A sus 33 años y camino de ser madre por primera vez, la alistana Irene Hernández Piriz se propone cada día mirar el futuro en positivo. Está ilusionada, encantada de vivir en el pueblo y le gusta su trabajo como farmacéutica en Mahíde. Tras el paso por Madrid y dos años en la farmacia de Alcañices, no cerró puertas a la oportunidad de tener su propia oficina farmacéutica, a 20 kilómetros de su casa, en su tierra y con su familia. "Es lo que me gusta, aunque la situación es fastidiada; ahora estoy aquí, pero no se qué va a pasar dentro de cuatro años porque nadie te garantiza que las cosas se pongan mejor".

Irene es titular de una de las 161 farmacias abiertas en la provincia de Zamora, más del 65 por ciento repartidas por territorio rural y 39 catalogadas como VEC (en situación de viabilidad económica comprometida). Se consideran así aquellas farmacias que no alcanzan la facturación pública mínima fijada por ley y se les aplica el Índice Corrector de Márgenes (ICM), una ayuda económica para garantizar su sostenibilidad.

El imparable despoblamiento y una no menos acelerada caída del precio de los medicamentos ponen en entredicho el futuro de una de cada cuatro farmacias en la provincia. O lo que es lo mismo el 25% necesitan ayuda para poder mantener su actividad, un porcentaje solo superado en España por la provincia de Soria (que roza el 30%) y Navarra.

No acaba ahí el problema. Tras las VEC existe otro grupo de farmacias en el límite de rentabilidad que pronto puede empezar a pasarlo mal. Lo sabe el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zamora, ya inmerso en un "trabajo prospectivo" para valorar la situación. Semejante panorama destierra aquella idea preconcebida de que tener una botica es una bicoca. "Las farmacias venían de una situación y ahora estén en otra; ha habido medidas que han recortado mucho los honorarios y ahora estamos en una coyuntura mucho más débil económicamente, tanto que a algunas hay que ayudarlas para su sostenimiento" explica Juan Prieto, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Zamora.

"Si bajan los precios, si se llevan los medicamentos con cierto margen a los hospitales, si ademas las guardias no se cobran y encima pierdes población, al final lo que hace la gente (farmacéuticos) es que en cuanto termina de pagar la farmacia se va porque la situación es insostenible".

Es la opinión de Roberto Hernández Gómez, titular de la farmacia de San Miguel de la Ribera desde hace 27 años, cuando el pueblo rondaba el medio millar de habitantes. Hoy no llega a 300.

"En todo este tiempo se han ido cerrando las tiendas, la panadería, el estanco, la escuela, el médico viene tres días, el secretario parecido, el sacerdote incluso menos... Todo se ha ido perdiendo". La farmacia resiste, aunque el profesional vallisoletano está convencido de que la de San Miguel "se acaba conmigo".

De momento los vecinos de La Aldea saben que a diario, mañana y tarde y los sábados por la mañana, pueden ir a buscar medicinas a un coqueto y pintoresco edificio. "Hoy en día es un puesto de trabajo, ni más ni menos, que requiere una dedicación exclusiva. No puedes faltar ni un día y eso quiere decir que cuando se te muere un familiar o surge cualquier compromiso estás ante un problema porque a ver qué haces con la farmacia" cuenta este profesional desde la comarca de La Guareña que, como muchos de sus compañeros, no conoce vacaciones desde hace años.

"Las leyes de ordenación garantizan a todo el mundo una farmacia a 10-15 minutos de su casa y los servicios de urgencia son un esfuerzo muy grande para el farmacéutico, por eso no sería una mala opción que se remuneraran para ayudar a sostener los negocios" opina Juan Prieto.

Se acabaron los tiempos en los que se podía contratar a una persona; el volumen de negocio no lo permite. "Desde luego que la despoblación influye, pero con las bajadas de precios que llevamos sufriendo de forma continuada desde hace una década esto es inviable. En un año hay medicamentos que pueden bajar un 70 por ciento y el margen de beneficios disminuye en la misma proporción; además, más de la mitad de lo que vendemos vale menos de 3 euros" explica Roberto Hernández.

Según este profesional, "con los precios de hace diez años probablemente no se cerraría ninguna farmacia, pero así esto no aguanta y desaparecerán muchas más. Solo doy un dato: se factura a la altura de hace 16 años y los gastos se multiplican. No salen las cuentas". A las boticas rurales la bajada en el precio de los medicamentos les afecta en mayor medida porque tienen un alto porcentaje de venta por receta.

