El 4 de octubre la autoproclamada como "España vaciada" está llamada a realizar un paro de 5 minutos, a las 12 del mediodía. Es el clamor de los territorios golpeados por la despoblación, muchas comarcas y pueblos en vías de extinción que se niegan a desaparecer.

Desde la comarca de Sayago cinco mujeres, de Moralina, Argañín, Torrefrades, Monumenta y Moral, escenifican el dolor ante la imparable decadencia de los pueblos. Mujeres enlutadas, militantes del mundo rural porque viven y trabajan en sus pueblos los 365 días del año. Nadie mejor que ellas para escenificar la preocupante deriva que toma en medio en el que habitan.

Se han involucrado en este proyecto porque no quieren que algún día las campanas acaben encordando (toque por un difunto) por Sayago. Porque, como transmite el vídeo, "cada vez que alguien se ve obligado a abandonar la comarca, deja un vacío que ya nadie ocupará". Por eso, esta sencilla y sobrecogedora representación, grabada en Monumenta de Sayago, quiere ser una llamada de atención y también a la reflexión para que la sociedad se pare a pensar, "aunque solo sea cinco minutos", por el mundo rural y "por la dignidad de quienes vivimos en los pueblos".

La idea partió a raíz de la iniciativa promovida por la Coordinadora de la Revuelta de la España Vaciada, que el próximo viernes, 4 de octubre, ha llamado a un parón de 5 minutos para alertar sobre el problema de la despoblación y los efectos devastadores que está generando en una parte importante del territorio.

"Ese día puede pasar un poco desapercibido, por eso pensamos en algo propio nuestro de Sayago que llamara la atención. Puede que la gente piense que es muy negativo y hasta tétrico, pero es que es la realidad de muchos pueblos. Después de los Santos y hasta que vienen las golondrinas, en marzo, aquí no aparece nadie" cuenta una de las participantes.

Hartos de mensajes vacíos y que en muchos casos no van más allá de una buena intención, los habitantes de los pueblos quieren políticas de equilibrio, justas, que no abandonen la mejora de infraestructuras y garanticen unas telecomunicaciones dignas para poder mantener los negocios en los pueblos y no magnificar una brecha digital que les apee definitivamente del progreso.

En ese contexto Pablo Guerra, vecino de Monumenta, toca las campanas por un difunto que no lo quiere ser y en un funeral que nunca debe ocurrir. Es la voz de un mundo rural que se reivindica.