En la década de los sesenta y los setenta del siglo pasado, tres cuartas partes de los habitantes del pequeño pueblo de San Pedro de las Herrerías eran trabajadores de la Administración Pública del Estado. Personal Funcionario y Laboral de Renfe, Icona y Correos, principalmente.

Mientras que en el resto de pueblos de la comarca de Aliste la inmensa mayoría de sus habitantes se dedicaban a la agricultura, la ganadería o como jornaleros en la construcción, en San Pedro ocurría todo lo contrario, pues por aquel entonces de las quince familias que habitaban el pueblo, sólo cuatro familias vivían del campo y las once restantes ya trabajaban para el Estado.

Por aquel entonces, entre 1965 y 1970, vivía en San Pedro doña Marisa Temprano González, la maestra. Nació en Moraleja del Vino el 27 de enero de 1945. Aprobó las oposiciones a Maestro Nacional con 18 años y su primer destino ya la trajo a tierras alistanas, concretamente a la escuela de San Mamed. Al año siguiente la destinaron a la escuela de Mellanes y ya fue en 1965 y con veinte años, cuando estuvo dando clases en San Pedro durante cinco años, siendo durante todo ese tiempo una vecina más, pues por aquel entonces sólo se iba a Moraleja en las vacaciones. Aunque ya han pasado más de cincuenta años de su etapa como maestra en el pequeño pueblo alistano, y que desde entonces ha vivido siempre en Gijón, hoy día recuerda perfectamente todos y cada uno de los nombres de los habitantes que poblaban San Pedro y nunca olvidará los buenísimos amigos que encontró allí.

Entre 1968 y 1969 habitaban en San Pedro Francisco, Herminda y sus hijos Ángel, Javi y Maribel. Francisco Álvarez Monje, al que todos conocían como "don Paco", nació en Salamanca el 4 de diciembre de 1929. Hijo y nieto de ferroviarios, se formó como Factor de Tripulación durante cuatro años, mientras hacía la mili en Delicias (Madrid) y cuyo primer destino le llevó a la capital charra. De ahí a Cercedilla (Madrid) y una vez que asciende a jefe de estación le destinan a San Pedro de las Herrerías, a donde se trajo a toda su familia. Don Paco recuerda que aquellos años en San Pedro fueron los mejores de su vida. Fue en San Pedro cuando por primera vez cultivó su propio huerto, que lo siguió haciendo hasta hace cuatro días. Tenía gallinas y árboles frutales, y es que un día entero en el pueblo daba para muchas cosas. Ángel, su hijo mayor, recuerda como, tanto a él como a sus hermanos pequeños y a las cuatro de la madrugada del 20 de julio de 1969, su padre los despertó para que vieran en directo la llegada del hombre a la luna y que tan intensamente narraba don Jesús Hermida en aquel televisor en blanco y negro que con puntitos y manchas blanquecinas apenas se apreciaba tan histórico acontecimiento.

Paco y Minda eran todo bondad. En la Eurocopa de 1968, que se jugó en Italia, su televisor era el de todos los vecinos, pues apenas había en los pueblos y durante los partidos. Paco colocaba el televisor en la sala de espera de la estación para que viajeros y vecinos disfrutaran con el fútbol. Minda, su mujer, recuerda la cantidad de viajeros portugueses que se embarcaban en los trenes rumbo al País Vasco para continuar hacia Francia. Se acuerda perfectamente de familias con niños pequeños que llegaban a la estación empapados y cómo sentía tanta pena que los metía en su casa para que secasen sus ropas y tomaran algo caliente para continuar con el largo viaje que les esperaba.

Sus hijos, ya mayores, también tienen bonitos recuerdos de su paso por San Pedro y nunca olvidarán el frío que pasaban para ir a la escuela con Marisa y los demás niños del pueblo, y la aparición de "los sabañones" causados por el frío y que afortunadamente nunca han vuelto a padecer.

Don Paco, amante de las juergas y las farras quería hacer una fiesta con todos los trabajadores que tenía a su cargo, pero éstos siempre buscaban excusas. Así que un primero de mes, a la hora de repartir los sobres con el jornal, y sin decirles nada, les quitó a cada uno de ellos un duro (cinco pesetas) y ante el enfado de los operarios les dijo que no sabía a qué se debía esa disminución en su nómina y que por eso los invitaba a comer a todos a Casa Alfonso, en San Vitero. Y hacia allí que se fueron y después de bien comidos y bien bebidos fue cuando les contó la verdad y les hizo saber lo bien que se come y se bebe por tan solo un duro.

