La fuerza de la costumbre ha hecho considerar a Fermoselle como pueblo de emigrantes, la encarnación del estigma de toda una provincia, la Zamora del padrón menguante. Si los fermosellanos llevan adherida la etiqueta de aventureros, siempre existió detrás una razón poderosa que los empujaba, por mar, tierra o cielo, más allá del arribanzo; la supervivencia. Así lo explicita Eduardo González, fermosellano y emigrante retornado. Sus abuelos maternos "hicieron las américas". En el siglo XIX la población llegó a alcanzar los 8.000 habitantes. De haber seguido en esa progresión, Fermoselle debería ser hoy uno de los núcleos principales detrás de la capital, Benavente y Toro. Sin embargo, el último padrón recoge 1.225 personas e, incluso con ese desplome gigantesco, aún pertenece al "selecto club", por escaso, de los municipios zamoranos de más de mil habitantes.

Los Arribes condicionan un terreno escarpado, duro para las labores agrícolas. A cambio, el microclima de la zona hace posible el cultivo de especies como el olivo o la vid, base de la economía agrícola hasta la declaración de la filoxera. El parásito que arrasaría los viñedos entró en la península por Oporto, el final del Duero fronterizo en la comarca de Sayago, y apuntilló el medio de subsistencia ya comprometido por una arcaica distribución de la propiedad de la tierra, que en nada mejoraron las sucesivas desamortizaciones. La guerra de 1898 aceleró la primera gran oleada rumbo a países como Cuba, Argentina, Perú, alentada, incluso, por la publicidad de las principales navieras de la época, que se anunciaban en las páginas de El Correo de Zamora. También se produjeron traslados hacia el cercano Portugal. La Raya siempre había sido escenario de intercambio comercial, legal o por el contrabando, aunque más de uno se jugara el tipo nadando contra corriente en un Duero, aún sin domar por la presa de Bemposta, inaugurada en 1964.

En El Correo de Zamora de la época alertaban contra aquel primer gran fenómeno migratorio y pronosticaba: "Será cosa de que veamos pronto los campos yermos por falta de brazos y el país despoblado por carencia de recursos". Dos siglos después, el discurso sigue vigente. Tras unos años de cierta estabilidad demográfica, las décadas de los 50 y 60 del siglo XX marcaron un nuevo punto de inflexión. El éxodo rural, camino de las grandes ciudades en España o a otros países europeos ya no se detendría y se aceleraría aún más según avanza el siglo XXI. El "efecto llamada" de quienes preceden en la marcha, las malas comunicaciones, la falta de oportunidades, en suma, han colocado a Fermoselle en la misma situación límite que al resto de Zamora.

Porque con la despoblación llega el segundo fenómeno que comparte con otros territorios provinciales: el envejecimiento. "El año pasado celebré 33 entierros y cinco bautizos", recuenta Isaac Prieto, párroco de la localidad donde se venera a la Virgen de la Bandera. Esos cinco bautizos no cuentan como otros tantos nacimientos, son nacidos fuera. Porque lo que nunca pierden los fermosellanos es el apego a su tierra, tal vez porque, como explican los sociólogos, el arraigo es un sentimiento de difícil desarrollo en el contexto de las grandes ciudades. Por eso, el monumento al emigrante, el único existente, icono de un destino miles de veces compartido, representa a un hombre con la maleta en la mano y la cabeza con la vista vuelta hacia atrás, a la tierra que deja.

Muchos jubilados regresan después de haber contribuido con su esfuerzo a la España desarrollada para integrarse en esta parte de la España vaciada. Algunos de ellos se dedican a pequeñas explotaciones agrícolas, mientras sus descendientes repiten la misma vida de sus padres, trabajo en las grandes capitales, visitas esporádicas a la patria chica. Generaciones de la diáspora que también puede tener voz propia en proyectos que apuntalen el futuro de la provincia, como ha defendido el director de la UNED de Zamora, Juan Andrés Blanco, uno de los mayores expertos en el fenómeno de la emigración.

La población, sin embargo, sigue a la baja, a menudo víctima de decisiones tomadas en los despachos de la ciudad desde los que no es posible evaluar las consecuencias de las medidas firmadas en un decreto ley para un medio rural agonizante. En 1996, los padres fermosellanos protagonizaron una sonada oposición a la implantación de la Logse que, en la práctica, suponía desplazar a los escolares mayores de doce años a Bermillo, a 26 kilómetros, donde se construía el instituto de Secundaria. De nada valieron las protestas ni el encierro en el colegio que hoy, sigue perdiendo escolares. Nada como una escuela rural para medir la salud de un pueblo. Tras la implantación de la ESO, en dos años, Fermoselle perdió otros 100 habitantes. Las generaciones de entonces, hoy adultos, son minoría, como explican Vanesa Campos o José Ángel Flores, vecinos de la villa. Esos "saltos generacionales" se observan hasta en los detalles, en apariencia más nimios: ya no hay fiestas de quintos por falta de celebrantes.

