Cuando caminaba hacia el pueblo, desde la ventanilla del coche, observaba el paisaje agostado, perdido, sin horizonte y en seguida acudieron, como si de un acto reflejo se tratara, palabras hermosas, cargadas de angustia, de Antonio Machado. Zamora iba quedando a nuestra espalda entre grises colinas y cerros pelados. Zamora que guardaba antaño la puerta del Reino de León como una barbacana hacia los reinos moros. El paisaje silencioso y solitario lo invade todo, la desafección humana ha traído el abandono de usos y costumbres, la pérdida de la ganadería y, en definitiva, el abandono de los espacios que habitan. Es la horrible plaga de la despoblación a la que nuestros pueblos se enfrentan.

Por todo esto, al llegar al pueblo sentí una especial emoción, quizá por mi condición de hombre de pueblo, al comprobar que también se apostaba por un acto cultural acogiendo un arte que ya es universal y reconocido en el mundo entero, aunque por desgracia sea en nuestra casa, es decir, en nuestro país donde menos apreciado está. Recuerdo de nuevo palabras de Antonio Machado: "Castilla miserable, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora".

Sin embargo Fuentespreadas ha incorporado ya a sus fiestas una manifestación cultural de este tipo, no todo van a ser las discutidas y agresivas discotecas móviles que tan de moda se han puesto. Pero vayamos al flamenco que fue lo que nos convocó en aquel pueblo. En primer lugar actuó el Niño de la Leo con un solo de guitarra por bulerías, con un toque primitivo y bullanguero muy poco atractivo, basado en el toque "pa abajo", es decir, pulgar y rasgueo, que sin duda es efectista, pero nada estético.

Continuó la actuación con Macarena "La Negra". Siempre he dicho que el cante flamenco debe de tener cuatro cualidades esenciales, entonación, afinación, compás y vocalización. Cuando fallan sobre todo las dos primeras, se grita, que fue lo que sucedió, aunque el público la premió con fuertes aplausos, lo que quiere decir que agradó su actuación. Quiero aclarar que presentarse como gitano o gitana no es garantía de nada, en Jerez y Cádiz todos son gitanos o de alguna saga, sólo se canta bien con las cualidades antes mencionadas, aunque algún gitano haya roto el esquema con una sobrecarga emocional que rompe moldes. Comenzó Macarena por tonás, para seguir por alegrías, soleá, tangos y bulerías, siempre tamizados los cantes por el aire salinero y gaditano. Al final, su marido y palmero hizo una colaboración por fandangos.

La segunda parte supuso un cambio radical. Comenzó Rafael Rodríguez con un solo por malagueñas, preñadas de jondura, profesionalidad y buen oficio, que fue muy aplaudido por el público. A continuación salió David Palomar, cantaor de un oficio impecable, que sabe muy bien lo que hace, dominando la técnica, se nota que ha sido cantaor de atrás, para bailar, y eso le da un dominio del compás extraordinario, sobre todo en los cantes de Cádiz, con el recuerdo siempre de Chano y Pericón. Alegrías, tangos festeros, desde Manolo del Mentidero al Piyayo, pasando por la mariana, para continuar por seguiriyas, más tangos de las Mirris y por último la soleá, Alcalá, Triana, Utrera, pero sobre todo Cádiz.

Al final, fin de fiesta por bulerías, con un público agradecido y entregado a los artistas, a su Ayuntamiento y a Isaac Garduño que pone el corazón y el alma en actos de este tipo.