Tomás Castaño Fernández es una de las personas más peculiares que ha dado la tierra alistana. Seminarista, militar, pastor, taxista, cartero y agente del Icona. Hoy con 93 años se encarga de la estación meteorológica "María Pinta"

-¿Recuerda en qué años se hicieron las repoblaciones forestales en Aliste?

-Pues claro. En Gallegos del Campo en 1958 y en Vega de Nuez en 1960. Los obreros eran de estos pueblos y de El Poyo y San Cristóbal. No sólo los adultos iban a trabajar, también los rapaces, sin haber terminado la escuela, a ganar el jornal, aunque su función era la de pinche: llevar el agua a los trabajadores, embarrar la planta y transportar los pinos hasta su hoyo. En primavera nos dedicábamos a quitar los bolsones de procesionaria a mano y quemarlos en el terreno o a sulfatar los pinos con fuelles y sin apenas protección, para tratar los gusanos de Dioryctria splendidella que se comían las yemas de los pinares e impedían su crecimiento. Nunca pasó nada, no se como no acabamos envenenados todos. Hoy día me siento orgullosos de aquellas repoblaciones que tantos beneficios económicos están dando últimamente a los pueblos donde hay pinares. Cada vez que hay un incendio como los de Vivinera, Sejas, San Mamed o Latedo se me cae el alma, sufro mucho, he llegado hasta a llorar al ver sucumbir bajo las llamas los pinos que plantamos hace ya más de sesenta años.

-¿Cómo viven los efectos del éxodo rural y la despoblación?

-Mal. Muy mal. La mayoría de los que quedamos somos personas muy mayores. Los jóvenes estudian y tienen que buscarse la vida lejos de esta tierra.

-¿Antes nevaba más y más a menudo?

-Desde 2002 llevo recogiendo los datos de precipitaciones y temperaturas en "María Pinta" de Alcañices y cada día que pasa me doy cuenta de lo cambiante que está el clima en los últimos años. Dice el refrán que año de nieves año de bienes y razón no le falta. Las nevadas duraban 15 días y para que el ganado pudiera salir y comer algo había que desnevar las cortinas sembradas de ferraña y los prados de siega. Las copiosas nevadas de entonces, de espesores considerables, incomunicaban los pueblos. Así en Alcorcillo unos vecinos abrían sendas hacia Tola, otros hacia Alcorcillo y Rábano y los de los pueblos cercanos hacia nosotros.

-¿Tan distinta era la inverniza con respecto a ahora?

-Mucho. Los inviernos eran muy duros y por Santa Irene, el 20 de octubre, ya había heladas y nevadas y el frío se mantenía hasta mediados de marzo: por el Cristo de San Vitero. Los veranos eran muy cortos, pero muy calurosos y las tormentas veraniegas eran diarias, fastidiando las parvas. De ahí, que sequía no había, los ríos y arroyos siempre traían mu cha agua y en ellos abundaban las truchas y las anguilas. La primavera más seca que recuerdo fue la de 1950. En febrero dejó de llover, los prados no echaban hierba y la poca que había se agostaba, pasó que hubo que meter las vacas en los prados de siega para que aprovecharan la poca que había. Pero en junio, mes en que se segaba y recogía la hierba que ese año no había, arrancó a llover a lo loco, no paró hasta mediados de julio, y luego hubo que segarla y recogerla en agosto.