Ya han pasado cincuenta años de su paso por Aliste y don Paco sigue recordando aquella frase que hizo famosa: "el amor libre nació en Aliste", pues en aquella época era algo inusual, tanto para él como para Marisa, la maestra, el ver como chicas jóvenes salían embarazadas y tenían que irse fuera por vergüenza. O como los mozos dejaban preñadas a unas y después se casaban con otras, era algo que no sucedía en otros sitios nada más que en estos pueblos, aseveraban ambos.

En aquella época también vivía en San Pedro de las Herrerías Tomás Castaño Fernández, nacido en Santa Ana el 29 de enero de 1926 y que llegó a San Pedro de las Herrerías como funcionario de Correos. Tanía encomendado recoger la correspondencia en el tren de la mañana que venía de Zamora dirección Galicia, acercarla hasta la oficina de Alcañices donde se hacía la clasificación y el reparto y por la tarde entregar las cartas del día en el tren que volvía hacia Zamora. En 1973 Tomás pasa a formar parte de la Guardería Forestal del Icona para trabajar, también en San Pedro, en la recién creada Reserva Nacional de Caza "Sierra de la Culebra", mientras que María Fernández, su mujer, y mediante oposición, se hace con la plaza que su marido tuvo en Correos, viviendo también en San Pedro.

En la segunda mitad de la década de los 60 aterrizaban en Mahíde y San Pedro dos personajes inolvidables para sus habitantes. Primero lo hacía Carmelo Aguado Hernández, nacido en Fuentespreadas el 13 de abril de 1940. Se ordenó cura en 1965 y su primer destino le llevó a tierras alistanas. El 22 de julio de 1967 llegaba Marcelino Gutiérrez Pascual, nacido en Vezdemarbán el 4 de octubre de 1941, ordenado cura tres años antes y hasta su llegada a San Pedro había recorrido los barrios obreros de Zamora, Madrid y Málaga y de ahí al pequeño pueblo de San Pedro. Reconoce él mismo que nunca había vivido en un pueblo pequeño; "la gente de los pueblos es diferente, de gran valor humano y se deja querer", comenta don Marcelino. De aquellos años recuerda las cenas y farras en casa de Paco y Minda, a las que también se unía Marisa y para que los vecinos de San Pedro no pensaran que el cura era demasiado alegre les hacía saber a sus feligreses que aquello no eran juergas si no reuniones para hablar de lo humano y lo divino.

Juntos, Carmelo y Marcelino crearon la cooperativa de San Cristóbal y las guarderías de Sejas de Aliste, San Cristóbal de Aliste, Mahide, Gallegos del Campo y Figueruela de Abajo. En el año 1970, en Mahide, se crea el Colegio Rural como solución a la formación de los chicos, después de que finalizaran la EGB, en las ramas de agrícola y ganadera, impartiéndose tres cursos por año que albergaban a quince adolescentes por curso.

Años más tarde don Carmelo se sale de cura, pero no abandona Aliste y pasa a vivir a Alcañices hasta 1993. Durante esos años trabaja con Dragados en la presa de Castro de Alcañices, un año. Otro año en Caja Rural y durante 28 años seguidos recogiendo leche por media provincia. "Nunca me olvidaré de todos y cada uno de los vecinos de Aliste" comenta Carmelo con los ojos vidriosos.

Don Marcelino ha seguido hasta hoy su labor pastoral en Mahide y ocho pueblos más, siendo una de las personas más queridas por vecinos e hijos del pueblo.

Aunque de aquellos maravillosos años ya ha pasado más de medio siglo, la amistad que forjaron, en sus tiempos jóvenes y en el pequeño pueblo de San Pedro de las Herrerías, Paco, Minda, Tomás, María, Marisa, Carmelo y Marcelino, nunca se ha perdido y al menos, una vez al año, hacen una "quedada", como dicen los jóvenes de hoy en día, para recordar viejos tiempos, olvidarse de las dietas para comer un buen chuletón de ternera alistana y beber buenos tragos de vino de Toro. Así es como, años tras año, Marisa y su marido Pepe desde Gijón (Asturias), Paco y Minda desde El Espinar (Segovia), Carmelo y Conchi su mujer, desde Zamora, Tomás y Mari desde Alcañices y Marcelino desde Mahide, se juntan en el balneario de Almeida para desde allí, recorrer los pueblos de Aliste y Sayago y después de una buena comida añorar aquellos años de felicidad infinita.