La "tajuela" es un juego autóctono que incluso traspasó las fronteras llegando a practicarse más allá de los mares gracias a los misioneros que desarrollaron su labor evangélica y humanitaria en África, América Latina y Filipinas. Así fue como llegó a Maracaibo (Venezuela) y Sucre (Bolivia) donde el Padre Mercedario José Rivas Blanco (Rabanales,febrero de 1921 & Zaragoza, enero de 1991), según delatan sus manuscritos, se la describía así a los indígenas en 1977 (hace 62 años y ya hablaba en pasado recordando su infancia alistana). "La tajuela es un juego que se practica en mi tierra por niños, mozos y ancianos: sólo se necesitan dos chitos y una tajuela para jugador. Los chitos son dos piedras de unos 25 centímetros de altura, con un asiento plano. Hay que colocarlos a una distancia convenida dependiendo de las fuerzas y ánimos de los jugadores. La tajuela es una loseta delgada de proporciones acomodadas al participante y los gustos de cada cual influyen al elegirla". Hablaba el misionero alistano con orgullo: "Desde uno de los chitos se lanza la tajuela para derribar al otro. Quien consigue derribar el chito se le dan 5 puntos. Tras apuntar en una lonja se levanta el chito y tira el siguiente. Caso de no derribar ningún jugador el chito se le dan dos puntos a la pareja con el jugador que dejó más cerca su tajuela". Aunque lo normal es jugar por parejas, las reglas podían variar y jugarse individualmente o por grupos de tres. Escribía Rivas Blanco que "es un juego pacífico, animado y entretenido que ilusiona mucho a los jóvenes que no desdeñaban los mayores. Casi nunca se juega por interés, lo mas corriente es apostar unos cuartillos de vino que pagaban los perdedores y se bebían entre los presente ganadores, perdedores y quienes va a mirar como juegan". Las piedras (Tajuela u Chitos) estaban al alcance de la mano en cualquier sitio.