Las reliquias de las hermanas Concepcionistas Franciscanas Inés y María del Carmen Rodríguez Fernández, beatas mártires del Pardo, se veneran desde el lunes en la parroquia de El Salvador, de Avedillo de Sanabria. La mayor de las hermanas fue bautizada en esta iglesia en 1889, y su hermana en 1895. Sus restos regresan, 130 años después del nacimiento de sor Inés, de manera testimonial al templo situado a escasos metros de la vivienda familiar de sus padres Ángel y Catalina, que aún se conserva.

Los fragmentos óseos de las dos hermanas de oración y sangre, traídos recientemente desde la Casa Madre de la Congregación de Toledo por el párroco Fernando García García, recibieron el afecto de numerosos feligreses de Avedillo y pueblos de la contorna, al finalizar la misa de acción de gracias oficiada el lunes.

El administrador Diocesano de Astorga, José Luis Castro, concelebró la misa con sacerdotes de toda la Diócesis de Astorga y, de forma especial, del Arciprestazgo de Sanabria y Carballeda. Destacó la sentida presencia de las Hermanas Concepcionistas de clausura desplazadas desde Ponferrada para participar en los actos, y hacer entrega de una reproducción de la única fotografía de sor Inés de San José y sor María del Carmen de la Purísima Concepción. Estuvieron presentes varios sobrinonietos de las dos hermanas.

El arcipreste de Sanabria y Carballeda Jorge Flórez intervino en la monición de entrada para dar las gracias por "la beatificación de 14 hermanas mártires de Orden de la Inmaculada Concepción que dieron su vida en fidelidad a la fe y como testimonio de lealtad a su promesa". Castro subrayó el valor diocesano de esta celebración para toda la Diócesis que "hemos querido hacerla en el pueblo natural de las dos mártires", beatificadas el pasado 22 de junio en la Catedral de Almudena de Madrid.

Enmarcó su muerte en los difíciles momentos de la persecución religiosa en el primer tercio del siglo XX, en España. Estas monjas "no se acobardaron ante las amenazas, los golpes, ni las torturas, ni siquiera ante la misma muerte". Castro recordó a las 10 hermanas concepcionistas que fueron expulsadas del convento de San José de Madrid, delatadas por la portera del edificio cercano, sufrieron durante semanas torturas, vejaciones y humillaciones a manos de los milicianos, hasta que fueron fusiladas el 8 de noviembre de 1936. Otras dos religiosas fueron trasladadas por la fuerza y con maltrato desde el convento de Escalona en Toledo a una checa de Madrid, hasta que fueron fusiladas en el mes de octubre. Las otras dos religiosas del grupo eran las sanabresas Inés y María del Carmen, del monasterio del Pardo, de Madrid. Expulsadas del convento se refugiaron en casa de un matrimonio al que no quisieron delatar, tras ser descubiertas. "En la madrugada del 23 de agosto de 1936 las llevaron hasta el término de Vicálvaro, donde en un descampado las fusilaron y remataron. Como sus hermanas religiosas murieron perdonando y alabando a Cristo". Inés tenía 47 años de edad y 22 de vida religiosa, y María del Carmen tenía 41 años y 22 de religiosa. Sus restos, a diferencia de las otras 12 religiosas, siempre estuvieron localizados en el cementerio del Pardo, pues sus cuerpos fueron rescatados por el sepulturero que identificó la tumba en las que las enterró. En 2015 sus restos pasaron al cementerio de las Concepcionistas del Pardo y tras su cierre a la casa madre de Toledo.

Las hermanas Concepcionistas además de entregar una reproducción de las únicas fotografías que existen de ellas, han entregado la "positio" es decir todo el proceso de beatificación, donde se incluye la partida de bautismo que en su día remitió el que fuera párroco de Avedillo, Samuel Pérez, que también asistió a los actos. Las 500 fotografías y dípticos que reproducen el cuadro y la vida de las dos beatas, y que se repartieron entre los asistentes, también fueron entregadas por las hermanas concepcionistas, visiblemente emocionadas cuando pudieron hablar con los sobrinos, de segunda generación, de las dos beatas que conocían poco los hechos tan solo. "que las mataron en la guerra civil".

El pueblo de Avedillo también dio de su parte un recibimiento de gaita y tambor, y los versos de un poema para "las dos rosas de Avedillo" de Ángel Alonso, que leyó emotivamente. Al concluir los actos en la iglesia y dar la oportunidad de venerar las reliquias de estas hijas del pueblo, todos, vecinos e invitados compartieron un ágape en la plaza.