Desde la Alta Edad Media hasta 2018, un nuevo libro sobre la San Martín de Tábara recoge la historia y el modo de vida de toda la comarca tabaresa, e incluso de Aliste, en poco más de 400 páginas. Los autores de la obra son, naturalmente, dos hijos de este pueblo de las estribaciones de la sierra de la Culebra: Elías Vicente Fernández (en la foto) y Eufemio Lorenzo Sanz. El segundo es catedrático de Historia y doctor en Historia de América.

Lo más destacable de la historia de San Martín arranca con la fundación de un monasterio prebenedictino a finales del siglo IX, cenobio que cien años después acogería a los monjes huidos de Moreruela y de Tábara tras las razzias de las tropas de Almanzor. Fue la época de mayor esplendor del pueblo, que duró unos 150 años. También pasó, igual que el resto de la tierra tabaresa, por manos de los monjes templarios.

La alegría terminó con la constitución del Señorío de Tábara, por parte del rey Enrique II, que se lo concedió a los Valderrábano en agradecimiento por su apoyo en la guerra contra su hermano Pedro I. Ahí comenzaron 500 años de dominación señorial en los que los campesiones se veían ahogados por los tributos que imponían los Valderrábano primero, sus descendientes Almansa después, y desde 1467 los Pimentel, condes de Benavente. El libro de Vicente y Lorenzo detalla algunos de los muchos impuestos que se veían obligados a pagar las gentes de San Martín para mantener a la nobleza. No fue hasta 1905 cuando se deshicieron los foros, aunque el título de marqués de Tábara aún lo ostenta Íñigo de Arteaga y del Alcázar.

El capítulo dedicado al Catastro de la Ensenada permite saber que en 1751 había en San Martín de Tábara 22 vecinos (familias) y cuál era la producción agrícola de la época: algo de trigo y centeno en secano y muy poco de regadío de lino, mientras la mayor parte del terreno gravable eran pobres pastos de urces, peñascales y zarzales. También se recogen todos los apellidos existentes en el pueblo en esa época.

La segunda mitad del libro sobre San Martín de Tábara se adentra en el siglo XX para describir la forma de vida y las costumbres que mantenía el pueblo hasta hace pocas décadas, con la intención de evitar que desaparezca esta memoria, que las nuevas generaciones sepan cómo vivían sus abuelos porque "un pueblo que pierde sus raíces desaparece", en palabras de Elías Vicente.

Desde la forma de labrar la tierra o el funcionamiento de la fragua a la fabricación de "droga" con las jaras de la sierra. De la manera de vestir de hombres y mujeres, ilustrada con fotografías antiguas de la familia de los autores, a la celebración de las bodas o la atención a los partos. De la vida de las cofradías religiosas a las canciones de juego de los niños, no muy distintas a las de los rapaces de otros pueblos.

Hitos como la llegada de la electricidad en 1941 o del teléfono con una centralita mecánica en casa de Aurora en la década de los 60 marcaron la historia más reciente de San Martín, con el presente y el futuro marcados por el reto demográfico.