La sorpresa fue supina para los cazadores que celebraban el éxito tras una jornada de caza rematada con el ciervo tendido en el suelo. No podían dar crédito a lo que veían. Solo unos instantes después de abatir la res de un certero disparo, y de certificar su muerte, alguien despojó al cadáver de la cabeza, dejándoles el cuerpo del venado sin el tributo más preciado: el trofeo.

Ocurrió hace unos días en un coto de La Carballeda. Cuentan que los monteros perdieron la pieza porque tuvieron que regresar hasta el vehículo para coger el cuchillo campero que todo cazador de crédito porta consigo para desollar y trocear el animal abatido. O para rematarlo si es que está herido. Alguien que vio el lance cinegético y el buen resultado, y que llevaba las herramientas precisas encima, aprovechó este puntual abandono para hacerse con un trofeo, parece ser, de buena homologación. O bien conocía el rango del noble animal, o se percató de que el ejemplar lucía una ramificada y soberana cuerna y merecían la pena una captura tan regalada. Fueron a por el cuchillo y volvieron "a todo correr". Pero llegaron tarde.

Las reglas de la caza son estrictas en cuanto al que hace sangre o mata una res, y el que abate un ciervo recoge su coronación. Paga por ello, espera a la temporada de caza y sufre las pertinentes andanzas y desvelos. Cuando le va bien, llena el morral de sus experiencias con un episodio memorable, enriquece su palmarés y el valor de sus narraciones en un sector de mucho verbo incierto. Esta vez el episodio es de incredulidad.

Pero en Zamora, según afirman gestores cinegéticos, entrar en los cotos de otros a matar, es una práctica conocida. Como lo es furtivear.

El caso de La Carballeda ronda la alucinación por la rapidez con la que se desarrollaron los hechos y la osadía mostrada por el autor o los autores. "Me gustaría ver la cara que quedó al cazador cuando vio el ciervo sin cabeza" comentan quienes conocen el caso.

De ser ciertas las palabras de quienes pregonan el caso, la cabeza fue adquirida por otro cazador que, sin mancharse ni gastar una bala siquiera, puso el precinto al trofeo y confirió al rapto un sello de legalidad. Queda entregárselo a un taxidermista, que lo dejará como una joya y listo para la exposición y la contemplación de propios y extraños. La explicación de la caza del ciervo carballés tendrá matices más pícaros que monteros, pero el propietario adobará el lance con los ingredientes propios de la gran caza. Todo lo contrario al cazador que vivió en La Carballeda algo insólito, y que también hablará del ciervo que, el boca a boca, dice lucía unas 14 puntas.

La caza del ciervo en la provincia de Zamora despierta el interés de gran número de cazadores a sabiendas de que esconde los mejores trofeos en campo abierto, lejos de cercones donde se alimentan como las reses domésticas. Son animales forjados en unas duras condiciones porque comparten hábitat con el lobo, el corzo y el jabalí, y donde la fauna salvaje anda más que despierta porque hay que sobrevivir en la dura predación.

Este ciervo carballés murió tras unas semanas de berrea y luchadera, de competencia con el resto de los machos que tratan de imponerse en la intensa etapa del celo. Se destaca que el trofeo mostraba unas cuernas prodigiosas, una roseta notable y todos los elementos formados para causar sensación.