Las peñas protagonizaron ayer el gran movimiento popular que suele presidir en muchos momentos el desarrollo de los festejos de La Visitación, de Fuentesaúco.
La concentración de peñas en la Plaza Mayor reunió a cientos de jóvenes y de personas que se agrupan en colectivos, de mayor o menor número, pero que constituyen la flor y la nata de unas fiestas marcadas por la comunión de los saucanos.
Son más de treinta formaciones que aglutinan a familias, amigos, conocidos y jóvenes que derrochan altas dosis de adrenalina en ilusión, energía y colorido. Unas y otras se han formado por integración o por novodosa constitución, pero inspirada en la misma finalidad realizar y disfrutar en alto grado las fiestas de la villa.
La corriente de peñistas partió del centro hacia la ermita de la Antigua para implorar a la patrona y Virgen de la Visitación unas jornadas festivas pletóricas y exentas de desgracias. Lo hacen porque el programa a cumplir contiene unas fuertes vivencia taurinas donde el riesgo y el peligro rondan a flor de piel, ya sea en la pradera durante el desarrollo de los espantes, ya sea en la calle o en el encierro nocturno donde los astados admiten valentía y destreza, pero no bromas ni imprudencias.Todos los colores están presentes en la masa que ocupa la calle y las plazas, cuyas almas lucen en sus camisetas y pañuelos el nombre de la peña o el hermanamiento. Las peñas son uno de los elementos indiscutibles de Fuentesaúco, y su animación apenas si decae a lo largo de las fiestas a pesar de la intensidad con la que viven los acontecimientos taurinos, de bodega y músicales.
La jornada de ayer ofreció una escena vistosa en la subida de los bueyes a la sal, que tiene lugar a las 13.00 horas. Los astados realizan el recorrido sin agitación alguna porque el objetivo es que interioricen el trayecto que luego deberán realizar dirigiendo los novillos que salgan como balas de la pradera tras los espantes. Tras cumplir con la patrona, las peñas bajan a la pradera para asistir el encierro de los toros a los corrales.
