Han pasado ocho años desde la última vez que Felisa Sastre Conejo pisó su pueblo. Cumplía cien años y pensaba que sería la última vez que ponía los pies en Monumenta. Sin embargo, una inquebrantable naturaleza ha permitido a la anciana retornar a sus orígenes con 108 primaveras.

"La trajimos porque era su deseo antes de morir" cuenta su hijo José María. Y fue así como Felisa Sastre volvió a sus raíces, dejando por unas horas la residencia de Salamanca, donde la anciana vive. De la mano de su hijo y otros familiares, Felisa Sastre Conejo recorrió algunos escenarios de su infancia, como la casa de sus padres donde vivió o la iglesia, y tuvo la oportunidad de saludar a algunas personas, ya desconocidas para ella. Todos los de su generación han muerto.

Primero pararon ante la señal que anuncia el pueblo. "Monumenta" leyó, siendo plenamente consciente. "Reconoció alguna otra casa y recordó a los propietarios" contaba su hijo.

Y Felisa cumplió su deseo. Retornó al pueblo que le vio nacer el 18 de julio de 1911 en el seno de una familia de agricultores. 108 años después Monumenta ha perdido el dinamismo y la vitalidad que ella conoció en sus años jóvenes, hasta que se casó con Ceferino de Pedro del vecino pueblo de Luelmo, policía, y se marcharon a Bilbao.

Obsesionada por "no dar molestias", el deseo de "la señora Felisa" es irse de este mundo. Y ahora lo podrá hacer más tranquila, tras retornar a su pueblo.