Pero algo late en el corazón del arribanzo: la esperanza y la ilusión de los que no se resignan. El alto valor medioambiental de la comarca la ha hecho merecedora de integrarse como parte de Meseta Transfronteriza, la Reserva de la Biosfera más amplia reconocida por la Unesco en 2015. Ya antes, desde 2002, la Junta de Castilla y León había distinguido las más de 1.000 hectáreas de Arribes como Parque Natural. Julia Sendín, la encargada de la Casa del Parque conoce bien el potencial de la zona en la que trabaja. Se trata de un bello enclave con especies endémicas en lo vegetal y la presencia de animales en peligro de extinción como la cigüeña negra. El atractivo para el turismo es innegable y lo prueban las crecientes visitas que marcaron un récord el último verano con más de 4.000 registros, la mayoría españoles y procedentes, sobre todo, de Madrid. De ahí que la puesta en marcha de alojamientos en forma de casa rural, el turismo que mejor se comporta en los últimos años, empiece a tomar forma. Lo atestiguan Isabel y Cesáreo Puente, propietarios de una de ellas, que reclaman una implicación colectiva en busca de ese futuro que garantice la repoblación de Fermoselle y apela, especialmente, a las autoridades políticas para que se salven los problemas que frenan las posibilidades de desarrollo. Eso incluiría ampliar la apertura de la Casa del Parque, reducida ahora al verano y los fines de semana fuera de la temporada alta.

Fermoselle necesita aún promoción y herramientas tecnológicas. No existe conectividad de banda ancha de Internet y el proyecto anunciado el pasado año por el Ayuntamiento no se ha puesto en marcha, a pesar de que todo parecía atado con 175.000 euros presupuestados en un programa que se enmarcaba dentro de las actuaciones del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, cofinanciado con fondos europeos y la colaboración de la Junta. La compañía Orange, encargada del despliegue de la fibra óptica, según explica el alcalde, no ha actuado todavía por las restricciones impuestas por Patrimonio en el casco histórico. En el resto del pueblo tampoco han comenzado los trabajos, cuyo inicio estaba previsto en el mes de octubre pasado: "Hemos intentando ponernos en contacto con Orange, pero no hemos obtenido respuesta".

A la espera de cubrir una necesidad básica, otras iniciativas van tomando cuerpo como la Ruta del Vino en una comarca que aún tiene capacidad para aumentar la producción de las nueve bodegas actualmente inscritas en la Denominación de Origen de Arribes. Mención aparte, dentro de esa ruta, merece la existencia de todo un conglomerado subterráneo que hace del subsuelo de Fermoselle una visita turística original y tan apetecible como el paseo por las calles de su casco histórico en la superficie.

La concentración parcelaria, ya en marcha, podrá ayudar en esa tarea de aumentar y mejorar la incipiente industria bodeguera con la reordenación del viñedo, después de un descenso en la producción en picado durante las últimas décadas: de más de 3.300 hectáreas dedicadas a la vid en 1985 a 300 actuales. Otro tanto puede decirse de la producción del olivo. Anualmente se recogen alrededor de 400.000 kilos de aceitunas que se transforman en aceite sin que exista una salida comercial tras la desaparición de la antigua cooperativa. Los frutos secos, sobre todo el del almendro, cuya floración presta un atractivo espectacular a Fermoselle, son otras de las posibilidades de producción agrícola.

La ganadería tampoco atraviesa su mejor momento: pocas explotaciones y menos recursos. Pero hay quien no se resigna, como José Ángel Flores, que ha emprendido su propia aventura empresarial con una explotación de vacuno. "Echarse al ruedo", dice, un símil que vale tanto para describir su valor como para otra de las grandes aficiones de Fermoselle: la fiesta taurina en la celebración de San Agustín, cuando las campanas repican al son de La Coronela.

La esperanza de sus más de mil habitantes es que esa campana deje de doblar a muerto por un pueblo que languidece. Que Fermoselle se incorpore a la Zamora que reaparece.

Un pueblo reivindicativo en lucha por la supervivencia

Fermoselle nunca se ha cruzado de brazos. En 1996 el Gobierno aprobó la reforma educativa de la Logse que, en la práctica, suponía la implantación de la obligación de la Enseñanza Secundaria. La bonanza fue un arma de doble filo: los mayores de 12 años tenían que acudir al instituto de Bermillo, a 26 kilómetro. Las protestas de los padres, encierros incluidos, alcanzaron gran repercusión. Pero no hubo marcha atrás. Plataformas como "Fermoselle atrévete" recogen el testigo de las movilizaciones hoy en día.