Son especialmente letales para la avifauna las horas crepusculares o de la noche, aunque también resulten trágicas las diurnas para especies que hacen la vida a plena luz del día como son los pajarillos o cuerpos de sangre fría como los lagartos y las culebras que toman el sol sobre la plancha de botuminosa como bañistas en la playa.

Ni hay carretera libre de muertes ni hay especie que transite o vuele a baja altura sobre estos viales libre de sufrir bajas. Son conocidas por su naturaleza y por el contundente resultado los accidentes ocurridos con ciervos, corzos, jabalíes o lobos, pero la presencia de los cadáveres o el reguero de sangre también da fe de que liebres, conejos, ardillas, topillos, ratones, visones, comadrejas, garduñas, martas, tejones, zorros, erizos, serpientes, lagartos, cuervos, halcones, palomas y otras especies de pelo, pluma o fina piel. Corren, saltan o vuelan con unas velocidades y agilidades sobrehumanas, pero no bastan estas aptitudes para no sucumbir en el mundo de la atropellante circulación ante vehículos que aparecen de golpe, que deslumbran con sus faros y que golpean y que siegan vidas cada jornada porque golpean con una potencia criminal a animales que invaden o atraviesan las vías.

Para el representante de COAG José Manuel Soto la siniestralidad evidencia la superpoblación de algunas especies y la falta de limpieza de las márgenes de la carretera por parte de las administraciones. Asegura que "con limpieza se evitarían el 50% de los accidentes con la fauna mayor porque conductores y animales tendrían más visibilidad". "Nadie quiere matar animales y donde hay mucha densidad los animales cruzan continuamente la carretera", y remarca que "no es el coche el que atropella al animal, es el animal el que atropella al coche y COAG no cesará de pedir el vallado de la N-631"

La fauna muerta o herida en las carreteras ha dado nacimiento a los carroñeros especializados en alimentarse de este recurso, de modo que hoy día es una visión cotidiana para los conductores la visión de las rapaces que surcan los cielos siguiendo los asfaltos, o de las aves que se apartan del cadáver para regresar al festín nada más pasar el vehículo.

El trabajo del biólogo y gestor cinegético José Ignacio Regueras, en su trabajo "Mamíferos de Zamora, al norte del Duero", da fe de la dimensión de los atropellos por cuanto en algunas especies, como el zorro, se cuentan por decenas, y otras dan de su existencia debido a su muerte en carretera, y en todas porque la muerte en los viales es una realidad incuestionable.

Esta siniestralidad da trabajo al operativo de conservación de carreteras que, en los viales principales, corren con la tarea de retirar a los grandes animales, como ungulados y jabalíes, para evitar riesgos de colisiones de otros conductores con el cuerpo yacente, o de nuevos atropellos de ejemplares que se ceban de estos cadáveres.

No suele ser así con el lobo, que todavía sigue siendo animal de disputa y su cuerpo es reclamado por Medio Ambiente como un patrimonio de gran valor y, salvo que tenga la sarna, rápidamente es retirado de la escena. La retirada del cánido ha creado más de un problema por ser quien es. Son más los que reclaman su cuerpo que los que se dicen responsables de sus daños. Las soluciones para frenar o amortiguar la siniestralidad de la fauna pasan, en esencia, por actuaciones de la Administración competente de la vía de comunicación, y son pródigas las críticas porque hay una percepción de que las medidas adoptadas son pocas o mínimas.

La Administración se cura en salud y en las carreteras, a sazón de la Ley de Circulación Vial que obligaba al responsable, y a sentencias que les han sido desfavorables, se gasta en señales para indicar meramente el paso de la fauna" expresan fuentes del sector de la caza, que se ve comprometido a veces por los daños que ocasionan los conejos que se resguardan en terraplenes de autovías para luego campear por los cultivos a sus anchas. Y es que la nueva normativa responsabiliza a los conductores y solo carga contra la Administración si la vía no está señalizada, de guisa que ahora hay señales del paso de tráfico hasta en las travesías de algunas poblaciones.

El responsable de Gobernanza Ambiental de Seo/BirdLife, Carlos Atienza, afirma que "hay mucho trabajo por hacer porque cada año mueren millones de vertebrados en las carreteras". Subraya que "en cualquier sitio se puede hablar de atropellos, pero hay sitios característicos como son las carreteras que atraviesan un río o las que atraviesan una zona de bosque isla". Atienza apunta, entre otras medidas para evitar la muerte de aves, a la colocación de pantallas que las obligue a volar más alto, o para facilitar el paso de los animales una solución tan sencilla como sobredimensionar los tubos de drenaje porque si son muy pequeño a los animales les da miedo y, sin embargo, si la luz es importante pasan".

Carlos Perille, ligado al ecoturismo en La Culebra, considera que "la instalación de reductores" en los puntos negros de las vías de comunicación,"que son un sumidero", sería a una medida acertada.

La creencia mayoritaria es que a los conductores les desagrada la muerte de animales, pero cuando se trata de especies de escaso tamaño no todos toman la decisión de frenar o evitar el atropello. "Algunos por seguridad", pero se afirma, "algunos porque consideran un beneficio matar a ejemplares, sobre todo cuando son reptiles". Por una u otra causa, los viales son un escenario de ecocidio.