trece años.

Las huellas de la partida se constatan muy claramente en el matriarcado, como se deduce de la estructura de los hogares en 1912, con una mujer al frente de la cuarta parte de ellos en el pueblo.

El padrón parroquial refiere aspectos "íntimos" como la comunicación entre el emigrante y su familia, que "solía ser una práctica habitual. O la preocupación de las familias por el devenir de sus parientes en Argentina. Ya sea en Ingeniero White, Buenos Aires, Bahía Blanca, Balcarce, La Plata o Totoras. Tan solo un emigrante de los 75 de Fariza habría elegido La Habana (Cuba) como destino.

La investigación de Eduardo Velasco revela datos singulares como la financiación del pasaje y sus pormenores, "donde la familia tenía un papel determinante". "Es otra de las similitudes con la situación actual, sin un apoyo familiar no es posible emprender el viaje".

Se demuestra, por ejemplo, en el testamento que otorga Vicente Iglesias Trufero, el 12 de diciembre de 1906, donde declara que a su hijo José Iglesias Pordomingo "le tiene entregado quinientas pesetas para el pasaje a Buenos Aires, de las cuales solo le tiene devueltas cincuenta; por consiguiente, el resto solo se le tomará en cuenta en su hijuela".

Las partidas a América, generalmente desde puertos gallegos, son significativas a principios de siglo, especialmente con la aprobación de la Ley de Emigración de 1907 que "reconoció de una manera clara y concreta la libertad de todo español para emigrar".

¿Y el retorno? En el periodo estudiado se ha podido constatar la vuelta de 18 de los 75 emigrante, "aunque no podemos confirmar que fuera definitivo, sí hemos podido corroborar que algunas de estas personas viajaron en más de una ocasión". Y el tiempo de estancia en Argentina de los retornados es de 5,7 años.

Allí se empleaban fundamentalmente, "ellos en el campo, en labores agrícolas y ganaderas, y las mujeres en el comercio y los hospedajes. Los sayagueses son muy dados a abrir tiendas y en América por aquella época había oportunidades" precisa el investigador.

Eduardo Velasco ha trazado una historia humana, en ciertos aspectos íntima, sobre un fenómeno especialmente significativo en el oeste zamorano, coincidiendo con las comarcas más deprimidas. La emigración transita hoy junto a una corriente xenófoba que llega a ser sonrojante solo con hacer memoria. Lo recuerda Eduardo Velasco. "Entre 1830 y 1915 en Europa se contabilizan en torno a 50 millones de emigrantes; por eso, ahora que nos quejamos tanto hay que pensar que estamos en el continente con mayor emigración contabilizada a lo largo de la historia".