La Plaza Mayor de Fermoselle está estos días en pleno proceso de transformación con el levantamiento de la tradicional plaza de madera que acogerá, en agosto, una diversidad de acontecimientos populares y taurinos de primer orden. Bajo las directrices y mandamientos de José Fernández, que ni puede ni quiere quitar ojo a toda actuación, una cuadrilla de personas van aportando elementos al centro de lo que será el redondel, y desde allí a sus puntos de anclaje.

La obra de la artesanal y memorable plaza comenzó el lunes y en estos momentos se está en la fase de colocación de los sólidos postes. Todas las piezas que conforman el andamiaje del recinto son recogidas de una nave próxima donde permanecen guardadas en un estricto orden. Es la forma de que todo el conjunto ocupe su sitio y de que todas y cada una de las piezas guarden su correlación.

Sobre el pavimento de la Plaza Mayor van recalando los tablones y, a medida que vaya avanzando la composición arquitectónica, irán apareciendo otras estructuras como las denominadas formas, los tableros y cuantas madera conforman una de la edificaciones que causan sensación en los turistas y que los fermosellanos mantienen con cierto orgullo.

Por uno y otro lugar aparecen los calderos repletos de tirafondos, de arandelas, de puntas y otros aceros con lo que se sujetan unas piezas a otras para dar seguridad a una construcción que no será rematada en varios días.

Todo es tradición en esta disposición urbana porque, salvo la motosierra, las herramientas y útiles son las típicas de toda la vida y las utilizadas por los primeros carpinteros: martillos, mazos y sierras. La tecnología parece impropia para enlazar el maderamen de la plaza, y los propios trabajadores sacan adelante la faena sin más recursos que sus manos y, a veces, su ingenio. Para ajustar o poner remedios caseros está la intuición y el arte del "tío mañas" como se autodefine el propio José Fernández, que no deja de advertir o de indicar a unos y otros colaboradores de la forma de proceder.

Trabajan "de siete de la mañana a tres de la tarde", con un descanso para reponer energías. Lo hacen comprometidos con el plazo y las hechuras firmes porque los tendidos y los pasillos serán ocupados por más de 2.000 personas, en momentos con los toros bravos arremetiendo sin piedad contra las talanqueras. Y trabajan siempre a la vista y con las sentencias de quienes, sin sudar una gota, ocupan los pétreos asientos semieclesiásticos del Mentadero y de lo que ahora denominan "la Universidad".