Miriam García Herrero regenta la farmacia de Fuentespreadas desde hace casi 20 años. Natural de la provincia de Salamanca, la profesional vive en este pueblo de la Tierra del Vino, "encantada", pero también preocupada por la "incertidumbre".

"La bajada de precios nos ha afectado muchísimo y en noviembre viene otra gorda. Si a eso le sumamos la despoblación, pues las cosas se nos ponen complicadas". Esta farmacéutica calcula en su zona de actuación una pérdida de habitantes "de 12 a 15 al año, si lo multiplicas por 20 es una barbaridad. Y el que se va no vuelve".

Madre de una niña, a Miriam le gusta vivir en Fuentespreadas y sus vecinos, felices de tener farmacia en un pueblo donde también sobrevive la escuela. A diferencia de otros profesionales, el boticario debe estar al pie del cañón mientras está abierta la farmacia, no se deslocaliza y al final es la única figura sanitaria que permanece en el pueblo, sino todo el día sí durante buena parte, y tiene un contacto directo con el paciente. "Es una población mayor, con mucha demanda de medicamentos, en muchos casos muy envejecida, sin disponibilidad de vehículo y no tienes más remedio que echar una mano" argumenta Roberto Hernández.

Una mano que trasciende las competencias sanitarias. Por la farmacia pasan personas mayores para pedir las cosas más peregrinas, desde interpretar una carta del banco, programar la televisión, reiniciar el móvil, pedir cita con el médico, contar las cuitas y dudas en torno a una herencia o intentar aclarar las cartas de Hacienda. "Somos el hijo o el nieto que no tienen cerca" resume Irene Fernández. "Tienes tanto trato con las personas que al final confían en ti y se sinceran a todos los niveles".

Es la función social del farmacéutico, la que no consta en su currículum ni vale para la cuenta de resultados, pero de crucial importancia en pueblos donde más del 80% de los vecinos son jubilados y un buen porcentaje de ellos octogenarios y con los hijos lejos.

Lo sabe muy bien Irene Hernández, acostumbrada a ver pasar por la farmacia a personas mayores. Lógico cuando en todo el área que abarca esta profesional -Mahíde, Las Torres, Pobladura, Boya y San Pedro de las Herrerías- tan solo vive una familia con tres niños.

"La despoblación hace mucho daño a todos los niveles y nosotros no somos una excepción. Se habla mucho de los pueblos, de la España vacía pero a la hora de la verdad no ves que hagan nada para que esto remonte". La gente o se marcha o se muere, no hay nacimientos ni nuevos pobladores, por eso, a pesar de haber comprado la farmacia hace poco más de un año Irene ve más que seguro que "no acabaré jubilándome aquí".

La situación es distinta a la que vive Berta Gómez Vicente, 33 años, farmacéutica de Corrales del Vino, municipio donde confluyen el centro de salud, una residencia del ancianos, aún hay cierto dinamismo económico y una población cercana al millar de habitantes. Con tales mimbres la actividad es mayor en esta botica que Berta gestiona con su pareja, Fernando Rodríguez, padres de una niña de dos años.

Aunque la despoblación no es tan grave como en otras comarcas, sí es común la alta tasa de envejecimiento. Y como sus compañeros, Berta Gómez acusa la bajada de precios y teme la anunciada para noviembre. "A los que tenemos hipoteca nos asusta, antes parecía que todo el mundo se forraba con una farmacia y hoy de eso nada; las medicinas bajan cada vez más, no valen apenas" explica esta farmacéutica salmantina asentada en Corrales.

"Hay farmacias de traspaso en pueblos pequeños que no merecen la pena. Aquí se mantiene por el centro de salud, la residencia, todavía está la caja, el colegio, la guardería.. si fallara algo veríamos a ver. La incertidumbre inquieta mucho" confiesa Berta Gómez.

Una inquietud alimentada además por el debate sobre la reorganización de Atención Primaria en el medio rural que proyecta crear unos consultorios médicos «agrupados» y otros «de referencia» en los pueblos que atiendan «a la demanda» a los pacientes.

Un debate en el que quieren estar presentes los farmacéuticos como apunta el presidente del Colegio de Zamora. "Deben de contar con nosotros porque también nos afectan las decisiones que tomen y sería conveniente que se refuercen los consultorios donde están las oficinas de farmacia" defiende Juan Prieto.