fiestas y ferias de San Mateo se celebraban ya en Alcañices cuanto menos hace 288 años a tenor de los manuscritos que a ellas hacen mención a principios del siglo XVIII. Alcañices contaba aún en 1791 con una ermita con la advocación de la Santísima Trinidad que fue construida a expensas del presbítero y vecino Ventura Casado fuera de los muros de la villa. Dentro de la villa (recinto amurallado) estaba la iglesia de la Virgen de la Asunción y también fuera de ella el santuario de la Virgen de la Salud.

En la Santísima Trinidad se fundó en 1731 una capellanía (patronato de legos y de llamamiento de parientes), en virtud de la agregación que hicieron el propio Ventura Casado, junto a Manuel Prieto y Pedro Pérez. En la citada ermita, Ventura Casado fundaba una memoria de 10 misas anuales que habrían de celebrarse en dicho templo y, de ellas, cuatro coincidiendo con las celebración de las entonces cuatro ferias anuales más importantes de Alcañices y a las que acudían alistanos y trasmontanos de otros pueblos y freguesías.

Según los manuscritos de la época "El primero de mayo, el día de La Ascensión, día de la Visitación de Nuestra Señora (Virgen de la Salud) el 2 de julio; y el de San Mateo el 21 de septiembre" debían celebrarse estas cuatro misas. Obligatoriamente, se habrían de celebrar entre las 11 y las 12 horas "con el fin de que pudiesen asistir y oír las gentes que llegaran tarde a la feria".

Para el cumplimiento de las funciones a celebrar en la ermita de la Santísima Trinidad y la cera de las misas, el fundador Ventura Casado dejó sus posesiones, entre ellas 24 colmenas, "las que siempre se hubiesen de mantener", cosa que no fue siempre así según la visita del visitador del arzobispado de Compostela, Manuel Cid y Monroy, en 1791 que exigió, -entonces estaba adjudicada a Diego Pérez-, que todos los bienes del fundador fueran destinados al cumplimiento de misas y reparo y conservación de la capilla y ornamento.

La ermita contaba en aquellas fechas con un "cáliz muy decente, misal y los ornamentos necesarios, aunque muy mal tratados por el descuido y abandono de los herederos" a los cuales Manuel Cid ordenó reformarlos y componerlos y ejecutar el "retexo" (retejado).