Fue una tarde soleada y con viento propia de primavera a la vera de la Sierra de Cantadores: 3 de mayo de 1996. Llegué hacia las 5 de la tarde a "La Era" de Losacio y mientras hacía unas fotos a la Virgen del Puerto, llegó mi buen amigo Aurelio Tomás Fernández y me presentó a su acompañante el "señor José" (Campo Alfonso). La primera impresión no engaña y también yo creo que la cara es el espejo del alma. Nos estrechamos la mano y, lo confieso, allí conocí una de las personas más sencillas y humildes y más grandes de corazón desde que en 1989 llevo recorriendo Aliste, Tábara y Alba para contar al mundo sus grandezas y cuitas, sus sonrisas y lagrimas. A partir de ahí en cada reunión yo, Chany, era el benjamín, y el señor José, el abuelo y decano. Jamás, y digo jamás, vi una mala cara, ni una palabra fea en él. Sus palabras eran sentencias.

Durante los ochos años de alcalde cita obligada era la nuestra en la romería de la Virgen de Puerto, también luego, pues nació una amistad y para mi, cada 3 de mayo, aparte de realizar mi trabajo para La Opinión- El Correo de Zamora, era poder volver a saludar al señor José.

Le contaba yo mis historias de niñez donde mi abuela decía que Losacio era un pueblo muy importante y me refrendaba él, emocionado: "Aquí cuando había feria esto parecía Zamora, pero la gente joven tiene que irse lejos a buscarse la vida y nuestros pueblos pronto o tarde se quedaran sin gente".

El señor José lo dio todo por su pueblo (Losacio) y por su tierra (la comarca alistana, tabaresa y albarina). Quienes le conocimos y le tuvimos como amigo nos sentimos orgullosos de él y su labor social, humana e institucional. Él es ya parte viva y eterna de la historia de los pueblos y gentes de Aliste, Tábara y Alba. Como alcalde y como persona usted señor José puso lo que pudo por esta tierra. Descansa en paz amigo.