Maribel Andrés Llamero recorría las mismas calles por las que tantas veces corrió jugando al rescate y a otros tantos juegos de niños. A su lado su familia, de gala, como si fuera una boda. Era un bautizo, el de Autobús de Fermoselle, el último libro de Maribel Andrés Llamero y era su pueblo, Manzanal del Barco.

Subió desde el Ribote hasta la Plaza Mayor. Cuestas que antes se hacían con la bici y que recorrió con ese hormigueo en el estómago que se tiene siempre antes de una cita importante. Por el camino hubo tiempo para repasar mentalmente historias, para recordar andanzas de otros tiempos que el tiempo no es capaz de borrar.

Había alboroto, jolgorio y mucha gente que tomaba la misma dirección. El Centro Cultural de Manzanal del Barco se llenó con más de un centenar de vecinos, la mayoría sentados, unos pocos de pie porque ya no quedaban más localidades. El municipio de Tierra de Alba, que ha vivido en la última década una época prolífica de libros sobre el pueblo o con cierta relación con él, no había visto tan lleno su centro neurálgico.

En la puerta muchos saludos no sólo a ella sino a sus padres, tíos y abuela. Esos reencuentros de verano que en esta ocasión además vienen acompañados de una cita ineludible.

Por el camino que separa la entrada del escenario muchas caras conocidas de esos amigos de la infancia que siguen manteniendo la tradición de pasar el verano en Manzanal del Barco. Algunos con niños pequeños, otros recién casados y otros sin poder acudir pero muy presentes durante toda la presentación porque fueron recordados por la autora.

El primero en tomar la palabra fue Braulio Llamero, el escritor más prolífico que ha dado Manzanal y a su vez cicerone en la presentación de un Autobús de Fermoselle que se acabó en cuanto acabó el acto. Bolígrafo en mano, los padres de Maribel fueron apuntando los pedidos, más de una veintena, que esperarán impacientes para tener en sus manos. Braulio alabó a su sobrina dejando claro, desde un inicio, que no era la consanguinidad lo que le hacía hablar tan bien de un libro que ha cosechado el Premio Hiperión de Poesía.

Maribel dedicó los ejemplares a los vecinos que pasaban de uno en uno por delante de su mesa. Mensajes personales de quien tiene siempre una historia al menos con quien espera ansioso para leer el libro.

Este poema habla de Purita: "Los amigos todos habían huido, sin embargo a mi, con férreo brazo y sin violencia me guiaron ante aquel taburete" empezó a recitar la poetisa. Las lágrimas cayeron a borbotones por las mejillas de su hija, emocionada por el cariño que, muchos años más tarde ha quedado plasmado en un libro.

"Fue aquel pueblo isla primera que abarcamos con los pies y con las dudas". "Extraviamos en el monte a las abuelas, porque la libertad era perder las horas vagando solos". Cada frase iba golpeando en el interior de los presentes, recordando tiempos anteriores.

Los que ahora son abuelos y tienen a sus nietos crecidos recordaron aquellas tarde de meriendas con chocolate y noches al fresco peleando entre las ganas de los más pequeños y el reloj de la plaza que marcaba las horas. Quienes acaban de ser abuelos sonreían sabiendo que no pasó tanto tiempo desde que ellos eran los protagonistas de esos versos que todos los amigos de la infancia de Maribel escuchaban sabiendo que en cada letra estaba una parte de sus vidas.

La velada era tan animada y el público estaba con tantas ganas de seguir llamando a la añoranza que, casi sin darse cuenta, Maribel Andrés fue leyendo casi todos sus poemas, uno tras otro. No hubo preguntas pese a la insistencia de Braulio Llamero, no hacía falta porque todos habían retrocedido al menos veinte años en su vida y ya no estaban en ese Centro Cultural de Manzanal del Barco y el verano, que ya va tocando a su fin, no se acababa como casi nunca se acababan los veranos de antaño.