La noche del 29 de octubre de 1936 siete vecinos de Torres del Carrizal morían fusilados en el puente de Seis Ojos, a la afueras del pueblo. ¿Su delito?, "creer en la libertad y defender la justicia" expresa Diosdado Álvarez, nieto y sobrino de dos de los asesinados. Siete fallecidos que se suman a las 20 personas depuradas en este pueblo de la Tierra del Pan considerado como uno de los más castigados por la represión en la provincia de Zamora durante la Guerra Civil.

Su memoria, perenne y dolorosa para las familias, está representada desde hace un año con dos monolitos y se verá ahora reforzada en un mural, realizado por la artista Verónica Werckmeister, que se inaugura el día 24 de agosto en Torres del Carrizal.

La obra representa siete espigas identificativas de cada uno de los fallecidos la noche del 29 de octubre y 20 hojas que salen de los tallos, evocadoras de la memoria de otros tantos represaliados en este pueblo zamorano. En total 27 vidas tiradas por la borda que, "al golpe de guadaña, arrancaron sin florecer". Así reza el poema que acompaña el mural de "Las espigas olvidadas", como los familiares han querido bautizar este nuevo tributo a la memoria de los suyos, vilmente pasados por las armas. "Hoy son huesos aún sin desenterrar que claman nuestra memoria".

Por ello la obra de la muralista Verónica Werckmeister, "un diseño simple pero a la vez evocador de lo que ocurrió" describe la artista. También por ello las espigas, santo y seña de una tierra de pan que para la creadora fueron inspiradoras tras conocer la historia trágica de los depurados del bando republicano en Torres del Carrizal. "También juego con los tallos del trigo como si fuera una vidriera en la que se puede hacer una interpretación del color" explica Werckmeister desde el "respeto" a un "trauma con el que carga este país que cada uno puede interpretar a su manera".

Cuentan en Torres del Carrizal que en el lugar donde fueron fusilados los siete vecinos el trigo crecía más alto, como las espigas que dominan el mural pintado en una de las paredes del museo del escultor local Mariano Fernández (ya fallecido), hijo a su vez de otro de los asesinados.

La iniciativa del mural, con unas dimensiones de 3,20 por 12 metros, ha partido de familiares de las víctimas, empeñados en inmortalizar la memoria de los suyos y "devolver la dignidad" reivindica Diosdado Álvarez. Dolidos por el abandono institucional, los familiares de los represaliados creen que solo su lucha por la justicia puede impedir la condena al olvido y recuperar la "dignidad perdida de nuestros seres queridos que nos arrebataron de forma violenta".

Diosdado Álvarez evoca la dolorosa existencia de su padre, fustigado por la trágica vivencia cuando a los 16 años corría detrás de la camioneta donde se llevaban a su madre y a su hermano para asesinarlos a tiros a las afueras del pueblo. "Fue un gran padre pero nunca pudo olvidar, murió cargado de pena" expresa su hijo.

"Hoy somos la sementera que hospeda en su recuerdo, los vigías de la dignidad amputada" describe el texto que acompaña a "Las espigas olvidadas". Esos vigías, los descendientes de los represaliados, protagonizan un nuevo gesto en busca de dignidad y justicia para los suyos.